Salvados es un traje que le viene perfecto a Gonzo. Y tres años después de su llegada al programa tras la salida de Jordi Évole, el periodista es consciente de lo afortunado que es haber encontrado la horma de su zapato en tiempos tan oscuros para el periodismo donde lo que mandan son las fake news y los clickbaits.
"Si no hago Salvados, ¿hay algo mejor o igual que puedo hacer en televisión? No, no lo hay. Y esa motivación es fundamental. Éste es un trabajo cansado y hay muchos días que llego a casa y digo: "Me voy, no voy. Monto un chiringuito en Costa Rica y que nadie sepa nada de mí". Pero, a la mañana siguiente me levanto y pienso en lo que estoy haciendo y es una motivación brutal", nos cuenta a BLUPER con motivo del estreno de la nueva temporada con una entrevista con Mario Conde.
Y qué mayor motivación que la de haberse encontrado con una de las personas más inteligentes que jamás haya entrevistado y para cuyo cara a cara mejor se haya tenido que preparar. "Aparte de inteligente, es gallego y ahí se jugar. Entonces en ese terreno de juego se jugar. Es muy gallego y, aunque hace muchos años que no vive ahí, tira de cosas que son códigos muy propios. Y claro que es un hueso muy duro de roer", confiesa.
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Empiezas temporada con Mario Conde. ¿Cómo es en las distancias cortas? Porque es un personaje un poco encantador de serpientes que sabe llevarte a su terreno...
En el término distancia corta no puedo decir absolutamente nada malo de Mario Conde. Esto es así. Fue súper agradable conmigo desde el primer día en la que me senté a tomar un café con él para hablar, a pesar de que nuestra relación previa por reportajes varios de El Intermedio no tenía los mejores cimientos. Pero, más allá de todo lo demás, es un tío muy educado, un buen anfitrión, con mucho sentido del humor, muy listo, muy astuto, muy inteligente. Cualquier persona que te abre las puertas de su casa para que lo grabes allí, a partir de ese momento la crítica o lo malo que tenga que decir de él, se lo diré siempre a la cara y no lo escuchará nadie más.
Mario Conde es un tío que aceptó que se le entrevistara en una cadena que, como dice la promo, cada vez que sale es para darle hostias. Aceptó la entrevista de un tipo que la última vez que se lo cruzó iba traje y engominado, imitándole y haciéndole preguntas muy jodidas el día que presentaba su proyecto político en Galicia. Es decir, para él era un desgraciado, y aceptó sentarse conmigo y tomarse un café. Y cuando fui a su casa nos dio todas las facilidades y en términos de la relación entrevistado-entrevistador valoro mucho que ni antes ni durante ni después de la entrevista dijo esto que no salga o no me preguntes por esto o no te voy a contestar a esto. Así que en las distancias cortas, lo único que puedo decir de él son buenas palabras. Otra cosa es la opinión que tenga como personaje público y persona que estuvo ahí en el sistema, pero eso se ve en la entrevista.
Para Mario Conde yo era un desgraciado y aceptó sentarse conmigo y tomarse un café.
¿Ha sido un hueso duro de roer?
El tipo probablemente es una de las personas más inteligentes a las que yo haya entrevistado. Y probablemente haya sido una de las entrevistas que yo me haya preparado mejor. Porque aparte de inteligente, es gallego y ahí se jugar. Entonces en ese terreno de juego sé jugar. Es muy gallego y, aunque hace muchos años que no vive ahí, tira de cosas que son códigos muy propios. Y claro que es un hueso muy duro de roer. Por eso, cuando consigues tu pequeño objetivo en la entrevista y él no consigue el suyo, cuando luego vi la entrevista, me hace sentir especialmente orgulloso de haber conseguido sorprender a Mario Conde con alguna pregunta, con algún dato que haya tenido y que es verdad.
¿Se ha mojado en el tema del rey emérito?
Se moja, se moja, se moja. Pone un límite en lo personal porque como dice él, es amigo íntimo del Rey y habló cosas íntimas. En la entrevista se habla de la vida privada del rey porque se ha convertido en un problema en este país. Y ahí es donde menos se moja. En todo lo demás habla hasta donde él quiere hablar. Pero cuando le demuestras que ha callado una cosa que sí pasó, lo reconoce y te habla del tema. Luego él hace su valoración y defiende siempre cualquier cosa que haya podido hacer el rey. Bueno, no siempre, pero hay muchas cosas que cualquier ser humano, cualquier español que lo escuche se preguntaría cómo ha podido hacer esto, y él te dice que si no tenía derecho a hacer esto o aquello.
