"Sé que no tengo pinta de española", asegura Elia, nacida, le dijeron, en el Hospital de Elche, aunque ahora sabe que fue en el de Alicante. ¿La fecha? La desconoce. "En los papeles" pone el 15 de julio de 1967, pese a que no es cierto. No es el único dato erróneo; pone que es hija de los que han sido sus padres adoptivos, quienes la inscribieron en el Registro Civil diez años después de nacer. "Toda una irregularidad", asegura Paco Alarcón, secretario de la Asociación de Víctimas de Alicante Bebés Robados y Adopciones Irregulares (AVA) que, tras pedir sin éxito el legajo de nacimiento al centro hospitalario, avanza que van a acudir al Fiscal de Menores "para que intente mediar".
"El parecido con mi madre biológica es impactante", añade esta mujer de rasgos anglosajones y que actualmente vive en un campo de una pedanía ilicitana. Un repaso por las imágenes de ambas, de las que prefiere no publicar para conservar su intimidad, y que conserva en modo de captura de pantalla tras hablar por primera vez por videollamada el pasado 31 de diciembre, dan buena cuenta de ello. "No nos hemos visto en 54 años, ¿cómo puede ser que tengamos tanto en común?", se pregunta. Se refiere a los gustos, la manera de ser y, según las hijas de Elia, que han participado en la videollamada, hasta en la manera de reír y en los gestos.
Su madre, Jan (1944), propietaria de una tienda de antigüedades, se encuentra en las antípodas. En concreto, en Tasmania, donde ambas esperan reencontrarse "cuando la pandemia lo permita y no me pongan problemas para entrar a un país -Australia- tan estricto", señala. ¿Le llamas 'mamá'? Le preguntamos. "Desde el primer momento", responde, orgullosa. Durante la espera, hasta que se puedan ver y tocar, madre e hija hablan "cada día", logrando sortear la barrera del idioma "gracias a los traductores de Internet". "Hemos llorado muchísimo...", señala.
Así, Elia ha podido conocer más sobre la historia de Jan, que es la suya propia. De joven, sus padres le regalaron un viaje de seis meses por Europa. En el barco, le hicieron un casting y la contrataron para formar parte de la plantilla de bailarinas. Así tuvo más fácil encontrar trabajo, una vez desembarcada, en la mítica sala de fiestas Pigalle, situado enaquel entonces en la Gran Vía de Alicante ciudad. "No sé hasta qué punto era bailarina o no", explica Elia, "pero sí sé que trabajó allí".
Fue entonces cuando, y con 23 años, Jan se quedó embarazada de un hombre cuya relación acabó pronto. "Estaba sola, en un país extranjero, en aquella época...", defiende su hija. A los cinco meses de gestación, decidió que la daría en adopción. Como explica Jan, en conversación con la hija, firmó una serie de papeles con tres abogados pensando que "era totalmente legal", aunque reconoce que, por el idioma, no entendía lo que firmaba. Estaba realizando, en realidad y en teoría, sin su consentimiento, una transacción para vender a su bebé.
Por un millón de pesetas
"Yo he costado muy cara, eso al menos me dijeron mis padres adoptivos", señala Elia. "Me dijeron una cifra astronómica, un millón de pesetas" -unos seis mil euros-, dice como sorprendida. "Pero no me lo creo, ese dinero es lo que costaba entonces un piso", recuerda.
Preguntado al representante de la asociación de bebés robados de Alicante, Paco Alarcón sí que le da credibilidad. "Tenemos casos de que en el año 69 se pagaba esa cantidad, un millón de pesetas, por un bebé", avanza. "Lo que cambia es si se pagaba de una vez o, como nos consta, en muchos casos lo hacían a plazos, como la típica donación de Navidad", asegura.
A su juicio, "esto demuestra" que el caso de Elia "formó parte de la trama corrupta de bebés, independientemente de si se decía en el hospital que había nacido muerta o se entregaba a otra familia, está visto que los intermediarios hacían trampas", señala.
La adopción irregular corrió a cargo de una pareja adinerada que, tras dos años casados, no podía tener hijos. Ella, entonces 44 años; él, 23. "Sabía que tu madre adoptiva era demasiado mayor para tener hijos", le contó Jan a Elia. "Resulta que tu madre adoptiva era sólo cuatro años más joven que mi madre", le llegó a decir la australiana en una conversación reciente.
