En 1968 les Fogueres cumplían su 40 aniversario, plantaron 35 comisiones -igualando las cifras alcanzadas ¡34 años atrás!- y Tomás Valcárcel vivía una de las crisis de su mandato, al dimitir algunos componentes de su Comisión Gestora y protagonizar uno de sus más cuestionables decisiones; el cese del delegado de barracas, Manuel Esquembre Bañuls. Todo ello, tras celebrarse una votación auspiciada por Esquembre entre estas para entregar la Medalla de Oro de las Barracas y recaer el resultado en Gastón Castelló y no en Valcárcel.
Hechos que hoy día sorprenden y pronto pasaron al olvido. Sin embargo, hay algo que aquella edición brindaría esperanza a nuestra plástica. Sin ellos pretenderlo y sin apenas conocerse, se fraguó en unas fiestas entonces tan limitadas -por más que el grandísimo actor Alberto Closas fuera el pregonero aquel año- la aparición de una nueva generación de artistas.
Aquel junio debutaría con sendas obras en primera categoría, tres futuros referentes del arte foguerer. No había afinidades entre ellos, pero sin querer abrieron la espita a una renovación generacional. El menos joven de ellos era Ángel Martín, entonces con 28 años, que ya llevaba varios años como destacado ayudante en el taller del ‘mestre’ Ramón Marco, tras haber pasado tiempo atrás por el de Eduardo Fuentes, e incluso atesorar ya primeros premios de portada de barraca para ‘Pica i Vola’.
Ángel plantaría una obra de 18 metros de altura y airoso rasgo arquitectónico y simétrico, abierta en su remate, con el lema “Contamos contigo” que alcanzó el triunfo en aquella categoría. Lo haría para el entonces poderoso distrito de Carmen-San Agustín Santa Cruz, en plena plaza del Carmen. Como detalle curioso, su cuerpo central partía de una tortuga de enorme tamaño, que su autor modeló a partir de una tortuga que tuvo como modelo.
Por su parte, Pascual Domínguez contaba con veinte años, y atesoraba experiencia como aprendiz en el taller de Remigio Soler. Fue el propio Remigio quien le empujó a debutar, cuando en la comisión de Florida-Portazgo le buscaron como artista. Para ello, Pascual utilizó numerosos moldes cedidos por su maestro, lo que le permitió dar vida una foguera de gran corporeidad y presencia de ninots de diferentes tamaños, titulada Telecrónica.
El hecho de utilizar dichos moldes le privó de premio por parte del jurado, pero tras pasar las fiestas el alcalde José Abad otorgó a la comisión una mención especial y tres mil pesetas en metálico a su artista, superando la que entonces se destinaba incluso al primer premio de la categoría especial. La propia comisión le había ofrecido un local junto a la plaza del barrio, para que realizara su brillante debut.
Pero suerte tuvo Pedro Soriano -quien años después se erigiría como el más reputado de los tres- en su debut -con apenas 20 años- para Pla-Hospital con “Las locuras del mundo de hoy”. Una auténtica locura de 19 metros de altura, dominada por una abigarrada y caótica acumulación de figuras a partir de una columna como cuerpo central, que revelaba su inexperiencia y no recibió galardón, pero ya anticipaba el arrojo y la monumentalidad que definirían sus primeras hogueras.
Soriano aunaba una corta andadura en el taller del citado Marco y había elaborado algunas hogueras infantiles en Carolinas Altas. Sería en un local junto a la bodega de su padre, en la Bola de Oro, donde daría forma a este debut y, con él, el inicio de una trayectoria ya legendaria en el arte efímero valenciano.