Quienes me conocen saben en qué alta estima tengo el valor de la lealtad. Muy por encima de otros, quizás más comunes en los tiempos que corren. Por eso, cuando surgió el caso del exmarido de Mónica Oltra sentí una cierta querencia por ponerme en el lugar de la vicepresidenta del Gobierno valenciano. ¿Quién no ha creído más en un familiar o en un amigo que en sus acusadores?
Si me pongo en el lugar de Oltra (consellera de Bienestar Social, oficialmente denominada "Igualdad y Políticas Inclusivas") y me dicen que mi marido ha sido acusado de abusos sexuales a una niña de 13 años tutelada en un centro de menores, ¿qué debería hacer? El corazón te diría que te pusieses del lado de con quien te acuestas cada noche. La razón te diría que te apartases de él cuanto antes, más aún si eres la responsable política de la tutela de los menores.
Y es que todo lo que en la vida personal es comprensible no lo es tanto en la vida pública. Más aún, cuando la izquierda ha puesto tan alto el listón de la ética personal y pública durante los últimos años. Un hecho que queda meridianamente claro en el titular de un artículo de mi compañero Dani Valero hace más de un año: "Hermana, yo sí te creo", salvo que tu abusador sea la expareja de la consejera Mónica Oltra.
Los apologistas del Me too nos ha dicho por activa y por pasiva que hay que creer a la víctima incluso antes de que el caso pase por las manos de un juez. ¿Se acuerdan de Segorbe? Eso es lo que hizo Mónica Oltra ante un supuesto caso de abusos sexuales en un centro de la localidad y luego se demostró que era falso.
La todavía vicepresidenta del Consell se subió en mayo de 2017 a la tribuna de las Cortes Valencianas para lanzar una acusación contra el centro y uno de los educadores por un supuesto caso de abusos sexuales iniciando su intervención con las, también supuestas, amenazas de éste a los tutelados: "Si no consientes vas a seguir chupando pollas toda la vida".
El escándalo fue mayúsculo. El centro terminó siendo desmantelado, el educador apartado y un juzgado de Castellón decretó la inocencia de éste. Pero, "hermana, yo te creo". Oltra después de la sentencia aseguraba en las entrevistas que había actuado correctamente.
Ahora la Fiscalía acusa a Oltra de prevaricación, abandono de menores y obligación del deber de denunciar. También, de la supuesta ocultación "durante más de cuatro meses" la denuncia de la niña abusada por su marido o exmarido o lo que sea, porque hay varias versiones sobre la fecha de la ruptura entre ambos.
La vicepresidenta puede seguir en su cargo mientras aguante la presión de los suyos y de sus socios. Pero está amortizada. Ella, que ha seguido en directo el calvario de Francisco Camps desde las primeras acusaciones sobre el caso Gürtel o el de Sonia Castedo sobre el caso Brugal. Calvarios que duraron años, pero que terminaron igual. Que tome nota.