Aragón es una Comunidad Autónoma llena de riqueza, tanto en su cultura como en la gastronomía o en la naturaleza. A veces, muchos se empeñan en buscar fuera de las fronteras grandes vistas o paisajes, sin saber que los más bonitos se pueden encontrar más cerca de lo que piensan.
El Pirineo es el gran atractivo de Aragón, pero Teruel y Zaragoza esconden también lugares muy especiales. Por ejemplo, a una hora en coche de Zaragoza (unos 80 kilómetros) se localiza el municipio de Grisel, en la comarca de Tarazona y el Moncayo, a escasos minutos del Parque Natural.
Grisel es un pequeño pueblo de 93 habitantes (según datos del INE de 2023) con una enorme riqueza paisajística. La localidad llama la atención de los extranjeros por la conservación de su castillo del siglo XIV.
Según expone el Ayuntamiento de Grisel, este castillo gótico ha sido restaurado durante 30 años y en 2014 abrió al público. En su interior se encuentran habitaciones con una decoración inspirada en diferentes géneros literarios y el castillo puede alquilarse para reuniones, cenas medievales, bodas y eventos. Además, al lado se ubica la iglesia renacentista de Nuestra Señora de la Asunción.
Sin embargo, más allá de esta construcción, el principal encanto es el Pozo de los Aines, que presenta una preciosa y peculiar apariencia y guarda una increíble historia.
En la página web del Ayuntamiento de Grisel describen el Pozo de los Aines como una dolina de 22 metros de boca, 23 de profundidad y hasta 32 metros de desnivel. Esta fue formada por el hundimiento de estratos calizos y yesosos, debido a la acción de las aguas subterráneas.
Gracias a su microclima, con unos 10 grados de media anual, la vegetación predomina y contrasta con la de los aledaños. Además, esta temperatura y humedad permiten encontrar plantas que no se ven en lugares de esta altitud. Desde helechos silvestres a la lengua de ciervo o resistentes lianas.
Concretamente, se encuentra al oeste de Grisel en un campo de olivos propiedad del consistorio de la localidad y a una altitud de 617 metros y su nombre ‘Aines’ tiene el origen en el árabe, manantial o fuente.
Leyenda
La leyenda popular cuenta que en 1535 muchos de los vecinos que residían en Grisel eran moriscos, pero en secreto seguían practicando la religión islámica. Así pues, uno de estos, el pudiente Hamet-Ben-Larbi, se fue a trabajar un día teóricamente festivo para los cristianos (se dice que era domingo). Junto a sus caballerías, acudió a una era para comenzar con sus labores. Entonces, se escuchó un fuerte ruido. Según narra esta leyenda, estos desaparecieron en un agujero, el actual Pozo de los Aines, como castigo de Dios.
También hay quienes imaginan que ahí vivían ermitaños o incluso que existían pasadizos que comunicaban el pozo con el castillo, permitiendo los túneles escapar de la fortaleza. Otras lenguas hablan de que debe su nombre a una chica que cayó en él, Inés.
Desde 2013 puede visitarse de manera gratuita y seguro que todos los que acuden a contemplarlo no se quedan indiferentes.