El pasado jueves, un desaparecido Xavier López, exlíder de Podemos en Alicante que no consiguió ni un concejal en las pasadas elecciones de mayo, reapareció en la escena política alicantina dando de alta un grupo de Whatsapp denominado "Prensa Sumar Alacant" como "vía para hacer llegar la actividad de Sumar en la provincia de Alicante, especialmente la referida a la institucional del diputado Txema Guijarro".
Un día después anunciaban que llevarían "al Congreso de los Diputados la necesidad de detener la reactivación de los macro PAI por parte del Gobierno valenciano", tras haberse reunido el propio Guijarro con el portavoz de Compromís en la Diputación, Ximo Perles. En la fotografía aparecía también otro "cadáver" político de la izquierda alicantina, el exconcejal de EU Víctor Domínguez (edil de Limpieza en el tripartito de Gabriel Echávarri) conocido por varios escándalos en su gestión política que le obligaron a dimitir en 2018.
Esta reactivación de Sumar en Alicante se produce una semana después de que el portavoz de Compromís en el Ayuntamiento de Alicante, Rafa Mas, anunciase en EL ESPAÑOL De Alicante que comenzaba un nuevo periodo de "confluencia" en la capital de la provincia de su mano y de la del portavoz de EU, Manuel Copé. ¿No es sorprendente que una semana después de que los dos concejales verbalizasen sus intereses comunes aparezca López (desaparecido desde noviembre) de la mano de Ximo Perles y Víctor Domínguez?
La única explicación que encuentro es que, como suele ser habitual en estos casos, una vez que el proyecto político a la izquierda del PSOE se va diluyendo hay quienes personalmente se enfrascan en una lucha para quedarse con los despojos. Y, en el caso Compromís y de EU, como las facciones antagonistas (Mes-Iniciativa por parte de los nacionalistas, y la vieja y la nueva guardia comunista en el lado de EU), siguen manteniendo una guerra fratricida en sus filas.
Pero ¿qué es realmente lo que queda de estos populismos de izquierdas ya no solo en Alicante, sino también en el conjunto de España y Europa? La editorial Peninsula publicó en enero Política y ficción, un clarificador ensayo de dos de los fundadores de Podemos, Pablo Bustinduy y Jorge Lago.
Anclado en la filosofía política clásica pero pasando por referentes culturales de nuestro tiempo como el cine o las series de televisión, los autores repasan los relatos justificativos de las ideologías todavía vigentes: liberalismo, socialdemocracia, comunismo y populismo.
Parten de la premisa de que "todo discurso político se articula necesariamente como una forma de ficción", un relato no necesariamente basado en la realidad de los hechos pero que sirve como excusa para definir sus objetivos y entender los medios para conseguir esos fines.
Así, y pese a que difiero en muchos de los argumentos que esgrimen Bustinduy y Lago, me ha resultado especialmente interesante el capítulo dedicado a los populismos, des Trump a Podemos, precisamente porque ambos formaron parte en la creación del relato de estos últimos.
"El retorno de la guerra y la enfermedad, el colapso energético, la volatilidad electoral y las oleadas reaccionarias que se suceden una a otras, dan cuanta de una era tan agitada como carente de ideas y de confianza en sí misma", señalan. Y, como ha sucedido a Podemos, "sistemas políticos que parecían estables se vuelven extraordinariamente vulnerables; aparece de pronto la promesa de cambiarlo todo; esa promesa se consume sin lograr cambiar el registro que le dio su sentido original".
El populismo (Compromís, Podemos, Esquerra Unida... o Sumar) ha de optar entonces por dos vías, sostener el conflicto social en el tiempo pero sin solucionarlo -la vía Pablo Iglesias, entiendo yo- o secularizarse para ir ganando pequeñas batallas a corto plazo y precariamente que justifiquen su existencia -la vía de Yolanda Díaz-. Pero ¿cuál de estas dos vías son las elegidas por uno y otro bando de Sumar en Alicante?