Nos encontramos tal vez ante la situación más grave que amenaza el sistema constitucional de libertades y garantías, seguramente con la excepción del 23-F de 1981, que nos otorgamos todos los españoles a través de la Constitución de 1978 y que ordenó y reguló la vida política y democrática, junto a la posterior consecución de los diferentes Estatutos de Autonomía para cada región, comunidad autónoma o nacionalidad histórica y la regulación de los correspondientes procesos electorales regulados por la norma máxima.

Fueron muchos años de sacrificio y abnegación, principalmente por parte de los partidos de izquierda, con un protagonismo especial del movimiento obrero, es significativo resaltar que la obra no fue sólo construcción del rey Juan Carlos y el presidente Adolfo Suárez, como para ver ahora poner en marcha un proceso de demolición de un sistema político, que con todas sus carencias, ha sido el mejor para dotarnos de un Estado social y democrático de derecho que permitía a las personas realizar su proyecto de vida al tiempo que garantizaba su participación en la vida política.

La violación del Estatut de Autonomía catalán el pasado 6 y 7 de septiembre por las fuerzas independentistas en el Parlament de Cataluña y la culminación de una fallida Declaración Unilateral de Independencia en el día 27 de octubre, por cuanto no ha conseguido el reconocimiento de ningún Estado del mundo, ninguno, y además ha conseguido unir a los partidos del bloque constitucional, además de la condena explícita de las instituciones europeas, supone un ataque directo a la Constitución del 78. De manera que, como sabiamente expuso hace unos días Nicolás Sartorius, no estamos hablando sólo de una cuestión de independencia sino de salvaguarda de la democracia.

Me ha entristecido especialmente ver estos días a algunos políticos jóvenes que se autodenominan de izquierdas, vilipendiar a personas que lucharon contra el franquismo y por el régimen constitucional, como es el caso del citado exdirigente del PCE y CCOO que sufrió años de cárcel tras el famoso juicio 1001. De ahí la necesidad de que algún milenial escribiese esto, muchos deberíamos apuntar en este sentido, en lugar de caer en la trampa propagandística de la formación morada que aborrece de sus mayores, diciendo cuidado, respeto.

En su pasión por denostar el “régimen del 78”, los representantes de movimientos antisistema, singularmente agrupados en la CUP en Cataluña y una parte de Podemos, se han rendido a la tentación del compadreo con los independentistas, llegando a provocar una fisura en sus propias filas. La alianza espuria entre los agitadores antisistema, la adinerada burguesía nacionalista representada por PDCAT antes CIU, que pretende esconder la ingente corrupción de años atrás, no traerá la independencia a Cataluña, pero hace peligrar el equilibrio de fuerzas en la democracia española.

Impagable la actuación política de dirigentes como Miquel Iceta o Josep Borrell o favor de la convivencia y la concordia social que algunos dirigentes catalanes se han empeñado en dinamitar. Paz y civismo que deben mantenerse hasta el 20D.