No, este artículo no va del mono-tema catalán. No va de los pactos que puedan producirse para concurrir a las próximas elecciones del 21-D.

Tras cuarenta años de democracia aún siguen pendientes pactos de Estado como el de la educación, la justicia o el que aquí voy a citar. Temas que lejos de arreglarse han servido de arma electoral y han ido parcheándose a voluntad del gobierno de turno.

En las noticias televisivas de hace unos días, una vecina de una población situada dentro de los Montes de Toledo realizaba el cotidiano gesto de abrir un grifo sin que cayese ni gota de agua. Nueve pueblos de esa zona tienen amenazado el abastecimiento para consumo humano y ya andan con restricciones.

La noticia no merecía más que la quinta o sexta posición dentro de la parrilla del noticiario y por lo que he podido constatar después, no es un tema que se comente en la calle ni que preocupe demasiado. Las tertulias de radio, las de bar y hasta las de patio de colegio, -sobre todo estas últimas si son en Cataluña-, siguen copadas por el procés. Tal vez por eso me vino a la mente la imagen de una España desértica, cuarteada, llena de esqueletos muertos de sed pero debidamente amortajados con su banderita, -cada uno la suya-, un ideario en la mano, -cada uno el suyo-, y en la cara esa característica falsa sonrisa que presentan las calaveras descarnadas. Tan falsa como la pretendida independencia.

Otros medios se han hecho eco de la delicada situación con idéntico resultado, pero a mí me llamó especialmente la atención, hace pocos días, la entrevista realizada por una conocida emisora de radio a la ministra de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.

Isabel García Tejerina facilitó, en un primer momento, datos demoledores sobre la pertinaz sequía que dura ya cuatro años y que no afecta solamente a zonas que tradicionalmente la sufren, como Levante, sino que también se ha cebado con otras zonas habitualmente húmedas como Galicia. Añadió la ministra datos igualmente descorazonadores sobre el déficit hidrológico del año en curso y sobre la pesimista previsión de lluvias para el último trimestre, ya confirmada en octubre, donde teóricamente deberían recogerse el 40% de las precipitaciones anuales.

Por eso la ministra abogaba por un pacto nacional del agua en el que de una vez por todas se acometan obras de previsión y justo reparto. No es de recibo que a cada cambio de gobierno cambien los planes hidrológicos en función de ideologías o caprichos. Ahí están, por ejemplo, la derogación del trasvase del Ebro de Zapatero o las costosas y nunca bien planificadas desalinizadoras de la exministra socialista Cristina Narbona.

Lo que resulta desalentador, tal y como apuntaba la actual ministra, es que una vez alcanzado el posible pacto, haría falta mucho tiempo para cumplir con los trámites administrativos, expropiar terrenos, realizar obras, etc… Un tiempo que tal vez no tengamos y que hemos derrochado tirándonos planes hidrológicos a la cabeza.

Pero lo que acabó de hundirme (nunca mejor dicho) fue que, mientras el presentador de la emisora era optimista sobre la buena disposición que todos los partidos políticos deberían tener para alcanzar un acuerdo en un tema tan trascendental, la ministra mostraba su escepticismo a tal respecto. Y yo también.

Viendo la forma de hacer política en los últimos tiempos en este país, con pocas propuestas, mucha parrafada vana, gestos barriobajeros y resurrección de Franco cada dos por tres, me atrevo a vaticinar que veremos a algún partido con ínfulas ecologistas desmarcarse del pacto aduciendo, tal vez, que cualquier solución hidrológica estaría basada en los pantanos franquistas opresores de ese agua que ha de correr libremente. Tal vez veamos a partidos antisistema proponer que las tribus bailemos la danza de la lluvia y que almacenemos el líquido elemento en los excedentes de esponjas que no se utilicen para la menstruación. Y puede que, tal vez, veamos a partidos nacionalistas solicitar una red hidrológica propia con una calidad de agua especial para mantener su RH o ADN diferenciador como raza superior que son.

Es posible que veamos al Sr. Hágalo-Vd-mismo-Rufián, en el congreso, mostrando un botijo puramente español en lugar de su impresora soberanista. La cuestión es seguir montando el numerito, sin aportar nada más, pero trincando la pasta del Estado. Para más desasosiego, además de partidos políticos parece ser que en el debate han de participar, infinidad de asociaciones, entidades públicas y hasta ONG’s por lo que la directora general del Agua, Liana Ardiles, ya se ha puesto a escucharles. No tiene pinta de que esto dure cuatro días.

Vamos que, aunque el tema catalán se desinfle, tenemos nuevo espectáculo asegurado y casi seguro que el pacto hará agua por todas partes.

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