En el año 1984, el cineasta José Antonio de la Loma estrenó la película Perras callejeras. En ella contaba, entre otras, la historia de Berta, una joven que ejerció la prostitución y que acaba de salir de la cárcel. Ella intenta hacer una nueva vida, pero su pasado le persigue, y su antiguo proxeneta se planta en su nuevo negocio con unas fotos de ella ligera de ropa, para que la despidan. O la cancelen, como se diría en la actualidad. Al final, Berta se ve privada de buscarse la vida por lo legal, y acabará montando una banda de atracadoras con dos amigas más.
El personaje de Berta lo interpretó Sonia Martínez, una joven madrileña, nacida en 1963, que ya se había metido al público de casa en el bolsillo gracias a programas como Dabadabadá, y que comenzaba a dar sus primeros pasos en el cine. De hecho, ya había aparecido en Epílogo, de Gonzalo Suárez, o Violines y trompetas, de Rafael Romero Marchent.
Lo que entonces Sonia no podía imaginar, con solo 22 años, que su vida acabaría siendo tan parecida a la de su personaje. Y es que, precisamente, por unas fotos en las que enseñaba el pecho perdió su trabajo en televisión. Corría el año 1986, y presentaba en TVE el programa En la naturaleza. En septiembre, mientras grababa un papelito para una serie alemana, Interviú pilla a la presentadora haciendo topless en Ibiza, lo que supuso un escándalo que todavía hoy es difícil de entender. ¡Si sus pechos ya habían aparecido desnudos en Perras callejeras, sin ir más lejos!
Tras la publicación de las fotos, Televisión Española dejó de contar con ella, y el presidente del Consejo de RTVE aclaró que no se le había despedido, sino que se le había acabado el contrato. Sonia se querelló y un año después RTVE acabó readmitiéndola y asignándole un nuevo proyecto. Así, la vimos brevemente como actriz de sketches en La Bola de Cristal.
Pero, Sonia lo pasó muy mal en aquel momento en el que se encontró sin el respaldo de la televisión. La muerte de su madre, que falleció en 1985 de cáncer a los 44 años, en sus brazos y después de que ella le diese agua, la hundió. Pensó que ella la había matado, y no logró callar esa voz de culpabilidad. Tras el fin de En la naturaleza, encontró trabajo en un gimnasio y cayó en los infiernos. Conoció el mundo de la droga, y se enganchó. Se hizo adicta, y cambió de la noche a la mañana las fiestas, los romances con famosos (se le atribuyó un noviazgo con Cayetano Martínez de Irujo) y las cámaras de televisión por la jeringuilla.
Su historia es triste, pero no debe ser olvidada. Porque Sonia Martínez fue de las pocas personas que se atrevió a dar la cara en televisión para narrar su desesperación. Y no una ni dos veces. Entre 1990 y 1993 dio, al menos, cinco entrevistas en las que suplicaba ayuda, intentando dejar algo que la estaba matando por dentro.
“Un alumno del gimnasio me dijo tú métete esto y verás que bien te sienta y tal. Empecé meterme coca los fines de semana, luego a diario, y luego dos o tres gramos diarios” explicó Martínez a Pepe Navarro en una entrevista en el programa El día por delante, de TVE, en 1990. “Yo he sido la primera famosa que ha dicho que se pincha” explicó también en su intervención, dejando entrever que no era la única celebridad que pasaba por ese infierno.
Ese mismo año visitó el programa 3x4, y fue entrevistada por Isabel Gemio. Entonces se mostraba optimista, contando a cámara que llevaba 18 días limpia y que solo necesitaba trabajo. Pero, el estigma de la droga le impedía acceder a los mismos, y más, siendo una cara conocida.
Su último gran amor fue José Manuel Padilla, un exdrogadicto con el que acabó casándose y vendiendo la exclusiva a una revista. Contrajo el virus del sida, y quedó embarazada. Un mes antes de dar a luz a su hijo Hugo concedió una entrevista a Nieves Herrero en De tú a tú, en Antena 3, en julio de 1991. “La gente tiene miedo de ayudarte, tiene miedo de los toxicómanos. Me las he visto y deseado para salir del tema”, le contaba la comunicadora a Herrero, mandando un mensaje al público que ya resulta impensable en la televisión.
En aquel momento, Sonia estaba en proceso de desengancharse, o al menos, eso contó entonces. “Llamabas a la gente para que te diesen de comer, o dormir, porque estaba en la calle, y no me han querido acoger ni saber nada de mí. Si te ven hundida en el fango te meten la pierna para verte más hundida”, lamentaba. Y apostilló que pidió ayuda a gente conocida, “de la que no voy a decir el nombre”, y que le cerró las puertas.
En un grito desesperado, pedía “que nadie me mire como Sonia Martínez la toxicómana, o Sonia Martínez que tiene anticuerpos del sida, que los tengo, por desgracia. Salió en una revista, yo no lo dije. Fue robado, y lo supo toda España y me siento muy discriminada. Querría que me viesen como una persona normal, como la niña de Dabadabadá que alegraba a los niños, las madres y las abuelas”.
