Alicante

El físico teórico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alex Gómez-Marín (Barcelona, 1981) vuelve a EL ESPAÑOL De Alicante con la sección 'Los márgenes de la consciencia' donde avanza las claves de sus investigaciones como director del laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante. 

En esta sección hemos abordado lo que llamas “los márgenes de la consciencia” entendidos como experiencias extraordinarias, pero también insistes en que hay estados ordinarios o cotidianos que son fascinantes.

Exacto. Trazar el territorio de los márgenes de la consciencia no solo tiene que ver con que se te aparezca la Virgen en un accidente de tráfico mortal. Hay fenómenos que todos nosotros podemos experimentar en nuestro día a día y que son puertas traseras al misterio de la consciencia humana. A mí me gusta llamarlos los “misterios de la vida cotidiana”. 

 ¿Han sido estudiados por la comunidad científica?

Paradójicamente es posible que estos otros márgenes de la conciencia hayan sido aún menos estudiados que los que hemos ido mencionando anteriormente, como las experiencias cercanas a la muerte o los sueños lúcidos. Precisamente porque los tenemos a plena luz del día, no nos damos cuenta de que están ahí, al alcance de todo el mundo. Me interesa abordarlos no sólo científicamente, sino que la gente se dé cuenta de que están ahí, a mano, en su día a día.

Dame algunos ejemplos.

Uno de ellos sería el bien conocido “efecto placebo”. Lo damos por hecho, pero es increíble: si crees que una pastilla te va a curar, la probabilidad de que te cure es mayor que si no lo crees. Las farmacéuticas tienen que demostrar científicamente que sus productos químicos sobrepasan lo que nosotros mismos podemos conseguir con nuestra propia mente. Nuestro cuerpo es maravilloso.

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Otro sería la “sincronicidad”, que se da cuando ciertas coincidencias son especialmente significativas. Este es un concepto que introdujo el psicólogo transpersonal Carl G. Jung. En sus conversaciones con científicos muy notables, como el premio Nobel de física Wolfgang Pauli, sugirieron que la sincronicidad conecta un evento objetivo con otro subjetivo, pero que tal conexión no viene por un mecanismo extrínseco, sino que tiene que ver con su contenido significativo. 

Pauli estuvo obsesionado con el número 137, pues en física parece que ese número guarda algún secreto importante sobre las constantes fundamentales del universo. Tras ser ingresado en la habitación número 137 de un hospital, el físico supo que no saldría de allí. Y, en efecto, allí murió, en la 137. ¿Causalidad? No. ¿Casualidad? Probablemente tampoco.

Estos fenómenos suceden, pero las explicaciones, efectivamente, no están claras. Y además sugieren ideas intrigantes que alteran las bases no solo de la física, sino de lo que entendemos por la realidad. 

¿Qué te lleva a incluir unos casos como márgenes de la conciencia ordinarios frente a otros? ¿Es la ausencia de una explicación clara sobre por qué se dan estos fenómenos? 

Estos fenómenos suceden, pero las explicaciones, efectivamente, no están claras. Y además sugieren ideas intrigantes que alteran las bases no solo de la física, sino de lo que entendemos por la realidad. 

Volviendo a la sincronicidad, por ejemplo, se abre una grieta entre las cadenas causales y las simples causalidades. No es ni una cosa ni la otra. La implicación teórica es brutal: mente y materia serían dos aspectos de una misma realidad subyacente (como las dos caras de una misma moneda), conectados por un principio “no-causal”. Esto nos ofrece otro espacio para concebir ciertos fenómenos que parecen inexplicables y que seguro que muchos de nosotros hemos experimentado en nuestro día a día.

¿Es por ello por lo que insistes en nombrarlos como “márgenes de la consciencia”?

Sí. Creo que puede servir para darnos cuenta de que viajamos casi siempre en piloto automático. No solo cuando vamos conduciendo, sino cuando alguien nos habla, cuando estamos con nuestros hijos, cuando paseamos por la playa. Y, sin embargo, la vida nos regala tantos pequeños “márgenes” en los que es posible darse cuenta de que estamos aquí, ahora… En ese momento nos sabemos más vivos que nunca.

Mencióname otro ejemplo que tenga que ver con las ciencias de la mente.

Otro sería el “déjà vu”, que en español se traduce como “ya visto”. Durante un breve instante extendido de tiempo sentimos que “esto ya lo he vivido antes”. Este estado de consciencia es fascinante para los neurocientíficos, pues el presente se hace recuerdo, a la vez que el pasado se hace presente. Es como si el pie de la percepción y el pie pie de la memoria se pisaran el uno al otro.

De nuevo, casi todos hemos experimentado un “déjà vu” alguna vez. Si estamos atentos podemos degustar los márgenes de la consciencia, pues hay algunos de ellos que son, podríamos decir, democráticos. No hay que ir siempre a lo espectacular en personas excepcionales. Entre lo ordinario y lo extraordinario está lo que podríamos llamar “super-normal”.

Es fácil engañar a los demás, y, más aún, engañarse a uno mismo. Esta es, creo yo, la revolución que están a punto de sufrir las neurociencias actuales.

¿Pero no son estos fenómenos simplemente errores cognitivos?

Quizás, aunque no creo que sea esa toda la verdad. Los márgenes de la consciencia son posibles grietas a una mayor comprensión de la realidad. En la mítica película “The Matrix”, cuando los protagonistas ven pasar un gato que recuerdan ya haber visto pasar se dan cuenta de que algo falla. Sospechan que algo no cuadra en su visión del mundo, que a menudo viven como una simulación, y se disponen a ir más allá, enfrentándose a lo desconocido. Es fácil engañar a los demás, y, más aún, engañarse a uno mismo. Esta es, creo yo, la revolución que están a punto de sufrir las neurociencias actuales.

