¿Cómo empezar estas líneas? ¿Cómo se puede evocar la figura de uno de los foguerers más grandes de nuestra historia, cuando hace escasos días nos ha dejado? Lo podríamos efectuar de mil y una maneras, ya que su figura fue tan poliédrica como dominada por la sencillez. Tan gigantesca la herencia de su obra como entrañable es el recuerdo que nos queda de su figura.
No es la primera vez que hablo desde esta tribuna de José María Lorente Satoca, pero hoy lo hago desde su ausencia. El pasado martes lo despedíamos entre aplausos y lágrimas, pero nos quedan mil y recuerdos, anécdotas inolvidables, logros que aún no se han siquiera igualado. Y es que el milagro de Jòse -con acento en la o; para él las convenciones no valían- fue llevar a efecto una de las más grandes aportaciones en les Fogueres d’Alacant, y hacerlo además con enorme cotidianidad.
Gracias a él, Carolinas Altas lograría que en 1996 recaudaran hasta dos millones de pesetas -12.000 euros- de la época en concepto de visita interior a su foguera, algo inaudito en Alicante. Que la calle Pinoso se convirtiera durante muchos años en el epicentro de la fiesta de junio. Lejos del centro. En un barrio festero por antonomasia.
Nuestro protagonista lo hacía al antiguo estilo. Con humanidad. Con un trato de palabra. Siempre en medio de situaciones divertidas. Siempre pateando las calles de su barrio. Y siempre, casi sin darse cuenta, dando pasos de gigante en nuestro fuego, y erigiéndose en uno de los dirigentes festeros de andadura más dilatada en la Comunidad Valenciana.
Fueron 42 años al frente de un distrito que ascendió sin cesar. Y durante ese largo tiempo alimentó a generaciones de foguerers que tuvieron en Carolinas Altas una escuela irrepetible, ilusionante, activa. Allí mamaron y se iluminaron, mientras se generaba una corriente de implicación humana y su maestro no dejaba de vender papeletas de lotería y rifa.
Y es que José fue el gran fenicio. Alguien que con su micro provocaba al mismo tiempo pánico y fascinación. Podría contar mil y una situaciones divertidas al respecto, pero lo cierto es que vivía las 24 horas del día por ‘su’ foguera. Y en ese sentido, es revelador enumerar la ingente nómina de triunfos alcanzados en la categoría especial -un total de 12, cinco con Paco Juan y siete con Pere Baenas- en las 35 ocasiones consecutivas en las que concurrió a partir de 1985.
Sin embargo, prefiero recordar al José que superó enormes adversidades, como alguna caída en su foguera. Lo hizo siempre con entereza. Y recuerdo también esos ‘shows’ que en ocasiones esperábamos con especial cariño, ya que ahí afloraba esa pasión que, en el fondo, alimentaba la prolongada entrega del amigo que se nos fue.
Nos queda su obra. Nos queda ese “¿Me comprendes lo que te quiero decir?” que sazonaba sus siempre divertidas tertulias. Y le quedará junto a su Hoya de Los Patos, el admirable anuncio del alcalde de Busot, Alejandro Morant, de titular allí una avenida en su nombre. Sin embargo, en Alicante, la ciudad donde lo dio todo, el silencio ante ese merecimiento no solo se produjo en vida, sino que en estos momentos se prolonga. Un silencio que duele.
José, contigo se va parte de nosotros mismos.