¿Os habéis planteado en algún momento viajar hasta Abu Dabi para intentar cazar al rey?
Claro. ¿Cómo no nos lo vamos a plantear? Sí, sí. Pero, ¿para qué? Ahí es donde está nuestra gran pregunta. ¿Vas a verlo? ¿No vas a verlo? ¿Quién te va a hablar? ¿Quién no te va a hablar? Y del rey se sabe que vive recluído en Abu Dabi. Es mucho más útil para entender al emérito el haber hablado con Mario Conde que ir a Abu Dhabi. Para el tipo de programa que es Salvados, necesitas algo más que ir a Abu Dabi. Si vas hasta allí, necesitas 55 minutos de muy buen contenido. Y por ahora no hemos encontrado la fórmula de que nos genere ese contenido.
¿Cómo se reinventa uno? ¿Cómo coge uno ganas para empezar una temporada nueva? Sobre todo porque parece que el público está mostrando síntomas de que está cansado del periodismo...
Manteniendo la convicción en que lo que hacemos es lo que sabemos hacer, lo que queremos hacer, lo que la cadena nos sigue permitiendo hacer y lo que por ahora la audiencia hace que podamos seguir haciendo. Esa es la base sobre la que siempre trabajamos. Como dices tú, son tiempos jodidos para el periodismo. Pero no nos podemos volver locos tampoco. No podemos decidir qué camino cogemos por lo que vayan a decir los demás porque entonces no estaremos haciendo lo que nosotros queremos, sino lo que otros están esperando. Y creo que eso sería un error. Reinventarse es hacer pequeños cambios cada vez. Si Salvados parece de repente un programa completamente distinto al de la temporada pasada, creo que cometeríamos un error.
Evidentemente no puedes seguir haciendo lo mismo durante tantos años. Lo suyo es ir introduciendo pequeños cambios: pequeños cambios en realización, pequeños cambios en el contenido, que el presentador esté en la calle, que no es algo tan habitual, hacer lo que nosotros llamamos un asalto, es decir, pedir una entrevista y si no me la das busco un acto público en el que estés y voy y te hago las preguntas. Es ir cambiando poquito a poco cosas que cambiar, cosas para que al final no cambie nada. Y lo que no puede cambiar es la calidad del producto que ofrecemos, ni el deseo de satisfacer la curiosidad del espectador que nosotros tenemos. Si hay gente que ahora mismo no cree en el periodismo lo que no vamos a dejar de hacer es el periodismo en el que creemos porque entonces estaríamos dándole la razón. Tenemos que intentar de que el periodismo siga siendo útil y que sentarse a ver durante una hora un programa de televisión te aporte cosas positivas.
Y luego, en lo personal, ¿necesidad de reinventarme? Ninguna. Simplemente pienso que si no hago Salvados, ¿hay algo mejor o igual que puedo hacer en televisión? No, no lo hay. Y esa motivación es fundamental. Éste es un trabajo cansado y hay muchos días que llego a casa y digo: "Me voy, no voy. Monto un chiringuito en Costa Rica y que nadie sepa nada de mí". Pero, a la mañana siguiente me levanto y pienso en lo que estoy haciendo y es una motivación brutal.
Si no hago Salvados, ¿hay algo mejor o igual que puedo hacer en televisión? No, no lo hay. Y esa motivación es fundamental para seguir.
¿Te sigues levantando con ganas todos los días?
Bueno, en los diez primeros minutos, no (risas). Pero, cuando estoy en la ducha, suelo ser bastante autocrítico y decirme: "No me jodas, no me vengas con quejillas de burgués". Y es que la verdad es que paso tres días en casa sin que haya llamadas de teléfono, sin que haya un rodaje y se me cae el mundo encima. Muchas veces tienes que luchar contra tus propias perezas y, para hacer esa lucha, el mejor lugar donde está el Salvados. Y es que, cuando acabamos de grabar o cuando estamos grabando, nos tienes que ver. Somos un equipo de gente feliz, que nos cuesta mucho lo que hacemos, que es trabajo muy jodido, muy duro, pero que estamos grabando y es tan guay estar rodeado de esta gente.
