Por Guillermo Caravantes, vulcanólogo de la Open University

El Nanga Parbat (8126 m.) o “montaña asesina” es un hervidero de actividad y noticias. La prensa internacional (Le Dauphiné Libéré, La Gazzetta dello Sport, Fakt, El País, etc.) está siguiendo en detalle las evoluciones de los equipos que tratan de conquistar por primera vez la montaña en esta estación invernal. La situación cambia minuto a minuto, y en los últimos días hemos asistido al abandono, debido a las extremas condiciones ambientales y a las dificultades económicas, de 2 los 4 equipos (polacos y polaco-franceses) que quedaban trabajando en la montaña. También hemos visto como los 2 equipos restantes se fusionaban. Y en esta fusión es donde radica la sorpresa. El equipo de escaladores español-iraní en el que se encuentra nuestro Álex Txikón (al que ya se unió el italiano Daniele Nardi en fechas pasadas) ha aceptado unir fuerzas con el grupo italiano, a pesar de que esto supone aceptar que estos se aprovechen del durísimo e impecable trabajo de equipamiento de la montaña llevado a cabo por el grupo internacional. Los italianos (el experto himalayista Simone Moro y Tamara Lunger) han recogido así su material y abandonado su vertiente de la montaña, y se han incorporado al equipo de los otros 3 alpinistas. ¿Quién dijo que la exploración no es una actividad deportiva diferente?

Esta especie de selección natural orgánica que está teniendo lugar a marchas forzadas sobre el Nanga Parbat –uno de los únicos dos ochomiles del mundo que nunca han sido ascendidos en invierno– nos da testimonio de los diferentes niveles de preparación técnica-logística de cada uno de los equipos, pero también de factores aleatorios difícilmente controlables a priori por los alpinistas. Sin embargo, en este terreno de la incertidumbre, el equipo de Álex Txikón ha demostrado saber desenvolverse con maestría. No sólo han sido prudentes y han evitado quedar expuestos a las condiciones meteorológicas más adversas, sino que en menos de un mes han dejado preparada la montaña para un ataque a la cumbre. Esta equipación de la montaña es un factor crucial, pues permite que en el momento de la ascensión final, las cuerdas fijas y los depósitos de alimentos y material distribuidos a lo largo del camino reduzcan de manera considerable el supremo esfuerzo que los alpinistas deben llevar a cabo al encontrarse entre los 6000 y los 8126 metros sobre el nivel del mar.

Después de 28 años seguidos de ataques a la cumbre del Nanga Parbat invernal con un 0% de éxito, la expedición liderada por Ali Sadpara (Irán), y Álex Txikón, junto con los tres italianos, está cerca de conseguirlo. En estos momentos, el equipo descansa en el campo base a la espera de una tregua en los vientos de hasta 160 km/h (equivalente a un huracán de categoría 2 en la escala Saffir-Simpson) que azotan la montaña (y según las previsiones, lo seguirán haciendo hasta el día 4 de febrero).

Esta evolución de la situación en el Nanga es paradigmática de los dos corazones que laten en el seno del alpinismo de vanguardia. Por un lado, el más comercial y competitivo. Hay que recordar que las expediciones de este tipo son posibles gracias al apoyo económico y logístico de patrocinadores que obtienen rentabilidad económica de los titulares de prensa producidos por los escaladores. Un “buen resultado” de la expedición garantiza así contratos más sustanciosos para los deportistas. Esto ha aumentado la presión sobre los alpinistas de élite, que se ven obligados a rendir, y tentados a fabricar historias si no lo hacen.

El engaño más notable de los últimos tiempos es el de Oh Eun-Sun, la himalayista coreana que se inventó una ascensión al último de los 14 ochomiles que le quedaba por conquistar con tal de batir en la carrera a Edurne Pasabán como la primera mujer en completar el reto. Incluso Paul Ryan (Presidente del Congreso de los Estados Unidos) fabricó una historia sobre sus hazañas montañeras en Colorado que fue desenmascarada. Sin embargo, todas estas prácticas no difieren sustancialmente de los programas de dopaje o las conductas poco éticas de deportes como el atletismo, ciclismo, tenis o fútbol; impulsadas por los enormes intereses económicos creados a su alrededor.

Pero es justo en este punto en que el alpinismo difiere de otras prácticas deportivas. Mientras que los ejemplos en los que un competidor ha ayudado a un rival directo son tan escasos en otros deportes que se hacen vídeos recopilatorios en Youtube en conmemoración de tan magnos acontecimientos; en el alpinismo ocurren de manera habitual. La compasión, generosidad y solidaridad siguen formando parte del ADN de este deporte, y se muestran en los escaladores que arriesgan sus vidas para rescatar personas a las que no conocen; o como en el caso de Álex Txikón y Ali Sadpara, considerando amigos –y no rivales– a aquellos que comparten tu sueño.

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