
Buñuelos de anís.
Mi abuela aragonesa tiene la receta de los mejores buñuelos de anís: están exquisitos y se hacen en 5 minutos
Durante la Semana Santa o en celebraciones familiares, estos buñuelos son protagonistas en muchas cocinas rurales y urbanas de Aragón.
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Durante la Cuaresma y especialmente en Semana Santa, las abuelas aragonesas sacan a relucir su recetario más tradicional y goloso, lleno de dulces humildes pero sabrosísimos, hechos con ingredientes básicos y mucho cariño.
Las torrijas son un clásico que no falta en casi ningún hogar aragonés durante la Semana Santa. Se hacen con pan asentado, leche, huevos, azúcar y canela. Algunas abuelas las aromatizan con piel de limón o incluso les echan un chorrito de anís o vino.
Sin embargo, un dulce que no puede faltar son los buñuelos de anís, uno de esos dulces que llevan el sello inconfundible de las abuelas aragonesas: recetas transmitidas de generación en generación, hechas con ingredientes sencillos, mucho mimo y un sabor que reconforta. Durante la Cuaresma o en celebraciones familiares, estos buñuelos son protagonistas en muchas cocinas rurales y urbanas de Aragón.
Los buñuelos de anís son pequeñas bolitas o porciones de masa fritas, que quedan esponjosas por dentro y crujientes por fuera. Lo que los distingue en Aragón es ese toque de anís (ya sea en forma de licor, esencia o incluso anís en grano) que les da un aroma y sabor muy característico.
Ingredientes
Huevos
Harina
Azúcar
Levadura o gaseosas
Leche
Un chorrito de anís (licor)
Ralladura de limón o naranja
Aceite para freír
Azúcar para espolvorear
Paso 1
Se baten los huevos con azúcar hasta que blanqueen.
Paso 2
Se añade la leche y el anís, junto con la ralladura de cítricos.
Paso 3
Poco a poco se incorpora la harina con la levadura, hasta obtener una masa cremosa y algo espesa.
Paso 4
Se fríen cucharadas pequeñas de masa en aceite caliente (a fuego medio, para que no se quemen por fuera y queden crudos por dentro).
Paso 5
Una vez dorados, se escurren sobre papel y se rebozan en azúcar, o a veces se bañan en miel caliente.
Más allá de la receta en sí, lo que hace especiales a los buñuelos de anís es el contexto: el olor que inunda la cocina, el sonido del aceite burbujeando, y la conversación alrededor de la mesa mientras se enfrían. Son un símbolo de hospitalidad y memoria gastronómica.
Una de las grandes ventajas de estos buñuelos es que no requieren fermentación prolongada, como algunos panes o masas más elaboradas. Se preparan con levadura química (tipo Royal) o gaseosas en polvo, lo que permite que se frían al momento de mezclar los ingredientes. En menos de media hora puedes tener una fuente rebosante de buñuelos recién hechos.
Aunque los buñuelos tienen raíces muy antiguas (ya los romanos hacían masas fritas dulces), su versión con anís se ha popularizado especialmente en regiones como Aragón, donde el anís siempre ha sido un licor muy presente en las casas rurales. Se usaba para dar alegría a los dulces en épocas de escasez de ingredientes más lujosos.
Durante la Cuaresma o la Semana Santa, cuando no se comía carne ni se hacían grandes celebraciones, las abuelas preparaban buñuelos como un capricho sencillo que endulzaba la austeridad de esos días. El anís, además, tenía fama de ayudar a la digestión y de reconfortar.
Cada pueblo tiene su variante. En unos se usan gaseosas, en otros solo anís en grano. Hay quien les da forma con dos cucharas, y quien los hace con las manos. Pero el espíritu es el mismo: una receta nacida del cariño, de la cocina sin prisas y del deseo de compartir algo bueno con los demás.
En la provincia de Huesca, especialmente en los pueblos de los Pirineos, las abuelas tienen la costumbre de hacer la masa más aireada y ligera, casi como si fuera una mezcla de masa de tortas y crema pastelera. Para ello, incorporan un poco de leche caliente con la levadura química, lo que hace que la masa suba más rápidamente al momento de freírla. Además, las abuelas oscenses suelen usar anisetes (anís en grano) en lugar de licor de anís, lo que aporta un toque más natural y fresco al buñuelo.
En Zaragoza, los buñuelos suelen tener un toque cítrico que les da una fragancia única. Las abuelas zaragozanas incorporan a la mezcla de la masa ralladura de naranja o incluso un chorrito de su zumo, lo que añade frescura y un sabor especial. Este toque de naranja va muy bien con el anís, creando un contraste delicioso.
En Teruel, las abuelas son famosas por hacer buñuelos más grandes, que se fríen lentamente a fuego bajo. Esto permite que queden tiernos por dentro y crujientes por fuera, lo que se considera un sello de calidad. El truco consiste en dejar que la masa repose un poco antes de freírla, de manera que se asienten bien los sabores del anís y la textura sea más suave.
Cada zona de Aragón tiene su propio truco para hacer los buñuelos de anís, adaptando la receta a los ingredientes locales y a sus costumbres. Desde los buñuelos más aireados de Huesca hasta los grandes y tiernos de Teruel, pasando por los con toque de naranja de Zaragoza y la miel de los Monegros, estos dulces son una forma de disfrutar de las tradiciones aragonesas, en todas sus variantes y con el cariño que caracteriza a las abuelas de la región.