Qué importante es tener un buen equipo en el que se genere confianza entre unos y otros, ¿verdad? De hecho, hace unos días leía que una mala persona nunca llegará a ser un buen jefe...
A ver, al margen del trabajo, yo convivo con siete, ocho personas. Ya no hablo con los 60 que están en la oficina haciendo el programa, sino que somos siete u ocho personas que nos pasamos viajando medio año. Meses en los que como mucho más con Alberto (el director de fotografía), con Bernat (el técnico de sonido), con Néstor (el operador de cámara), con Carola (la redactora), que con mi familia. He conocido más países con compañeros de trabajo que con mi propia familia. Si te llevas mal con un equipo con el que tienes que viajar como hicimos el año pasado a Kabul, estar ocho horas en una furgoneta, en momentos de tensión, el infierno que tiene que ser es brutal.
Y eso luego se traslada al trabajo. Es un trabajo en el que si no cuentas con el apoyo de tu compañero, no lo vas a hacer. Si el realizador y el director de foto no se llevan bien, este trabajo no sale adelante. Y mucho menos cuando llevas doce horas currando, prácticamente no has comido y tienes unas ganas de desconectar de la hostia. Igual en otros trabajos no, pero en lo que hacíamos en El Intermedio o en Caiga quien caiga el equipo es fundamental. Si en determinadas situaciones hay mal rollo, sé cómo acaban las cosas porque tengo compañeros que les ha pasado y que han estado en un mal equipo.
Yo toco madera porque no me ha pasado en los casi 18 años que llevo haciendo televisión. Siempre digo que mi bendición han sido los equipos que he tenido. Sigo teniendo amigos con los que trabajé hace 15 años en el Caiga quien caiga, con los que he trabajado en El Intermedio y gente con la que trabajo en Salvados que sé que son gente con la que con la que me quedo para toda la vida. Eso es fundamental. Y quién no lo vea así, está equivocado.
¿Hay algún reportaje de estos años con el que tú te hayas sentido especialmente realizado?
Varios, varios. Por ejemplo, el que hicimos sobre los problemas para poder abortar en un hospital público de Murcia. Ese me parece brutal porque hicimos algo útil que cambió cosas. Y, por gustos personales, el del año pasado en Afganistán, o cuando fuimos a Bolivia en pleno golpe de Estado. Estar en esos sitios me flipa. Verte en otros mundos, que tienes que empaparte de ellos y contarlos, me mola mucho. Este rollo Miguel de la Quadra-Salcedo, que es el que yo quería ser de pequeño, me flipa poder hacerlo ahora. Imagina tener un trabajo que te de esa oportunidad de hacer en furgoneta un Islamabad-Kabul.
También me gustó uno que hicimos sobre el arzobispo de Oviedo, que tenía un imperio ahí urbanístico brutal y que quería desahuciar a monjas. También las historias que tienen que ver con mi entorno, como el dedicado al impacto ambiental de la Empresa Nacional de Celulosas de la ría de Pontevedra. Pero, periodísticamente, si me quedo con alguno probablemente sea el de aborto, el de salud mental y el programa con el que me estrené en Salvados, que era el de acoso laboral a mujeres en el entorno laboral. Y es que, independientemente de cuánta gente lo vea, que haya alguien que encienda la tele, lo vea y se sienta representado en lo que están contando y que, además, a raíz de la emisión del programa, cambien cosas, es algo que es para estar contento. Y sobre todo ser consciente de la suerte de poder hacerlo.
¿Cuál es la crítica que te importa más?
La mía, la que me hago a mí mismo. Luego la llamada de mi padre nada más acabar el programa cuando me pone las pilas, me jode bastante. Me deja cabreado. No sé si es bueno o malo, pero la mía. Me importa cuando la cago. Tengo un concepto deliver, de entregar bien el trabajo. En mí pone su confianza una cadena, una productora, un equipo de trabajo y eso es una mochila que me pesa mucho. Cuando hago una entrevista, muchas veces pienso que si la cago, eso sale en televisión y que te señalen a ti dura cinco minutos, pero la estás cagando con la gente que ha puesto su confianza en ti.
La llamada de mi padre nada más acabar el programa, cuando me pone las pilas, me jode bastante
¿Eso te puede llegar a crear algún tipo de ansiedad? ¿Cómo se trabaja esa ansiedad? ¿Qué se dice uno a sí mismo?
