Quizás el titular de esta columna tenga trampa. Somos muchos los que llevamos años preocupados por la deriva política que terminará sin dejar una gota de agua al Levante español. Concretamente desde 2004, cuando la recién estrenada ministra Cristina Narbona, derogó el Plan Hidrológico Nacional consensuado por todos los partidos políticos en el último mandato de José María Aznar. Y al tiempo, abrió las puertas del ministerio al lobby ecologista de Nueva Cultura del Agua.
Cuando utilizo el plural "nos preocupamos" estoy hablando de la Comunidad Valenciana como institución que supuestamente defiende los intereses de todos sus ciudadanos. Incluidos los de la Vega Baja y el Baix Vinalopó. Esta semana, su presidente, Ximo Puig, ha anunciado a bombo y platillo el recurso al establecimiento de nuevos caudales ecológicos en el Tajo que recortan el agua que llega a Alicante pidiendo su suspensión cautelar.
Y esta misma semana, por primera vez se ha enfrentado -y de qué manera tan suave- a Emiliano García-Page, su compañero socialista en Castilla-La Mancha que está empeñado en acabar con la transferencia hídrica entre cuencas. Un empeño que está respaldado por todas las políticas del Gobierno de España (PSOE-Unidas Podemos) desde que los socialistas volvieron a la Moncloa.
Puig insiste en que "no hay guerra del agua" o que por lo menos él no entiende el problema como una confrontación entre territorios ni quiere alimentarla. Pero se equivoca en su política de "apaciguamiento" porque lo único que consigue es dejar indefensos a los alicantinos que pagan esa agua a buen precio mientras que el gobierno castellano en vez de dedicarlo a las infraestructuras necesarias en los municipios ribereños, se lo gasta en no sé qué.
¿Hay que volver a recordar que la agricultura del trasvase es la única (o de las únicas) en toda España que no está subvencionada, que es rentable? ¿Que la Comunidad Valenciana está a la cabeza del ahorro y reutilización de los recursos hídricos? ¿Que por mucho que se empeñen no se podrán regar los campos de Alicante solo con agua desalada? ¿Que ésta es mucho más cara y perjudicial para los cultivos?
Alguna vez he afirmado en estas mismas líneas que siento envidia de la firmeza con la que otras regiones defienden sus intereses. En especial, cómo García-Page ha llevado la demagogia a límites insospechados para seguir acumulando votos en su comunidad autónoma. Al final, en este como en otros asuntos, no ganará quien lleva razón, sino quien más firmeza demuestre en sus posiciones. Y el presidente del Gobierno Botánico de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, es tan melifluo para no ofender al presidente del Gobierno al que ya traicionó una vez, que mira por su situación personal y está dispuesto a dejar al pie de los caballos a sus regantes”.