Hay veces en la vida en las que uno se da de bruces con la realidad. La realidad con mayúsculas. No sabemos lo que tenemos hasta que no estamos a punto de perderlo y necesitamos que alguien se una a nuestra causa, nos ayude, o simplemente haga lo que nosotros no podemos por incapacidad, impericia o indisposición.

El 24 de enero de este año pude comprobar cómo tenemos que estar muy agradecidos a los profesionales sanitarios, públicos y privados, que tenemos en nuestro país. Parece mentira que haya quien piense que España no es un gran país, pues lo es, lleno de gente comprometida y profesional, y ahora os diré por qué.

Aquel día sufrí un golpe muy fuerte en el abdomen, en el gimnasio, me ahorro los detalles. Un golpe tan fuerte que sabía que algo no iba bien dentro de mí. Me marché muy dolorido a casa, donde después de un rato me empecé a encontrar peor: dolor intenso, sudores fríos, temblor y arcadas. Todo un cuadro, por lo que finalmente llamé a una ambulancia de Adeslas urgencias, que dudo que tardara ni 10 minutos en llegar.

La médica, la enfermera y el auxiliar me estabilizaron y con gran pericia me desplazaron de casa a la ambulancia, pero cada vez me encontraba peor. Llegué al hospital, yo no había visto tanta bata verde a mi alrededor en la vida, eso ya me hizo sospechar de mi estado. Pasé por un tac y una eco, y cada vez que salía de una prueba preguntaba cómo estaba la cosa, siempre obtuve la misma respuesta “está regular”. Cuando te dicen esto es que ya te puedes ir poniendo unas gafas de sol para no deslumbrarte con la luz al final del túnel que en breve vas a ver.

Después de todas las pruebas, cables y vías incluidas me informa una cirujana con voz dulce, cosa que agradecí, que irremediablemente me tenían que operar, es decir, me iban a abrir. El asunto es que tenía tanto dolor, malestar, temblores y un largo etcétera, que me daba igual si me abrían o me cortaban a cachitos y luego los volvían a unir, me estaba muriendo. Si hay alguna situación consciente cercana a la muerte, era esa.

Pude saber después que había varios quirófanos operativos y que prácticamente todo el personal sanitario que estaban en ellos se acercó a mi quirófano a contribuir, ahí el personal se multiplicó, los intenté contar, pero era imposible. Realmente uno, aunque esté muy mal, cuando ve a tanto sanitario volcado en ti es que nada puede salir mal. Aun temblando como estaba, me quedé bastante tranquilo de dejar que aquellas batas verdes, que se movían a toda velocidad por mi alrededor, me operaran. Vi los rostros serios y concentrados de la gente que sabe lo que hace, y lo hicieron.

Después de varias inhalaciones por la mascarilla me quedé dormido. Solucionaron la hemorragia de unos dos litros de sangre y otros daños de menor importancia y cerraron. Medio despierto, al finalizar la operación, me trasladaron a la UCI, aquel día había una clientela masiva. Volví a ver nuevamente a muchos sanitarios dando vueltas en todas direcciones, me fijé especialmente en uno con bata blanca que andaba muy despacio con las manos a la espalda.

Como me encontraba mareado pensé que mi mente lo había puesto allí y que no existía realmente, pero decidí llamarlo y vino, le pedí ver a mi mujer y me dijo muy resuelto y sonriente que en breve la vería, cosa que me hizo sospechar nuevamente si aquel tipo existía realmente o no, pero puestos a pedir le dije además que me dolía mucho la barriga, llamó a una enfermera y le ordenó que me pusieran más morfina. Claro, yo al ver que la enfermera accedió comprobé que el tipo era de verdad y no era fruto de mi imaginación, más bien a mi situación.

Al día siguiente me pasaron a planta, a la segunda concretamente, donde quedé al cuidado de la enfermería. Tengo que decir que el trato recibido fue exquisito, desde enfermeros y enfermeras, pasando por las auxiliares que me aseaban, las mujeres que repartían la comida, e incluso las limpiadoras. He estado físicamente muy mal, pero los cuidados y mimos recibidos han sido un gran paliativo a mi situación. Espero no haberme dejado a nadie atrás, si es así, pido disculpas.

Esta es mi forma de agradecer a todas esas personas que me retuvieron en este mundo con su gran trabajo, no tengo forma ni manera de agradecerles devolverme a la vida, igualmente a quienes me cuidaron y atendieron en el postoperatorio. Hemos de estar inmensamente agradecidos a nuestros profesionales su nivel de compromiso y entrega, estamos en sus manos cuando más lo necesitamos y es de justicia reconocerles su labor. Va por ellos, muchas gracias.