No la gestiono bien. No soy persona de levantar la voz, ni echar broncas. Ahora mismo estoy pasando por un tema de salud física que, cuando fui al médico, me dijo que estaba jodido y que eso era del estrés. ¿Y qué hago? Pues me lo como. Así que bien no lo gestiono. Es mi problema, yo lo he elegido y hay que tirar para adelante.
Esta semana moría Jesús Quintero. ¿Ha sido referencia para ti en algún momento? ¿Has aprendido algo de él?
Jesús Quintero para mí siempre fue alguien especial. En televisión salía Jesús y yo lo veía. Creo que pocas veces he visto cadenas autonómicas que no sean la gallega y una de ellas es Canal Sur porque salía Quintero. Pero debo decir que era más como espectador. De siempre me ha atraído más el reportaje que la entrevista. Y desde ese punto de vista, yo quería ser Miguel de la Quadra-Salcedo o Rosa María Calaf. Siempre me gustó más el que estaba en la calle. Ahora que me dedico a hacer entrevistas, cuando cuando salió la noticia, lo que hago en mis ratos libres son ver entrevistas de Quintero y te das cuenta de la genialidad. Hay muy poca gente que haya conseguido cambiar el paradigma de aquella disciplina a la que se dedica. Y Quintero cambió el paradigma de cómo hacer entrevistas en televisión. Y no sólo por cómo hablar, cómo callar, cómo sentarse, cómo vestirse... Era también por cómo poner las luces, qué foto poner, qué tipo de mesa, qué música hacer sonar, cómo entrar en el programa, cómo salir.... Eso significa que le ha dado vueltas a la cabeza durante mucho tiempo y, cuando lo ejecuta, ¡hostia!, está redondo para ponerle un lacito y empaquetar. Y ahora sí que me pongo con papel y boli, y me estoy volviendo a ver muchas entrevistas de Jesús Quintero porque algo hay que aprender.
¿Tienes alguna espinita clavada de estos años en el que no hayáis podido hacer algún reportaje o que lo tengáis pendiente?
No, no la hay, porque el programa está vivo. La espinita clavada la tendré el día que se acabe Salvados. Cuando se cierre ese espacio, entonces sí que podré decir: "¡Hostia! No conseguimos hacer esto". Pero, por la propia experiencia que tenemos, hay cosas que de repente se han caído y tres meses después resucitan. Y a veces hay quién te dice hoy que no e igual dentro de un año te dice que sí. Entonces, ¿hay espinitas clavadas? Hay espinitas que están ahí en la epidermis, rascando, pero todavía no se ha clavado porque todavía hay cosas que se pueden hacer. Así que el día que se acabe el chiringuito, hablamos. Pero, por ahora, conjugamos en pretérito imperfecto.
¿Qué piensa uno cuando escucha a un viceconsejero decir que "las familias ya han superado" las muertes de las residencias?
Es difícil esta respuesta porque la primera que se me vino a la cabeza me pone a la altura del viceconsejero. A mí la expresión no abrir heridas -que normalmente la suelen hacer los que no tienen heridas, los mismos que dicen que para qué vamos a buscar en las cunetas, que qué más da que el abuelo que tiene ya 97 años y esté buscando a su padre- es porque no han tenido esas heridas. Y en esto pasa igual. La reflexión que puedo hacer es: "¿A tal punto ha llegado la distancia entre poder y pueblo y ciudadanía como para que no haya ni una micra de gramo de empatía hacia quien ha perdido a uno de los suyos en las circunstancias que perdieron muchas familias a sus seres mayores? ¿Tanta falta de empatía hay?"
Hay quién cree que alguien ha podido superar en dos años que su padre o su madre se muera en una residencia sin que pudiese estar al lado, que durante cuatro o cinco días no sabía dónde estaba el cuerpo de su padre. Y yo lo sé porque a cualquiera de Madrid le ha pasado. Te puedo contar la historia de mi amigo Juan, el frutero de mi barrio, que durante cuatro días tenías que ver a ese hombre diciéndote no sabía dónde estaban los restos de su madre. Y este tío dice que en dos años la gente ha podido superar eso. Eso es porque no lo ha pasado, porque no lo ha pasado. Y una cosa es que lo pienses y otra cosa es que luego salgas en un acto institucional y lo digas. Ha sido brutal escuchar esa declaración.