[¿Qué pasa cuando morimos? Álex Gómez-Marín, científico del CSIC: "Creo que hay un retorno a la unidad"]

Es interesante cómo nos engañamos a nosotros mismos, creyendo que lo que nos tomamos puede surtir efecto, y cómo eso puede acabar engañando al propio cuerpo. 

Bueno, lo podemos ver como engaño, pero es bien real. Su efecto es palpable. Hay estudios científicos que muestran que una infusión bendecida por un monje budista o una tableta de chocolate bendecida por un chamán mejoran nuestro humor cuando los comparamos con el mismo té o chocolate sin bendecir en un grupo control. No hace falta recurrir a doblar cucharas para comprobar el poder de la mente sobre la materia.

Ya hemos hablado del placebo y las farmacéuticas. Volviendo a situaciones más cotidianas, acciones tan sencillas como bendecir la mesa probablemente hagan que la comida nos siente mejor, aparte de las intolerancias que cada uno tenga a la comida (y a la religión). Supongo que por eso es tan importante cocinar con amor. Nuestras abuelas lo saben bien.

Sin ponernos demasiado filosóficos, yo diría que nada nos cura sino que uno se cura a sí mismo. A mí me salvaron la vida las medicinas y los sanitarios. Pero hay muchas maneras de sanar; las veo más como complementarias que como alternativas.

¿Y eso tiene que ver con la autocuración o la sanación a uno mismo, sin depender de medicinas o de sanitarios?

Sin ponernos demasiado filosóficos, yo diría que nada nos cura sino que uno se cura a sí mismo. A mí me salvaron la vida las medicinas y los sanitarios. Pero hay muchas maneras de sanar; las veo más como complementarias que como alternativas. Sí, hay gente que vende humo. Hay que saber encontrar de dónde viene el fuego. Si te ha atropellado un camión, pensar en positivo probablemente no te sirva a no ser que venga una ambulancia pronto. Pero también es cierto que según como un médico te comunique su diagnóstico, eso puede influir muy positiva o negativamente en tu salud. No hay que subestimar el poder de la palabra, ni el de la creencia (ya sea en el hombre de bata blanca, o en la “mujer medicina”).

Hemos hablado de sincronicidad, de placebo, y del déjà vu, ¿qué otros habría? 

Hay otros “márgenes” que quizás tengan nombres menos conocidos pero que no por ello dejan de ser tan cotidianos como enigmáticos. Por ejemplo, cuando te levantas de la cama, abres los ojos y no sabes dónde estás. A mí me ha pasado un par de veces en el último año. Durante unos instantes degustas un estado de conciencia muy extraño en el que parece que tu percepción está buscando desesperadamente anclarse en la habitación en la que te encuentras hasta que, de repente, ya sabes dónde estás y esa especie de ansiedad existencial desaparece. 

Otro sería, por ejemplo, quedarse en blanco, ¿qué está pasando en ese momento? Parece que a uno se le ha ido la cabeza (o el santo al cielo). ¿Dónde están? O cuando estás buscando piso (o pareja) y al llegar sientes que no estás nada a gusto y simplemente quieres irte de allí. ¿Qué tipo de percepción subliminal es esa? Uno más: la relación que tienen las mamás con sus hijos, o los dueños con sus mascotas (y viceversa). Parecen saber, aún estando separados físicamente, los unos de los otros, como en una especie de “telepatía” del día a día. En fin, los márgenes de la consciencia son inescrutables…

¿Hablas de corazonadas? 

Sí, sí, muy bien dicho. ¡Corazonadas! Me gusta la palabra. No decimos “cerebradas” sino corazonadas. Las viejas tradiciones creían (o, más bien, sabían) que el corazón es un gran órgano de percepción. No es simplemente una máquina de bombeo. De hecho, hoy se sabe nuestro corazón e intestino están en comunicación directa y constante con el cerebro. Hay un vibrante campo de estudio científico que nos recuerda que la mente está encarnada más allá de la cabeza.

Antes de acabar, cuéntame algún fenómeno más relacionado con las corazonadas.

Estoy seguro de que a algunos de nuestros lectores también les habrá pasado que tienen un sueño muy concreto y significativo y que, a los pocos días, se cumple tal cual. Yo conozco a alguien cercano que soñó que se quemaba la nave industrial de su tía en Navidad y, al cabo de una semana, en Navidad, se quemó la nave industrial de su tía. De nuevo, la duda acecha: ¿será simplemente casualidad? Es muy difícil estimar la probabilidad de que algo así ocurra. Estos fenómenos no se prestan fácilmente a la lógica de los laboratorios. Por eso hay que ser cautos, y ni afirmar ni negar por defecto. ¿Habrá algo de “presentimiento” en el mundo onírico? A veces parece que el futuro se cuela, a modo de goteo, en el presente. No hablo de adivinos, sino de gente normal y corriente. Ellos tienen que saber que los expertos aún no sabemos casi nada sobre ello. 

Al final, se trata de una invitación a nuestro querido lector para que no solo sea consumidor de historias increíbles, sino que se dé cuenta de que también puede ser protagonista de ellas. La aventura de la conciencia es democrática. Que todo el mundo sepa que en su día a día tiene oportunidades para degustar “los márgenes de la consciencia” en primera persona. No hay mayor experto que el que ahonda en su experiencia.