Las puertas del taller de Drag Race España se abrieron este domingo en ATRESplayer Premium para una nueva edición, la tercera. Algo que convierte a nuestro país en una de las pocas franquicias de RuPaul que ha llegado a su tercer año, junto a Canadá y Reino Unido.
Las reinas de esta nueva hornada son Pink Chadora, Drag Chuchi, Kelly Roller, María Edilia, Clover Bish, Vania Vainilla, Pitita, Visa, Chanel Anorex, Hornella Góngora, Pakita y Bestiah, a los que se sumó The Macarena de la primera temporada. Esto resulta algo muy llamativo: en su versión estadounidense varias ocasiones habían vuelto reinas de la temporada anterior como concursantes de pleno derechos eliminadas de otros años: Shangela, Cynthia Lee Fontaine; pero nadie había regresado de tanto tiempo atrás sin ser un All Stars. Será un gusto ver a Macarena de nuevo, aunque para ello habrá que pagar prenda, y nos quedaremos sin sus reseñas en Sí lo digo.
En este mismo sentido, hay que destacar que Pink Chadora ya tiene experiencia en este tipo de formatos, pues participó en el concurso de YouTube Regias del Drag hace solo unos meses. Pink es divertidísima, y parece estar destinada a ser la story teller de este año, es decir, la que más confesionarios acaba gastando a modo de narradora. Su forma de hablar me recuerda mucho a la de Paco León haciendo de Raquel Revuelta en Homo Zapping, y tiene una rapidez brutal para lanzar dardos a quien tiene a su lado.
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Por otro lado, la sevillana Pakita también tiene experiencia delante de las cámaras; concursó en 2018 (aunque se grabó en 2017) en The Switch Drag Race, de Chile, donde drags chilenas se enfrentaban a reinas de otros países. Su aventura fue, eso sí, vista y no vista, pues se convirtió en la primera eliminada, pero parece que poco o nada queda de aquella Pakita. La evolución que ha vivido esta andaluza es brutal.
Drag Chuchi viene de Canarias, y parece que la sombra de Sethlas el año pasado puede jugar en su contra, por lo que se oiría luego en las críticas. Kelly Roller es la primera drag patinadora del concurso, y arrastra fama de problemática; Hornella Góngora parece que partió peras con ella en el pasado. Hornella promete grandes momentos, y no peleando, sino en la competencia, con un pie en el transformismo clásico y otro en el drag más contemporáneo.
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María Edilia, natural de Venezuela, nos trae un drag old school encantador. Clover Bish es una ‘baby drag’, no lleva ni un año, y es la segunda mujer cis que concursa en la historia del formato. Vania Vainilla transmite mucha luz, y una cadencia a la hora de hablar que me recuerda a Veneditta del año pasado. Pitita es la fashion queen de la temporada, y tiene un magnetismo muy chulo. Ha llegado un poco lisiada, con problema en la mano y un absceso en lo que viene siendo el culo, y que bien podría competir con el famoso forúnculo que tuvo Soju en la temporada 11 de EEUU.
Visa viene de México, pero está afincada en Barcelona, y me encantó su definición de “potrota caliente”. Chanel Anorex viene guerrera y con un aire de fantasía, y cierra el cast Bestiah, que entró con un aspecto muy punky, pero que promete ser la rara de la edición en el mejor de los sentidos.
El primer mini reto fue una fantasía absurda: cada reina se disfrazó, por sorteo, en un animal de granja y tuvo que posar como tal. Me encantó ese surrealismo, esa excusa para hacer que en su primera sesión fotográfica se revolviesen en porquería. A favor de aquellas reinas que customizaron, en medida de lo posible, su traje de animal para darle un toque de personalidad. A Pitita le tocó hacer de rata, y se bautizó como Ratita Obregón. Joder, es que ni viendo Drag Race, que se grabó hace meses, podemos alejarnos del universo de la presentadora del ¡Qué apostamos!. The Macarena, por su lado, fue un gallo, y me vino a la cabeza aquel desafío country de RuPaul’s temporada 2, con Raven disfrazado, a desgana, de esta ave.
El maxi reto fue el concurso de talentos, que el año pasado destacó como uno de los mejores episodios de toda la franquicia. Eso suponía una responsabilidad extra en todas las participantes, que se decantaron por talentos como el cante en directo, el baile, el monólogo o la mímica.
