La globalización trajo la desindustrialización y la pérdida de poder tecnológico de Europa. Han hecho falta la Covid-19 y el bloqueo del canal de Suez por un barco, para comprender lo vulnerables que somos y la necesidad de tener un mínimo de industria en cada sector para mantener el know-how y hacer frente a situaciones críticas sin depender de terceros. La reindustrialización aparece así como una prioridad para Europa que España debería aprovechar para industrializar la España vaciada.

Es comprensible que en los años sesenta del siglo pasado, las infraestructuras deficientes llevaran a los empresarios a localizar sus empresas en las ciudades con tradición industrial donde tendrían fácil acceso a proveedores, personal cualificado y servicios.

Es menos comprensible que tras la llegada de la democracia, los dos grandes partidos que se han turnado en el poder hayan pactado con nacionalistas y separatistas pagándoles su apoyo con recursos que de haber ido a la España interior (incomprensiblemente la que aún les vota) habrían evitado que se vaciara.

Sería absolutamente incomprensible e imperdonable, que ahora, los dos grandes partidos causantes de los desequilibrios territoriales desaprovecharan la oportunidad de la reindustrialización y no crearan las condiciones para que las nuevas industrias, los centros de investigación y los servicios necesarios para sus actividades, se instalen en la España vaciada.

Con las infraestructuras, comunicaciones y servicios actuales, concentrar la producción industrial en dos áreas periféricas, no tiene ninguna justificación en términos puramente empresariales, menos aún si se tiene en cuenta el riesgo político. La mayoría de las grandes ciudades industriales europeas están en el interior, París, Lyon, Dusseldorf, Colonia, Stutgart, Munich, Milán, Manchester y muchas otras están en el interior sin que ello les haya impedido conquistar los mercados mundiales. Esto es así porque, hoy día, las oportunidades de negocio, salvo raras excepciones, dependen más de las ideas y de la audacia de los empresarios que de la localización de las empresas. Es por ello que la reindustrialización representa una oportunidad de oro para incentivar a las empresas a instalarse en la España vaciada.

En igualdad de condiciones, ¿de quién depende que las empresas se instalen en la España vaciada? En primer lugar de los empresarios. Desgraciadamente, la idea preconcebida de que no encontrarán personal cualificado en la España interior podría disuadir a muchos de localizar allí sus empresas. A este respecto, la Historia demuestra lo contrario. Los españoles han emigrado en busca de trabajo a destinos tan variados como América, Alemania, Cataluña o País Vasco.

Nada impide pensar que no quieran ir a la España vaciada, más aún si tenemos en cuenta que muchos trabajadores descendientes de los emigrantes de los sesentas, aún guardan fuertes vínculos con la tierra de sus padres, y que otros escaparían con gusto del nacionalismo supremacista imperante en sus lugares de residencia. Así pues, si las oportunidades se dan en la España vaciada, ésta se llenará de nuevo con trabajadores y profesionales de todo nivel.

Superado el temor a no encontrar personal en la España interior, los empresarios pronto comprenderán las ventajas económicas de encontrar suelo abundante y barato, impuestos municipales bajos y otras ventajas. Los jefes de personal comprenderán las ventajas de tener un personal que llega fresco al trabajo sin largos desplazamientos en metro, autobús o en atascos, que no está estresado por el siguiente pago de la hipoteca porque la vivienda cuesta menos en los pueblos, y que cuando los niños están enfermos, no falta al trabajo porque los cuidan los abuelos o los vecinos. Los departamentos de personal, pronto apreciarán que todas estas ventajas redundan en menores costes, mayor calidad de vida, y menor presión sobre los salarios, aumentando así la competitividad de la empresa.

Respecto a los dos grandes partidos causantes del desequilibrio territorial, lo razonable es pedirles que en su turno de gobierno creen algún tipo de incentivo a la localización de empresas en la España vaciada, pero si su ambición de poder les hace pactar con quien no se lo permite, lo mínimo que cabría esperar es que no estorben, ni por acción, favoreciendo a los de siempre, ni por omisión, no haciendo cosas necesarias para que los perjudicados de siempre tengan alguna oportunidad de lograr algo de industria por sí mismos.

Claro que para esto último, los gobiernos autonómicos deberían ser menos sumisos a las jerarquías de sus partidos, y los ciudadanos llevar el apunte para distinguir a la hora de votar los que aman a su tierra de los que solo aman a su sillón.

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