Ay, Risto, Risto… Ahora lo entiendo todo. Ahora entiendo que hace apenas dos semanas bajaras del Olimpo para dedicar unos minutos de tu venerable tiempo a tuitear contra alguien que "no ha demostrado nada en la vida" porque había osado titular ‘Todo es mentira’... o no: Risto Mejide se olvida de hablar del juicio a Cristina Cifuentes.
"Ahora que su juicio está visto para sentencia, y pase lo que pase con la misma, tengo que decir que creo firmemente en la inocencia e integridad de Cristina Cifuentes. Espero que así lo ratifique la justicia. Y si no, mi amistad seguirá intacta. Faltaría más", tuiteabas este pasado fin de semana.
Tuve que volver a leerlo una y otra vez. No daba crédito. Tú, señor Mejide, aquel que firmaste aquella columna por la que tanto se te aplaudió en la que pedías a los políticos que han violado, sodomizado y puesto del revés el sistema democrático "se largaran"; diciendo que te da igual que Cifuentes sea condenada por saber que el acta de su Máster era falsa.
Tú, señor, aquel que no concedías la presunción de inocencia a ningún político "porque cuando uno deja que ciertas cosas ocurran, acaba siendo cómplice aunque solo sea por ignorancia, por desidia u omisión"; excusando que una expresidenta de la Comunidad de Madrid haya podido haber mentido a sus ciudadanos.
Tú, señor, aquel que cada tarde te proclamas en redentor de la verdad, en el guardián del buen periodismo, en el vengador de las fake news, en el delator de los clickbaits, en el sanador de los medios de comunicación; defendiendo que no tratárais el asunto de Cifuentes en tu programa porque no era nada "reseñable".
Tú, señor, aquel que tenía como misión diaria destapar las cloacas del periodismo español poniendo contra las cuerdas a los grandes medios de comunicación y dictando sentencia sobre los titulares; ahora asumes que tu espectador no se merece estar informado sobre un juicio donde se resuelve si Cifuentes presionó para que se falsificara un documento oficial.
Tú, señor, aquel que decías que si un profesional se ve en esa tesitura de poner a alguien delante del espectador a alguien que va a mentir, da igual la cualificación que tenga, "tiene que negarse"; aspirando a volver a sentar en tu mesa a alguien que ha caído en contradicciones frente a un juez.
Resulta muy respetable dar la cara con tanto ahínco por una amiguita del alma. La lealtad es uno de los mejores tesoros. Aunque ojalá también la hubieras dado por tus compañeros Marta Flich y Javi Gómez cuando les tocó leer un rectificación en directo por intentar desprestigiar al rival ya que, casualmente, las dos veces librabas.
Cuéntanos, Risto, ¿con qué autoridad te puedes sentar a partir de ahora cada tarde a darle lecciones a los demás? ¿qué potestad tienes para eregirte en el Dios de la verdad? ¿no serás quizá también cómplice de ese sistema democrático puesto del revés con tu aireada postura?
¿Te has parado a pensar en el egoísmo de tus palabras? ¿En que con ellas pones en peligro la imagen de tu programa y del trabajo del abnegado equipo que hace tele todos los días? Piénsalo. O no. Lo mismo te da igual porque, en ese Olimpo al que te has autoelevado para "de vez en cuando hacer el capullo en televisión", no ves más allá de ti mismo.
Pero, oye, lo importante es que tu amistad con Cifuentes salga intacta. Faltaría más.