Aragón es tierra de pintorescos pueblos, y naturaleza impresionante. La cultura y la historia en Aragón se rodea de belleza gracias a los paisajes. Tanto en Huesca como Zaragoza y Teruel cuentan con pueblos medievales, y monumentos históricos dignos de conocer como fortalezas, castillos y palacetes.
En las tres provincias de Aragón encontramos edificios históricos que evocan tiempos pasados llenos de belleza, cultura y leyendas. Entre sus muros encierran la memoria de una época que ya no volverá pero que es ampliamente estudiada y sigue despertando el interés de muchos.
Ubicado en el corazón de Aragón, el castillo de Peracense emerge como uno de los monumentos medievales más enigmáticos y cautivadores de España. Situado en la Sierra Menera, sobre una colina de arenisca roja, esta fortaleza, integrada en la roca, es famosa por su historia como bastión defensivo, su singular arquitectura y su función como prisión.
La fortaleza representa una obra maestra de ingeniería medieval que atrae a visitantes y estudiosos de todo el mundo. La fortaleza, completamente restaurada, ofrece una experiencia única a sus visitantes, quienes pueden recorrer sus muros y explorar sus vistas panorámicas sobre la Sierra Menera y el cerro de San Ginés.
Además, su historia, que abarca desde batallas medievales hasta usos insospechados como prisión y cuartel, convierte la visita en un auténtico viaje al pasado. El castillo de Peracense puede visitarse durante todo el año, en los meses de otoño e invierno el horario de visitas es de 10.30-14.00 y por la tarde 15.30-18.00. Las entradas rondan los tres euros, aunque hay tarifas con descuentos para grupos escolares, jubilados y menores de 14 años.
La historia del castillo de Peracense y su relevancia en Aragón
Este castillo fue construido en el siglo XIII sobre una antigua fortificación islámica. Su localización estratégica en el límite de Aragón y Castilla lo convirtió en un punto clave para la defensa de la región, especialmente durante la guerra de los Pedros, en el siglo XIV. Gracias a su diseño y a los materiales empleados en su construcción, el castillo de Peracense fue considerado prácticamente inexpugnable.
La fortaleza fue ampliada y restaurada en los siglos XIV y XV, alcanzando su diseño actual y consolidando su estatus como una de las defensas fronterizas más importantes de la región. Sin embargo, la historia del castillo de Peracense no se limita a sus funciones defensivas: a partir del siglo XVI y con la unión de las coronas de Aragón y Castilla, el castillo se convirtió en una prisión, especialmente relevante en su época.
Una de las características más impresionantes del castillo de Peracense es su fusión con el paisaje natural. La construcción emplea piedra rojiza de arenisca rodena, un material característico de la zona que se extrae de las mismas formaciones rocosas sobre las que se erige la fortaleza.
La topografía del terreno y la elección de materiales contribuyeron a hacer de Peracense un enclave prácticamente impenetrable. Sus altos muros, combinados con la roca natural, ofrecían una defensa única que dificultaba el acceso a los atacantes y permitía una excelente vigilancia de los alrededores.
La función del castillo como prisión
Cuando el castillo de Peracense dejó de ser necesario como fortaleza defensiva, en el siglo XVI, comenzó a desempeñar un papel distinto, pero no menos relevante. Convertido en cárcel de la Comunidad de Daroca, el castillo ofrecía condiciones óptimas para mantener prisioneros, especialmente debido a su aislamiento. En 1562, el castillo ya contaba con cadenas y argollas especialmente dispuestas para la contención de los presos.
Durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), el castillo fue reutilizado como cuartel militar por el ejército liberal, y se convirtió nuevamente en un lugar de contención y defensa. Esta función, sin embargo, sería la última que desempeñaría antes de caer en el olvido.
Con el tiempo, la fortaleza fue perdiendo importancia y finalmente fue abandonada. El castillo fue objeto de saqueo; muchos de sus materiales fueron reutilizados, y su interior incluso sirvió como cantera de piedras de afilar.
A mediados del siglo XX, durante la posguerra, el castillo y sus alrededores sirvieron como pasto para el ganado local. No fue hasta hace unos años cuando se iniciaron labores de restauración.