Alicante

El próximo año la ciudad de Madrid celebrará el 55 aniversario de uno de sus símbolos más preciados, la estatua del Oso y el Madroño, que vio la luz en 1967 en la Puerta del Sol (donde ha permanecido excepto de 1984 a 2009, que se ubicó en la calle del Carmen). La pieza de bronce es obra del escultor de Villena, en la provincia de Alicante, Antonio Navarro Santafé. Un autor con museo en su localidad natal que, sin embargo, no ha obtenido el reconocimiento de una calle en su ciudad de acogida, Madrid.

Y quizás de esa falta de reconocimiento deriva el desconocimiento tanto de su intensa vida artística como de las vicisitudes por las que pasó el proyecto antes de convertirse en el actual símbolo madrileño.

No en vano, la escultura no estaba proyectada para sus dimensiones actuales, sino que se trataba de una pieza pequeña de la que se hicieron casi 100 copias por encargo del Ayuntamiento de Madrid como regalo a los diplomáticos y visitantes ilustres de la ciudad.

Pieza en el Museo Navarro Escultor Santafé de Villena.

El tributo

El Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, en colaboración con el Ayuntamiento de Villena, celebró ayer un acto en el que reivindicó la figura de Navarro Santafé como "un escultor de éxito" no sólo por esta pieza sino por todo el legado artístico que dejó a su paso hasta que falleció en 1983.

Su ponente, Enrique Mateo Llopis, profesor del CEU AUEX, explicó cómo el entonces alcalde madrileño, Carlos Arias Navarro, visitó al escultor en su taller y quedó admirado de la belleza de la obra. Tanto, que le propuso hacer una pieza más grande para el Parque de Berlín (en Chamartín) que pretendía inaugurar en presencia de autoridades alemanas.

Al parecer, al embajador de Berlín no le gustó el proyecto del parque y parece ser que tampoco la escultura, ya que el villenense hizo otra pieza para parque, que sufragaron los alemanes residentes en la ciudad. El oso es tanto símbolo de la capital alemana como de la española.  

Oso del parque de Berlin. Ayuntamiento de Madrid Ayuntamiento de Madrid.

Finalmente, la gran escultura fue descubierta el 19 de enero de 1967 en la Puerta del Sol, después de que un año antes el alcalde solicitase oficialmente que el escudo de la Villa recuperara su tradición histórica del oso erguido ante el madroño. Navarro Santafé obvió las siete estrellas de la constelación Osa Mayor, que debían quedar a la espalda del plantígrado.

No sólo animalista

El Oso y Madroño, junto con el Monumento al Caballo de Jeréz, dos de sus obras más emblemáticas, han terminado por circunscribir a Navarro Santafé con la etiqueta de "escultor animalista". Pero como señala Mateo Llopis, la producción artística del villenense va mucho más allá. Esculpió vírgenes, santos, retratos de artistas y políticos de su época, y también animales.

"Quizás, lo que no ha permitido que su fama fuese mayor es que lo hizo en un tiempo en el que el arte descurría ya por las vanguardias y se valoraba más a los artistas contemporáneos. Aun así, se ganó la vida bien como escultor, que es a lo que aspiraba, llegando a cobrar 3 millones de pesetas por los 'Caballos' cuando como profesor sólo ganaba 1.000 pesetas", señala el ponente.

Monumento al Caballo, Jeréz de la Frontera.

Todo ello, procediendo de un entorno pobre, "como Miguel Hernández", muy alejado de las primeras experiencias de otros artistas cuyos padres eran profesores de Bellas Artes, como Benlliure, por ejemplo.

Con seis años su familia vendió todo lo que tenía y se fue a vivir a Madrid. Y a los once ya estaba trabajando en una fábrica. Fue allí donde la suerte quiso que el propietario se enamorase de un boceto que había dibujado y le inscribió en una escuela de Artes y Oficios.

Aprendió todos los géneros -madera, mármol y bronce- y llegó a hacer una exposición de tauromaquia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid mientras que trabajaba en cualquier empleo que le salía, incluso tallando lápidas. Vendió todas las piezas de aquella muestra, pero algunas no pudo cobrarlas porque estalló la Guerra Civil.

Santafé volvió a Villena y se puso a trabajar en una fundición que poco después fabricaría material de guerra. Tras la contienda regresó a Madrid y poco después consiguió entrar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia y terminar como profesor en la Escuela de Cerámica de Madrid.

A partir de entonces pudo centrarse en su carrera artística sin perder la vinculación con el municipio que le vio nacer, para el que modeló la Virgen de las Virtudes o el Monumento a Chapí.

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