Jan, por su parte, entregó a su bebé "sin percibir nada de dinero". ¿A quién fue a parar ese supuesto millón de pesetas? Paco y Elia creen que "a todas las partes implicadas" en el proceso de adopción. Lo que sí parece claro es que, antes de despedirse de su hija, les pedió a los nuevos padres que cumplieran tres voluntades, explica Elia que le reveló. La primera, que los nuevos padres "la cuidaran bien". La segunda, que le enseñaran inglés, y la tercera, que le pusieran de nombre Elia, como el nombre de una revista inglesa que solía leer cuando vivía en Londres y, "casualmente", como reconoce, como el nombre de la madre adoptiva. "De las tres, solo se cumplió el nombre", subraya.
Maltrato físico y psicológico
No, no la cuidaron bien. Según sostiene Elia, su vida fue "un calvario" con sus padres. Y eso que había empezado bien. A los 13 días de nacer, sus tíos se hicieron cargo de ella, "porque a mi madre adoptiva no le interesaba tenerme de bebé", asegura. Con ellos estuvo hasta los 5 años en Elche. "Ha sido la mejor época de mi infancia, fui muy mimada, era la muñeca de todo el mundo hasta que pasé a ser lo peor", reconoce.
"Mi madre adoptiva siempre ha dicho que le pagaba a mis tíos por tenerme, pero conociendo a mis tíos, sé de sobra que no han cogido ni un duro". Con 5 años, los padres le dijeron que iban a llevarse a Elia a Madrid a que conociera a sus abuelos, "y lo que hicieron fue llevarme a Francia a vivir con ellos". A Elia le contaron después que sus tíos la habían "abandonado", asegura ella.
En Marsella, nada más llegar, la ingresaron en un internado durante un año. Después, hasta los 12, vivió con sus padres adoptivos sufriendo episodios constantes de "maltrato físico y psicológico". "Con ellos, siempre digo que lo que hice fue sobrevivir". Fue una época "sin un gesto de cariño", añade. "La dependienta de la droguería de abajo decía que qué hacíamos en casa con las escobas, que usábamos una a la semana", explica en alusión a la violencia física que sufría.
A los 12 volvió a España hasta los 17, cuando retornó a Francia con ellos y a los 18 "me echaron de casa", a un mes de haber sufrido una grave peritonitis, por lo que optó por casarse con el novio que tenía, y con el que ha estado 20 años. Con él tuvo dos hijas, a las que contó hace tiempo que era adoptada. Con lo que respecta a Jan, le ha contado que no ha tenido más hijos, sí dos abortos.
Banco de ADN
Desde que se casó, Elia ha construido su vida sin querer mirar atrás, consciente de que el sufrimiento que había pasado no tenía solución. "No puedes vivir con algo así", sostiene durante la entrevista.
Todo cambió cuando una de sus hijas, residente en Estados Unidos, decidió hacerse la prueba de ADN, una práctica habitual en los países anglosajones para estudiar su genealogía de cara a conocer a sus antepasados, y "por curiosidad" teniendo en cuenta la adopción de su madre. "Me llamó por teléfono y me dijo que tenía dos matches, dos coincidencias con dos primas hermanas segundas suyas", es decir, dos primas directas de Elia, "y, de esa forma tan rápida, encontramos a mi madre biológica en tres días".
"Esto demuestra que los bancos de datos de ADN funcionan", relata Paco Cardona. Se trata, de hecho, de una de las reivindicaciones de las asociaciones de bebés robados de España, "en campaña" para desatascar la ley que lleva más de 2 años de trámites en el Congreso. "Llevamos tiempo reclamando la necesidad de que se cree un gran banco de ADN nacional y que se haga publicidad para que acudan a él todas las personas cuyos bebés les han dicho que murieron en el hospital, así como todas aquellas que sospechen que son adoptadas", sostiene.
Con respecto al caso de Elia, le preguntamos si su madre biológica había pensado en ella todo este tiempo. "Ella tomó en su momento la decisión acertada, pero ahora sé que siempre me ha tenido en un rincón de su corazón", sostiene. Y, ¿el padre biológico? "Eso aún no lo tengo tan claro", reconoce. Tiene informaciones que apuntan a que es de Sudáfrica, otras, francés. Sea como fuere, está convencida de que "este año lo encontraré".