Los méritos del conseller de Sanidad, Miguel Mínguez, en su campo profesional son innegables. Un simple vistazo a su currículum publicado en la web de la Generalitat da cuenta de la trayectoria de este licenciado y doctor en Medicina por la Universitat de València. Lo que no pone en su ficha es conocimiento de la lengua valenciana con algún título homologado, que seguramente entiende como cualquier ciudadano de esta Comunidad.
El pasado jueves, en la sesión de control al Ejecutivo valenciano, el diputado del PPCV José Juan Zaplana, se lo preguntó desde la tribuna de las Cortes Valencianas. Y Mínguez asintió con la cabeza que no disponía de esa titulación.
Lo curioso del caso es que el pasado mes de noviembre la Generalitat intentó aprobar un baremo de puntación para las oposiciones y bolsas de trabajo del sistema público valenciano de Sanidad en el que el valenciano otorgaba hasta 15 puntos pero el doctorado (máxima especialización académica e investigadora) apenas llegaba a 5 puntos.
Aitana Mas, de Compromís, justificó esta decisión en la necesidad de que todos los médicos entiendan a los pacientes con independencia de su trayectoria y méritos académicos y profesionales.
El debate tiene una trampa obvia: la mayor parte de los ciudadanos de la Comunidad entendemos el valenciano aunque no tengamos el título ni lo hablemos. Es algo habitual, cotidiano, que no supone ningún problema si la gente no lleva el asunto al extremismo político. Y es que la política es la peor enemiga de la lengua. Las posiciones radicales desincentivan al castellanohablante a relacionarse con normalidad con el valenciano.
La propuesta era tan absurda y perjudicial que tuvo que reformularse. ¿Qué quiere usted que le trate un médico más especializado y experto en su patología o al que le pueda hablar y le responda en valenciano aunque tenga menos méritos profesionales? Está claro que todos los méritos que se puedan demostrar deben contar, incluida la lengua. ¿Pero tanto?
Un mes después la Generalitat reculó. Ni siquiera el PSPV-PSOE podía justificar y seguir adelante con la propuesta del miope nacionalismo de Compromís. El máximo conocimiento de valenciano otorgaría 15 puntos y una tesis doctoral 14 (hasta 15 si estaba puntuada con un cum laude).
Pero esta nueva valoración escondía otra trampa. Mientras que el conocimiento del valenciano era se suma a los méritos académicos, de modo que se supera con creces los 15 puntos, el hecho de tener una tesis doctoral no se pudo sumar con otros méritos académicos. Es decir, cualquier opositor con el máximo nivel de valenciano y un máster siempre tendrá más puntuación que uno con varios máster, actividad investigadora y un doctorado, que no superará los 15 puntos.
Ese es el legado de Compromís y, por extensión, del PSPV-PSOE y Unidas Podemos. Que luego no digan que faltan médicos en la Sanidad Pública porque prefieren ir a otras comunidades sin este tipo de requisitos lingüísticos encubiertos. Que no se quejen si la calidad asistencial del sistema es peor a la de otros lugares de España. Que se lo digan a sus médicos en valenciano, que así les entenderán mejor. Lo mismo que les entendería un médico sin esa titulación sin necesidad de título.