Como bien dijo Supremme de Luxe, la presentadora, varias cometieron el error de no aprovechar la oportunidad de hacer lo que les diese la gana, lo que mejor supiesen hacer. Pink Chadora quiso salir de su zona de confort con un tema original que quedó a medio gas, y es una pena. He visto a esta reina en directo haciendo números divertidísimos, por ejemplo, doblando vídeos, y se habría metido al jurado en el bolsillo en un periquete. A favor: su frase “soy al drag lo que a la paz Gandhi”. También erró The Macarena, que cantó; no consiguió dar el do de pecho como la ocasión se merecía. Y se olvidó de que uno de sus principales talentos es arrancarnos una sonrisa tan solo siendo ella misma. Otras que fallaron son Kelly, que se cayó patinando y María Edilia, que no iba coordinada con la música. Muy a favor de los temas originales de Bestiah, que contó la historia de un niño que quería ser princesa, y del a capela de Pakita sobre la identidad de género, y que luego mutó en un show de pole dance. En general, fue un talent show bastante decente, y los que veáis, como yo, todas las versiones internacionales sabrán de qué hablo, porque algunas entregas son insufribles de inicio a fin.
La categoría de la pasarela fue ‘Spain is different’, y fue un gran olé en general. Cada reina adaptó lo que consideró que para ella es España: una fiesta, la nochevieja, una violetera, una flamenca fusionada con el cine quinqui, Ocaña… Me embrujó muchísimo Pitita, que lució un traje de bolsas de basura, algo que ya le habíamos visto a Chi Chi Devayne o Alaska en Estados Unidos. Ella, sin embargo, las tenía llenas de dinero y representaba la corrupción, y fue imposible no pensar en Mayte Zaldívar hablando de cómo en su casa entraban bolsas de basura llenas de dinero de sobornos. También fue bonito, aunque no perfecto, el homenaje de Kelly a Sandra Montiel, gran imitadora de Sara, y a quienes muchos conocerán por su papelito en La mala educación de Pedro Almodóvar. Y me quito el sombrero con Visa y su camaleón del parque Güell.
A la hora de las valoraciones, Supremme empezó con una advertencia: hay que pulir los detalles. Se refirió a las sombras de barba, a genitales mal colocados que enseñan lo que se estaba intentando ocultar, y es verdad que hubo demasiados descuidos. No terminé de comulgar con Los Javis y la crítica a Chuchi hablando del drag canario; para unas cosas nos dicen que el drag no tiene barreras, pero para otros quieren encorsetar a todas las paisanas en una manera concreta de entender su arte y su espectáculo. Del mismo modo, me encantó Ana Locking defendiendo el traje de Pakita, poniendo por delante la creatividad a los grandes presupuestos.
La ganadora fue Bestiah, muy merecida, aunque personalmente yo creía que se lo llevaba Pakita. Como novedad, Bestiah se llevó 2.500 euros, lo que demuestra que Drag Race España se ha hecho grande. Recordemos que el año pasado la mejor del capítulo podía llevarse como premio pollofres o entradas para un concierto de Malú. Hay un salto.
En la cola quedaron Macarena, Kelly, Chuchi y María Edilia. Por un momento pensé que Macarena se haría un Shangela, pues cuando repitió en la temporada 3 fue a lipsync en su primera noche. Pero no. Fueron Chuchi y María Edilia quienes se batieron en duelo con un tema de Rosalía, y fue la venezolana la que se tuvo que ir.
Y cuando ya parecía todo el pescado vendido, hubo un nuevo giro mágico: María Edilia tenía la oportunidad de regresar a la competición. Un “juego dentro del juego” como aquel del All Stars 6, y que veremos cómo resuelven.
Fue un buen arranque de temporada, prometedor, pero demasiado largo. Los seguidores más fieles del formato estamos acostumbrados a ver las versiones internacionales, y está claro que con una hora por entrega va de sobra. La de ayer se montó en 98 minutos, y quizá se podría justificar que eran muchas reinas a las que presentar y a las que valorar en el talent show. Pero, como dicen los propios jueces a menudo, hay ocasiones en las que menos es más. Que hemos logrado que hasta los episodios de Drag Race Filipinas parezcan cortos.