Televisión Española se ve inmersa en gran una crisis que tiene su origen en hace más de una década. Una desescalada en lo que audiencia ser refiere que ha provocado todo un cisma en el seno de Torrespaña. Desde 2011, la cadena pública experimentó una debacle que se traduce en una pérdida millonaria de espectadores que cada año ha ido en aumento. Una caída en picado de público cuyo fondo he tenido lugar en el recién terminado 2021, en el que La 1 de TVE registró un 8'8% de media anual. Dato paupérrimo que delata esta es la etapa más devastadora para nuestra primera televisión nacional.
En mayo del pasado año, RTVE procedió a una renovación de su directiva para llevar a cabo una operación que busca acaparar la atención de los televidentes. Una tarea nada sencilla que está capitaneada por el nuevo presidente de la formación pública, José Manuel Pérez Tornero. Desde entonces, han sido varios los cambios que ya pueden apreciarse en la cadena. Aires nuevos que se impregnan en formatos de gran factura llevados por profesionales de alto nivel. Las tres puertas, Las claves del s.xxi o el tan polémico Benidorm Fest, han sido algunos de los estrenos de esta temporada en la televisión pública. Formatos que, a excepción del certamen musical alicantino, no han conseguido destacar en audiencias.
Resulta llamativo el hecho de que formatos bien configurados, de peso y que albergan grandes personalidades no logren despegar. Un buen ejemplo de ello es el programa que presenta María Casado, Las tres Puertas, un formato de entrevistas en el que han pasado figuras tan relevantes y variopintas como Gloria Trevi, Carmen Machi, Antonio Banderas o Mario Vargas Llosa, entre otros. Una combinación de invitados que despertaría la envidia de cualquier televisión privada y que, sin embargo, no consigue despuntar en la pública. ¿Cuál es el motivo?
Casi 18 años han pasado desde que TVE, y en especial La 1, comenzara su declive. Antes de esta etapa, la televisión estatal era la más vista por los españoles. Un éxito que se basaba en la cotidianidad en el consumo de sus contenidos, algo que hoy se ha perdido. Al igual que en su día ya sucedió con La 2, el espectador recurre a La 1 cuando sabe que se emite algo concreto que quiere ver. Parece que el televidente medio ha olvidado incluir La 1 en su rutina de zapping, reservando así a esta cadena a momentos muy concretos.
El espectador se ha deshabituado a ver La 1, no cuenta con su programación a la hora de planificar su agenda televisiva de la semanal, a excepción de formatos como MasterChef que sí continúan teniendo repercusión. Se ha propagado la sensación de que en la televisión pública no existe el entretenimiento. Hecho que se debe, en parte, a años de un trabajo anclado en la desidia y en la falta de interés por parte de los trabajadores del ente.
Si bien es cierto que la cadena pública no tiene que estar tan sujeta a la tiranía que marca los audímetros, no debe nunca olvidar su obligación de entretener y divulgar. Labor en la que la objetividad en los servicios informativos, la creatividad en los contenidos de ficción y la picardía en el entretenimiento deben estar siempre presentes.
Está bien que la televisión pública no entre en determinados asuntos que no le competen, pero el miedo a no ser correctos ha hecho que el público les haya puesto la etiqueta de 'aburridos'. Un apelativo que se debe a un encorsetamiento del que, parece, quieren escapar ahora. Deberán pelear muy duro para lograr superar esta barrera, y es que son muchos los años de peregrinaje en el desierto que han acabado alejando sus contenidos del público generalista.
Unos problemas que no se consiguen solventar de la noche a la mañana, ya es que el espectador, como ser humano, es un animal de costumbre. Hábitos que son desempeñados de manera casi involuntaria y de los que ha desprogramado el ver La 1 desde el sofá de su hogar.
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