Secret Story llegaba hace unas semanas a Mediaset para suplir la ausencia de GH VIP, que pese a que llegó a anunciar su regreso en otoño, finalmente, se hará esperar incluso más de lo esperado.
A pesar de que este nuevo formato utiliza la misma dinámica que Gran Hermano y se realiza en la misma casa, añadiendo a la mecánica el elemento de los secretos, realmente nada es como fue. Citando aquel recordado anuncio protagonizado por Rocío Jurado, "es lo mismo, pero no es lo mismo". Y es que con Secret Story Telecinco ha terminado de renunciar a la esencia que le llevó a ser referente en programas de telerrealidad.
La cadena comenzó desoyendo el clamor de la audiencia, que lleva años reclamando que vuelva un reality protagonizado por concursantes anónimos. Pero aún así tenía la oportunidad de sorprender a los más escépticos con un casting VIP atractivo y con un formato novedoso. Lo primero, a priori, se cumplió. Lo segundo ni siquiera se ha intentado.
El programa se encontró en sus primeras semanas con un gran hándicap: la convivencia no generaba contenidos suficientes para cinco galas semanales, buena parte de los concursantes se mimetizaban con el mobiliario y la audiencia respondía con un preocupante desinterés.
La expulsión disciplinaria de Sofía Cristo cambió un poco las tornas. El formato decidió sustituir a Sofía por Adara Molinero y, pese a la disparidad de opiniones que provoca la ganadora de GH VIP 7, nadie puede negar su habilidad para generar conflictos y atrapar la atención del público.
Sin embargo, la cadena no ha querido esperar a que los acontecimientos se desarrollen de forma natural y ha decidido agitar el avispero, tirando por la borda la esencia de cualquier reality de convivencia para lograr un atractivo que Secret Story no tiene. Así ha surgido la paradoja de que en 'la casa de los secretos' nada es secreto. Las estrategias, las críticas a la espalda, las nominaciones, las alianzas cuestionables... absolutamente todo lo que ocurre en Guadalix se expone ante los concursantes en cada gala.
Puede que esta estrategia consiga el efecto deseado en la casa: abrir nuevos conflictos y generar contenidos. Pero ¿dónde queda aquella premisa del 'experimento sociológico' con la que nació Gran Hermano? ¿De qué vale aislar a 17 personas en una casa y obligarlas a convivir si al final el programa acaba interfiriendo en la convivencia con elementos externos?
El reality no sólo enseña a sus participantes todo lo que se escapa a sus ojos y a sus oídos dentro de la casa, sino que va un poco más allá y hasta les ofrece información de fuera. Sirvan como prueba los tuits que les muestran cada semana, plagados de mensajes que pueden influir en el transcurso del programa y hasta desestabilizar a los concursantes.
Si la audiencia reclama un reality con anónimos es porque está ávida de concursantes 'vírgenes', de tramas y conflictos que surjan con naturalidad y en un entorno aislado por completo del mundo exterior. Telecinco ha hecho caso omiso a ese reclamo y ha reinventado GH VIP con un formato cuya mecánica, además, ha terminado teniendo un papel absolutamente secundario y prescindible.
Entretanto, este jueves llega a Netflix Insiders, un formato que promete recuperar la esencia de los reality y que, por cierto, ha jugado magistralmente con los secretos sin tan siquiera pronunciar esa palabra. Hasta las cámaras son secretas en este programa que, por el bien de la televisión y de la telerrealidad más pura, debería dar un golpe en la mesa y obligar a Telecinco a replantearse su estrategia.