Pablo Motos se enfrenta estos días a la que probablemente es la mayor polémica de su carrera televisiva. El presentador quiso atacar al Ministerio de Igualdad y a la ministra Irene Montero por gastarse, supuestamente, un millón de euros en una campaña en la que se le alude indirectamente. Sin embargo, sus palabras han acabado volviéndose contra él después de que las redes se hayan dedicado a rescatar por decenas los momentos en que ha mostrado actitudes machistas.
El pasado jueves, Motos negó la mayor y sus tertulianos cerraron filas con él. Sin embargo, lo que en un principio era una pieza audiovisual que ni siquiera mencionaba su nombre se ha acabado convirtiendo en un auténtico tsunami de críticas que tiran de hemeroteca para censurar actos que, cuando ocurrieron, no le supusieron ningún problema al conductor de El Hormiguero.
De esta manera, el valenciano se ha puesto a sí mismo en el ojo del huracán al pensar que saldría indemne de las justificaciones por su incómoda pregunta a Elsa Pataky, un clamoroso error de cálculo que el presentador podía haber evitado si hubiera tenido en cuenta el poder que las redes sociales han tenido en otros casos televisivos polémicos.
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Pero Motos no sólo se ha metido en un jardín del que todavía no se sabe cómo saldrá, sino que además le ha hecho el trabajo al Ministerio de Igualdad al difundir su campaña en uno de los programas más vistos de la televisión y al darse por aludido por un vídeo en el que no aparecía su nombre.
En su ejercicio de vanidad, Pablo subestimó la capacidad que las redes sociales tienen para malear la opinión pública y sacar a relucir actos o palabras que en su momento pasaron desapercibidas. Así, de pronto, el presentador se ve reflejado ante el espejo con una ristra de ejemplos en los que ha demostrado el machismo que critica la campaña de Igualdad. Ya no importa si la pregunta a Elsa Pataky que el anuncio utilizó como ejemplo fue pertinente o no, ahora miles de personas hablan sobre las inapropiadas preguntas del presentador de El Hormiguero y, lo que es peor, las rescatan y las viralizan.
Si tanto Motos como la productora o la cadena hubieran tenido en cuenta antecedentes de casos similares, habrían comprobado que, en primer lugar, lo más apropiado hubiese sido guardar silencio y no entrar en el peligroso juego de responder a la campaña institucional; y, en segundo, que una vez provocado el tsunami, lo mejor es hacer un reconocimiento público de error y un propósito de enmienda. Sin embargo, por lo que se ha visto al inicio del programa de este lunes todo apunta a que el comunicador prefiere protagonizar una huida hacia adelante, ignorando que la ola podrá seguir creciendo hasta engullirle.
Son relativamente cercanos los casos de Espejo Público y Cuatro al día, que tuvieron que pedir disculpas al público por entrevistar a un neonazi que lucía simbología de dicha ideología extrema. También se recuerda a Sonsoles Ónega pidiendo perdón después de que María Jamardo asegurase en Ya son las ocho que en la Guerra Civil "Ni el que bombardeaba era malo, ni los que eran bombardeados eran tan buenos".
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En este sentido, Mediaset es buen conocedor de lo que las redes sociales pueden provocar en el negocio televisivo. Los casos de La Noria y Gran Hermano son dos ejemplos claros de que los espectadores pueden ejercer presión sobre los anunciantes hasta el punto de obligarles a dejar de invertir en un formato.
Probablemente, esta polémica de Pablo Motos no tenga tales consecuencias y pronto se difumine entre los nuevos asuntos que invadan el debate social. Sin embargo, la trayectoria del presentador ya contará para siempre con la mancha de esta oleada de acusaciones de machismo sobre la que, tras provocarla él mismo criticando a Irene Montero, parece haber decidido correr un tupido velo sin dar explicaciones.