Darse el “Sí, quiero” ante un altar o ante una puesta de sol ha sido siempre una manera de sellar con silicona episodios contractuales entre dos personas de la raza humana. Romeo y Julieta lo hicieron de forma clandestina e incluso se suicidaron por amor. Una desgracia. Otros que también acabaron en el tálamo de la desdicha amorosa fueron los amantes de Teruel. Cosas del querer y de un romanticismo con golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar.

Doña Carmen Calvo, secretaria de Igualdad y número cuatro del PSOE, ha declarado que “conviene acabar con el estereotipo del amor romántico, porque se trata de un machismo encubierto”  Es tanto como decir que la culpa de todo el desamor entre parejas la tienen los grandes poetas. “Dime, mujer, cuando el amor se olvida ¿sabes tú adónde va?  A ver quién es el valiente que le corrige a Bécquer, por mucho que la señora Calvo pregone sus reticencias románticas

    



En esta catarsis de extraña mixtura que nos rodea, cabe destacar la polivalencia del ser humano para escurrir el bulto.  Yo diría que cuanto más difícil es conseguir entender como somos y a qué dedicamos nuestro tiempo libre, más camaleónicos nos presentamos en sociedad. Habrá que deducir que estamos más próximos a la intolerancia a la lactosa que a la de ideas propias. Lo digo porque mezclar cuestiones de amor romántico con machismo es una  de esas exaltaciones para ganar audiencia. A buen seguro que tanto Romeo  y Julieta, como los amantes de Teruel, fueron franquistas y de ahí vienen estas cicatrices. Otra cosa no se entiende. 

  



El amor, en sus diversas revelaciones, guarda para sí el enigma de lo que está por llegar. Es el secreto mejor guardado. Hoy en día la relación de pareja no se sustenta en la cursilería, sino en la higiénica cultura del respeto. “El amor es fe y no ciencia”, según Gustavo Adolfo Bécquer. Por lo tanto, la cuestión es saber diferenciar el amor romántico del empalague y la tiesura.

De ahí que todo lo que tenga que ver con tan ilustres y diversos poetas de culto pasional nada tenga que ver con la oligofrenia tan de moda que lo tilda casi todo a lo no correcto. Es la nueva pandemia en una sociedad insensible y aferrada a la nueva doctrina  del mal gusto. En resumen, son las migrañas de  quienes aún no han descubierto el alma de la bonanza. A ellos les diría que guarden sus banalidades para otra vida posterior. 

  

Es tal el hartazgo emocional en esto de las igualdades que al final hay que aplaudir a quienes se casan consigo mismo. El ser humano se está perdiendo tantos entusiasmos que nada de extraño tiene su aislamiento social. Hay quien se ha casado con un árbol. Y tan feliz, a decir del guarda forestal de la zona. Hace poco una joven lo hizo con ella misma sin renunciar a  una celebración por todo lo alto. Sologamia es la moda para ser soltero pero prometiéndose  fidelidad así mismo,  sin dejar de hacer votos  para lo bueno y lo malo,  en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte le separe sin necesidad de romper el corazón del compañero o compañera. 



La sologamia transita por el plácer de la tranquilidad que otorga la no rivalidad ni el compromiso con pareja alguna. No hay confrontaciones. Lo blanco es blanco y lo negro es negro.  El ronquido nocturno lo es de un solo uso y el cepillo de dientes no comparte gingivitis amorosa. Es lo que hay.  Mientras tanto la soledad acecha. La vida no comunicada se vuelve adicta al egoísmo del individuo a la vez que se fustigan  las conciencias de buen pensar y mejor hacer. El nuevo orden se disfraza de nueva moral y el amor compartido se vuelve ciencia en detrimento de la fe por un amor en lista de espera con riesgo de exclusión social. 



Se puede tener un cuento de hadas sin príncipe. Tampoco princesas. Todo está en el individuo como ser excepcional y en su capacidad de amar. El resto es sinónimo de frustración, de soledad, de falta de ilusión, de no compromiso, de educación y de ganas de inventar una vida quizás ya inventada mucho antes de nacer la estupidez humana como elemento contaminante.

Quien quiera casarse consigo mismo me parece bien. Siempre será mejor que hacerlo con quienes tratan de cambiar el amor romántico por el simple hecho de no entender que la poesía es la  más depurada manifestación, por medio de la palabra, de los sentimientos, emociones y reflexiones que puede expresar el ser humano en torno a la belleza, el amor, la vida o la muerte.   

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul./¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?/Poesía... eres tú. Si esto es machismo encubierto, yo soy Tántalo, hijo de Zeus.