Alicante

Después de dos años intensos, se acumulan los hallazgos en el campo de concentración de Albatera, la prisión franquista que atrapó a un máximo de 15.000 republicanos que no pudieron escapar en el buque Stanbrook de la represión que encontrarían en las postrimerías de la Guerra Civil.

Unas últimas novedades, adelantadas para este periódico por el director arqueológico, Felipe Mejías, que se presentan este sábado en las XIV Jornadas, organizadas por la Coordinadora de Asociaciones por la Memoria Histórica de Alicante (Coahmi), que tendrán lugar en la vecina localidad de San Isidro, donde actualmente se asienta este enclave del horror. 

"Una aventura", como describe este profesional natural de Aspe, que comenzó con el testimonio que le aportó el anciano Antonio Mesa al entonces alcalde de la localidad, Damián Sabater, conocido por dimitir de su cargo en 2018 tras asegurar que había cumplido el 100% de su programa electoral.

Después, Mesa, de 87 años, trasladó a Mejías que, en el terreno donde él está buscando ahora, había encontrado un esqueleto en los años 70 mientras colocaba unos tubos en la tierra para drenar. Pero con Franco todavía en el poder y sin más pruebas de un lugar que el franquismo se había encargado de borrar toda evidencia, todo quedó allí, literalmente, hasta 2019, cuando comenzaron formalmente las excavaciones.

Excavación de las cimentaciones de un barracón junto al antiguo horno de pan

Para entonces, este investigador ya había recabado numerosos testimonios, sobre todo de vecinos del lugar, que apuntaban a la aparición de varios cadáveres, aunque también se ha topado, reconoce, con muchos testigos que, por miedo, han rechazado participar en este proyecto. 

En busca de la fosa

"No está resultando sencillo", explica Mejías, quien confiesa que, de momento, no han dado con la fosa común en un campo que han podido acotar al detalle gracias a unas fotografías aéreas de 1946 realizadas por militares de Estados UnidosY eso que están usando maquinaria de todo tipo, desde detectores de metales, georradares, hasta una retroexcavadora giratoria; "sé que es algo que sorprende", avanza, "pero gracias a ella hemos podido ir haciendo sondeos retirando la tierra con mucha delicadeza".

No es baladí el uso de este vehículo agrícola cuyo uso diario cuesta casi 600 euros. "Nos han dado más subvenciones, pero tenemos más gastos", señala. Una de las últimas, de 15.000 euros, ha sido otorgada por el Ministerio de Presidencia del Gobierno de España a través de la Federación Española de Municipios y Provincias. A esta hay que sumar dos de la conselleria de Calidad Democrática de 11.000 y 14.000 euros para descubrir fosas y poner en valor el lugar. Porque estos son los dos últimos objetivos, "localizar los cuerpos y entregárselos a la familias" y levantar un museo de la memoria. 

Precisamente varios familiares de presos, provenientes de Zaragoza y del País Vasco, se encuentran estos días en San Isidro para conocer de cerca el campo de concentración de Albatera, abierto de abril a finales de octubre de 1939 y donde, según el historiador ilicitano Miguel Ors solo constan que hayan muerto ocho personas en el registro civil. ¿Cómo es posible un número tan bajo de 'ajusticiados'? Le preguntamos a Mejías.  

"Seguimos en terreno desconocido con respecto a los muertos", responde. "Los testimonios de prisioneros apuntan a que todos los días moría gente". De hecho, un comandante farmacéutico llegó a afirmar que "los muertos, de los que las ratas se comían la cara, los iban acumulando en barracones y se los llevaban a los tres días en carros para enterrarlos en otros sitios cercanos", se puede leer en la investigación 'Llaurant la tristessa' de Lluis Marcó. "Así que tiene que haber fosas cerca pero en terrenos que seguramente haya casas o infraestructuras y, repito, no va a ser fácil", se sincera.

Los hallazgos 

Desde el primer momento, el equipo de seis arqueólogos ha reportado numerosos descubrimientos que llegan hasta esta semana. Desde restos óseos a un metro de profundidad (un fragmento de cráneo o una tibia) a dos barracones de prisioneros. "De uno de ellos nos salieron 13 pilares de 21 en total que mide unos 60 metros de largo", apunta.

Moneda republicana localizada durante la prospección.

Además de estructuras, se han recuperado joyas de oro y brillantes, anillos, moneda de ambos bandos, latas de sardina y de lentejas, restos de cantimploras y, una de las últimas novedades, ha sido una chapita de un vial, "una tapadera que pone 'Dirección General de Sanidad' y algo parecido a 'malaria' o similar a medicamento contra la malaria", informa. ¿Es posible que el franquismo vacunara a los presos republicanos? Las certezas indican más bien todo lo contrario.

Este descubrimiento correspondería al campo de trabajo que anteriormente había levantado el gobierno republicano, una cárcel emblemática para la II República cuya propaganda vendió a la sociedad como ejemplo de buen trato a los presos. "Sabemos que en campo de trabajo republicano sí se vacunó pero dudo que en el franquista. Apuesto por lo primero", comenta. "En el primero se trató a los prisioneros de manera digna, de hecho, salió en la prensa de entonces que ningún preso tenía malaria", añade Felipe Mejías.  

Munición falangista

"No ha parado de salir munición" en las prospecciones, avanza este arqueólogo; de todo tipo. Correspondiente "en el 99,9% de las veces" al fusil Máuser, un arma larga propia del bando nacional y de legiones voluntarias alemanas. También cartuchos del fusil Mosin-Nagant, empleado por los dos bandos. 

Pero, "lo curioso de este año es que nos ha salido mucha munición percutida", esto es, que se ha disparado. De un total de 40 piezas hay 12 que están percutidas o, en otras palabras, un 25% de la munición fue disparada. Esta prueba apuntaría a que se usaban para los fusilamientos, "una afirmación que todavía no puedo confirmar", comenta con prudencia Mejías.  

Vaina de fusil Mauser.

También han encontrado cuatro proyectiles de balas deformados tras golpear con algún objeto. "La hipótesis es que en los fusilamientos las balas salían fuera del campo de concentración", explica. Aunque lo más curioso -y novedoso- ha sido los tres proyectiles hallados correspondientes a las Guerras Carlistas (del siglo XIX) y la de Cuba, con forma de bola.

"No estamos hablando de fusiles reglamentarios en la Guerra Civil", era, más bien, lo que se conocía como 'el arma del abuelo' que servía a voluntarios falangistas para defender al bando franquista que libró su particular batalla en el campo de concentración de Albatera, uno de los más importantes de la posguerra. 

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