En Telecinco ya no saben cómo sacarle más jugo a lo de Rociíto así que han abierto las cajas con las pertenencias de Rocío Jurado, han montado una recreación con estancias de la casa de La Más Grande y van a tirar de nostalgia. Lo que no se haga por dinero.
Con la canción de Rigoberta Bandini como banda sonora (qué turra ya con esto) y un Jorge Javier Vazquez operadísimo, cada vez más parecido al maestro Joao, era recibida Rociíto en un plató con fotografías de su infancia proyectadas por todas partes, juegos de luces iluminando cubículos con nombres de estancias y la letra de la canción como si fuese un karaoke brutalista. Todo a la vez. Menos mal que ya sabíamos a lo que veníamos porque, sin pistas ni anticipos, el efecto hubiese sido (todavía más) lisérgico.
Llegaba Rociíto al plató con cambio de look radical: corte de pelo a lo pixie, entre punk y encrespado por falta de cuidados, tirando a Sonsoles Ónega. “Porque apetecía, vamos a cortar por lo sano”, le contestaba a Jorge Javier cuando este le preguntaba por la razón del cambio, anticipando toda una actitud. Con pantalón verde y chaleco largo estilo kimono de color blanco, sosita y nerviosa, se encontraba con Belén Esteban, Carlota Corredera, Valeria Vegas y Nacho Gay, que estaban allí sentados y esa sería su mayor aportación en toda la noche: estar allí.
“Me hace mucha ilusión. Mucha. No sabes cuánta”, decía, emocionada, en este previo a los especiales en directo que se emitirán a partir del viernes, cuando se abran cuatro de las estancias reproducidas. Sin mucha gracia, insistía: “Estoy emocionada, estoy abrumada”. Y más abrumada que iba a estar cuando un poco después le pusieran las imágenes de su hermana adoptiva Gloria Camilla, llorando porque le hubiese gustado que las cosas entre ellas fuesen de otra forma, y de Amador Mohedano reclamando un piano de pared, y de Rosa Benito pidiendo una virgen.
Aquí ha aprovechado para, tras aclarar que a ella también le hubiese gustado que fuesen de otro modo, deslizar que detrás de las malas relaciones estaba la mano de Ortega Cano. No lo ha dicho así, claro, lo ha insinuado. Pero yo lo traduzco para que nadie se quede con la duda.
Tras entregarle las llaves de la réplica de la casa que conoceremos el viernes (que no se nos olvide, tenemos una cita) le enseñaban una recreación de la que fue su habitación en la casa de su madre. Qué estampados, qué muebles, qué todo. En la pared, fotos con monos, elefantes, sus padres y Miliki. Vaya combinación. Hasta el libro de escolaridad nos han enseñado: en octavo lo suspendió todo menos religión.
A partir de aquí, ya es un no parar de momentos lacrimógenos y emotivos. A esta mujer le pagan por llorar:
Que si un audio de Rocío Jurado diciendo que su hija tiene su mismo genio, que en la forma de ser se parece mucho a ella, “La niña físicamente se parece a su padre, pero en la forma de ser se parece a mí. Es muy abierta y extrovertida”, decía la más grande. Rociíto, a moco tendido, afirmaba que su madre no la habría reconocido. “Mi madre no hubiese reconocido ni mi temor, ni mi cobardía en muchos momentos, ni hacerme pequeña. Ahora estoy en el camino de volver a ser la que era, que tenía muchas cosas de ella”. Venga el lagrimón.
Que si una cinta de VHS con imágenes inéditas de La Más Grande en una grabación familiar en la que aparece cantando con amigos. Aparece también Pedro Carrasco con una pequeña Rociíto, dándole besos. Rociíto reconoce, emocionada, que no había vuelto a ver a sus padres juntos hasta ese momento. Y venga el lagrimón.
Que si la niñera Regli en videollamada, con contraluz y gritando “jelou”, contando anécdotas de cuando era pequeña y se quedaba dormida, y que si la bici roja, y que si las coletas. “Aquellos años con Rocío fueron maravillosos” dice la Regli. Y venga el lagrimón.
Y con el anuncio de que el viernes que viene se abrirán cuatro estancias de la casa, se ventilan sin solución de continuidad, ni más contemplaciones, el especial de hoy, que no podía tener menos gracia de la que ha tenido. Menos mal que luego han estrenado Entrevías, la nueva serie de Coronado, en la que aparece Coronado haciendo de Coronado en una de Clint Eastwood, y que se dejaba ver.