Telecinco lo ha vuelto a hacer. Lo que muchos temíamos que ocurriera, se ha cumplido: el espectáculo ha primado sobre todo lo demás y la alargada sombra del universo Sálvame ha acabado desvirtuando un mensaje ejemplarizante y necesario para la sociedad.
Lo que se vio este miércoles en el plató de Rocío, contar la verdad para seguir viva resulta tremendamente desolador e indignante. El ego de unos pocos y el ansia por convertirlo todo en un producto de fast tv han acabado aplastando en directo, frente a tres millones de espectadores, el testimonio de Rocío Carrasco.
La cadena contaba con la oportunidad histórica de tener a la protagonista de la serie documental en plató para desarrollar todo lo que hasta ahora se ha visto en los episodios emitidos, pero el programa ha acabado siendo una concatenación de titulares, disputas y opiniones que han desvirtuado el relato y, lo más importante, han provocado que la valiosa presencia de Rocío Carrasco fuera absolutamente prescindible.
Es preciso aclarar en este punto que este artículo no pretende en ningún momento contribuir a seguir eclipsando el desgarrador testimonio de Rocío. Su historia, su verdad y su lucha deberían ser el centro de todo y los medios tendríamos que estar al servicio de una víctima que está clamando ser escuchada.
No obstante, resulta imprescindible destacar los bochornosos errores que este miércoles se han cometido en Telecinco para poder reivindicar la figura de Rocío y apartarla del lamentable show en el que se ha visto envuelta por querer explicar su testimonio.
El primer error garrafal de la cadena ha sido incorporar a Jorge Javier Vázquez al espacio. Tal y como ya analizamos en BLUPER, este gesto paternalista era totalmente innecesario y Carlota Corredera ha demostrado con creces su capacidad para afrontar en solitario un formato así.
El presentador catalán estuvo fuera de lugar prácticamente durante toda la emisión. El ácido humor que en otras ocasiones ha jugado a favor de obra, esta vez hacía descarrillar el programa con comentarios inapropiados para el formato. Afortunadamente, Corredera supo contrarrestar de forma brillante a su compañero y estar donde le tocaba, siguiendo estrictamente el guion y evitando acaparar una atención que sabía que no debía ser para ella.
El plantel de colaboradores y el despliegue de conexiones también contribuyeron a emborronar el vital relato de Rocío. Por momentos, el plató se asemejó demasiado al del debate electoral que estaba teniendo lugar al mismo tiempo en Telemadrid: varias personas lanzando eslóganes y queriendo ser las ganadoras de la noche.
María Patiño y Antonio Rossi han sido los representantes del bando crítico hacia Rocío Carrasco. La presentadora de Socialité ha vuelto a llevar el 'yo' por bandera y ha centrado sus intervenciones en justificar su trabajo de las últimas dos décadas. Su egocentrismo ha alcanzado tales cotas que nos ha brindado uno de los momentos más surrealistas y representativos de la noche al espetarle a la protagonista lo siguiente: "Me tienes que creer tú a mí". Así, sin despeinarse.
Rossi, por su parte, ha sido todavía más previsible y ha vuelto a hacer gala de una inconsistencia argumental que parece responder más a un posicionamiento ideológico que a un análisis objetivo y honesto de los hechos.
Sólo se salvan de la quema las intervenciones de Ana Bernal-Triviño, Paloma García Pelayo y Samanta Villar, que han sabido respetar rigurosamente la causa y han entendido que ellas no eran las protagonistas de la noche. Marc Girò, sin embargo, ha hecho de su defensa a Rocío Carrasco un lamentable circo en el que incluso ha llegado a responder por ella a las preguntas de varios compañeros.
Quizás haya que recordarle a Marc, y a muchos otros activistas con excesivo afán de protagonismo, que la mejor opción para un hombre aliado feminista es guardar silencio y dejar hablar a las mujeres, permaneciendo a su lado en la lucha.
Para completar el esperpento, Telecinco y La Fábrica optaban por preparar una oleada de conexiones en directo que complicaban todavía más la atropellada escaleta del programa. "Pero, ¿Fidel no ha entrado para hablar conmigo?", preguntaba estupefacta la entrevistada tras varios minutos de acribillamiento a su marido.
Este batiburrillo de debates paralelos, juicios de valor y lucha de egos dio como resultado un espectáculo dantesco del que Rocío Carrasco ha tenido la desgracia de ser testigo presencial. Si Mediaset pretendía realmente arrojar luz sobre la historia de la protagonista y contribuir a hacer justicia dos décadas después, ahora muchas personas de la cadena tienen que hacerse la pregunta que lanzó Yolanda Ramos durante su brillante intervención: "Rocío, ¿hemos estado a la altura?".