Cuéntame cómo pasó sigue irremediablemente caminando hacia su final en Televisión Española. Tan sólo quedan cinco episodios para que la serie se despida para siempre. Este miércoles, la serie de Ganga Producciones volvió a emocionar a sus fieles seguidores con el episodio Inés. La duda, el número 408, dedicado a la primogénita de la familia.
El capítulo rinde otro bonito homenaje a uno de los miembros de los Alcántara que más idas y venidas ha tenido a lo largo de estas 23 temporadas. Siempre inconformista, Inés es quizás el personaje más intenso, pero igual de necesario por todas las tramas sociales que ha protagonizado: su relación con el cura Eugenio, su caída en el mundo de las drogas o el sida de Mike.
Cierto es que se trata de un episodio que no causa tanta conmoción como el primero, y que es de transición. Pero los guionistas han querido regalar a los fans una potente secuencia con María Galiana (en realidad es la verdadera protagonista de este final), Ana Duato y la propia Irene Visedo. Abuela, madre e hija. Las mujeres Alcántara. ¡OJO, SPOILERS!
Después de la desgarradora escena del entierro de Herminia, la trama parte en mayo de 1995 con la muerte de Lola Flores y de su hijo Antonio. Igual de ingobernable es Inés, que pese a estar en el mejor momento de su carrera profesional, atraviesa por una crisis personal al pensar que sus padres han sido injustos con ella. No entiende por qué quieren corresponderle con una parte más grande de la herencia que a sus hermanos. Se piensa que es la pobrecita de la familia. Ni Toni y María son capaces de hacerla recapacitar.
La producción de La Casa de Bernarda Alba, de la que es directora Inés, en el Centro Dramático Nacional, le lleva a tender puentes con su madre. Llevan meses sin hablarse. Desde aquella fatídica Nochevieja del 94. ¿Y quién mejor que Mercedes Fernández para que le diseñe el vestuario? Sin embargo, lo que en un primer momento parece un acercamiento entre madre e hija, acaba con un distanciamiento total porque no acababan de entenderse.
Y esto desemboca en una escena final en la que el espectador contiene el aliento, al ver cómo la brecha entre madre e hija se desquebraja aún más, como el cristal del marco que contiene la foto de Inés. Son siete minutos magistrales de las tres intérpretes. El nivel es tan alto, que recuerda a la escena que protagonizaron Ricardo Gómez e Imanol Arias en el capítulo 17 de la temporada 19, Náufragos en la piscina. Fue cuando Antonio quiso probar cocaína para entender mejor a su hijo.
Sorprende mucho ver cómo Herminia toma cartas en el asunto. De callar siempre y hacerse la tonta ha pasado a sacar las garras por su hija. "Da igual el idioma en el que le hable, hay un muro entre nosotras", dice Inés reprochando a su progenitora que le hubiera gustado "que yo fuera la dueña de una cadena de peluquerías" y que si salió del "puto San Genaro" no fue gracias a ella. "Eran otros tiempos. ¡Que no se podía estudiar, que no era lo normal!", dice desesperada Mercedes.
"No, no era lo normal. Pero lo normal era una mierda", opina Herminia, reprendida por su hija. Pero a la abuela le da igual. No quiere callarse. "¡Sí, concho!", grita molesta. "Estábamos criadas para eso, para tener hijos, para cuidar la casa y, en algunos casos, en trabajar en cosas de mujeres", asegura dando la razón a Inés en que "tus padres deberían haberte dado la oportunidad de estudiar".
"Pero ellos vinieron del pueblo a Madrid como mucha otra gente a buscarse un porvenir en Madrid. Eran unos ignorantes. Qué iban a saber, ¿eh? Bastante hacían con sacaros a todos adelante", prosigue callando a su nieta. "Pero tu madre tampoco estudió de joven. Y ya casada, con cuatro hijos y trabajando se sacó una carrera. Tú podrías haber hecho lo mismo".
En ese instante, Mercedes intenta contener a su madre. "¡Es que tiene que oírlo, hija! Que ya está bien de que eche la culpa a los padres de todo lo mal que les pasa en sus vidas. ¡Que ya tiene cuarenta y tantos años! Inés, hija. Tú siempre has sido muy tuya y muy libre en tus cosas. Apechuga ahora. Eres mi nieta y te quiero con toda mi alma, pero tu madre es mi hija, y yo sé muy bien lo que ha hecho por todos nosotros".
Pero el silencio es tan importante como las palabras. Ese silencio es el que se apodera de Inés, que se queda sin respuesta. Mercedes, compungida, reacciona intentando abrazar a su hija, que se lo niega y se va de casa tirando por accidente su fotografía. La brecha entre madre e hija parece irreparable. Eso sí, no todo es malo para Inés, que ve cómo su hijo Oriol sale airoso de la trama de los nazis, en la que participa como topo de la policía.