El conocimiento y los avances sobre el sida de entonces no son los de ahora. “Los médicos me han dicho que el niño puede nacer con anticuerpos, pero si nace con los míos los puede negativizar en un año”, comentaba, abriendo una puerta a la esperanza, y asegurando que ya “no hace el tonto”, que no bebía, ni fumaba, ni “lo otro”. Todo esto lo contaba con Nieves Herrero agarrando su mano, dándole un poco de ese calor que tanto demandaba. En aquel momento, Sonia soñaba con volver a hacer televisión, en la pública que antaño la despidió, o en las recién nacidas cadenas privadas.
Lo más escalofriante era la manera en la que relataba la angustia del toxicómano. “Estás fuera de la realidad, te levantas con la mañana con dolores y angustia por el síndrome de abstinencia. Una persona con síndrome es un asesino en potencia, está loco, no paras hasta conseguir lo que tú quieres”.
Unos meses más tarde, después de dar a luz, Sonia volvió a De tú a tú. “Tengo un hijo al que recuperar, y espero no caer más en la droga. Tengo un hijo que me quiere y que necesita a su madre. Y a un marido que necesita a su mujer”, le contaba a nieves.
Ahí reconoció que “en el embarazo me volví a enganchar, di a luz, y seguí enganchada”. Como vivía en un coche, decidió dar el hijo a la Comunidad de Madrid, aclarando que no se lo quitaron, tal como salió en algunos medios. Volvía a mostrarse ilusionada con tomar la riendas de su vida. Llegó a ver a su bebé como “un cacho de carne”, pero quería recuperarlo, y tenía que lograrlo antes de un año.
“Un toxicómano siempre tendrá el cartel de que ha sido toxicómano toda su vida, y más, si tiene los anticuerpos del sida. Encontrar un trabajo me es dificilísimo. Quiero alquilar un piso, por ser Sonia Martínez ya no tengo derecho. Tenemos que morirnos, no somos personas, y a lo mejor, un toxicómano es mucho más sensible que una persona normal”, le contaba a Nieves Herrero, y añadía que su problema era la soledad y la falta de cariño. Y que lo que la hundió fue la muerte de su madre, que falleció de un cáncer en sus brazos, después de que ella le diese agua, y que el pensamiento de que había matado a su madre le persiguió. “Lo único que me quitaba esa pena y esa soledad que yo tenía era la heroína”, exponía de forma desgarrada. Sonia hizo de su caso la lucha de muchas personas en su situación. “Cuando un toxicómano pide ayuda hay que ayudarle”, imploraba.
En diciembre de 1993, Sonia concedió la que pudo ser su última entrevista en televisión, de nuevo, a Pepe Navarro, en el matinal Vivir, vivir... qué bonito. Allí no le quedaba nada de la ilusión que le proyectaba a Nieves Herrero. “¿Cómo estás?”, le preguntaba el cordobés para abrir la charla, a lo que Martínez, sin cortapisas, respondió: “Mal. Este verano parecía que iba la cosa bien, porque me desenganché, pero en septiembre caí otra vez”.
Parecía que sabía que su final estaba próximo. Que no podría encontrar un trabajo corriente. “Enganchada no puedo trabajar, y desenganchada tengo el cartel de toxicómana colgado para toda mi vida”, lamentaba. No se atrevía a llamar a ninguna puerta. “Siento rechazo hacia mi persona y no quiero que me hundan más”, le contaba al presentador, a veces, aguantándose las lágrimas.
Allí fue muy franca. En los seis años que llevaba en el pozo había intentado salir de la droga cinco veces. Contaba cómo cuando le ofrecían droga podía decir que no una, dos veces, pero que a la tercera recaía. Tampoco ayudaba que el padre de su hijo fuese toxicómano.
“¿De qué vives, Sonia?”, preguntó Navarro. Se hizo un silencio incómodo, triste, que duró seis segundos. “De la prostitución”, respondía la invitada, volviendo el silencio a reinar en el plató, mientras ella intentaba no derrumbarse.
Martínez criticó que entonces muchas personas portasen el lazo rojo de la lucha contra el sida, pero para ella solo servía “si te pones unos zapatos a conjunto, pero solidarizarse con la gente que somos portadores del sida es mentira”. “Al final voy a acabar en el hoyo, enganchada, sin haber podido cumplir como madre”, vaticinaba.
Su hijo lo tenía entonces la Comunidad de Madrid. Ella no confiaba ya ni siquiera en los centros de desintoxicación. “Cuando sales a la calle, vuelves a caer”, advertía. Sin embargo, soñaba conque alguien le ayudase pagando un tratamiento de un psiquiatra que trataba a los toxicómanos con antiopiáceos, y después, buscar un trabajo. Pero sabía que eso no pasaría: “Sonia Martínez, anticuerpos del sida, es lo único que ven, no ven a una persona”.
Concluyendo la entrevista, Pepe Navarro le invitó a que diese un mensaje a los jóvenes que comenzaban a flirtear con la droga. “Que se olviden, porque la droga desde luego es la muerte. Al principio sí, te gusta mucho, pero con el paso del tiempo pasas dependiendo mucho de ella, eres un esclavo. Y las mujeres se prostituyen, o roban, y acabas ahí, en el solar de los callaítos, como yo digo”.
Nueve meses después de esa entrevista, el 4 de septiembre de 1994, Sonia Martínez fallecía poco antes de cumplir los 31. Mañana lunes hará 29 años de su defunción. El próximo 23 de septiembre habría cumplido 60.