A finales del siglo XIX, la producción de juguetes de España se centraba, sobre todo, en Barcelona. ¿Qué pasó para que el por entonces diminuto pueblo de Ibi, de algo más de 3.000 habitantes, se hiciera con las riendas de un sector, entonces tan artesanal? Esta es la historia de cómo un municipio del interior de la provincia de Alicante pasó de vivir de la agricultura a ser pionero tanto en la fabricación y comercialización de juguetes cómo, paralelamente, en el comercio de la nieve gracias a sus numerosos pozos construidos en la sierra, llegando a derivar en una potente industria heladera.
Sin embargo, el origen del juguete en la provincia de Alicante no se lo debemos a Ibi, sino a la vecina Onil, donde Ramón Mira y el matrimonio formado por Eduardo Juan y Agustina Mora se iniciaba en 1860 en la fabricación de muñecas con cabeza de barro, "aprovechando las posibilidades que la tradición alfarera del lugar les brindaba", recuerda el investigador José Ramón Valero Escandell en un estudio que hizo para la Universidad de Alicante.
Pero, años más tardes, Ibi tomó la delantera gracias a empresarios cuyos apellidos le sonará al lector como los Rico, Picó, Moltó o Payá. El nieto de este último, Raimundo Payá, sitúa en 1893 el año "del inicio del juguete en Ibi" gracias al arrojo de su abuelo y tíos. "Todo comenzó de una forma que ni siquiera se explica. Mi abuelo era hojalatero y un día se le ocurrió hacer lo que hacía en grande, en pequeño para sus clientes, dándose cuenta de que ganaba más dinero, y así empezó a hacer juguetes", resume este testimonio en el documental 'Relatos de la industria ibense'.
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El paso -simbólico- de la hojalatería al juguete ocurre en febrero de 1905 cuando Rafael Payá traspasa a sus hijos Pascual, Emilio y Vicente su taller. Según los testimonios que recopiló en su día Valero Escandell, todo parece indicar que "los primeros juguetes fueron copias en miniatura de algunos de los objetos (moldes, candiles, palmatorias, regaderas, platos...) que ellos mismos vendían por los mercados cercanos"; eran, por tanto, juguetes que la mentalidad tradicional "vinculaba con las niñas, sencillos, producidos de forma artesanal y de precio modesto, que requerían un trabajo muy similar al del propio objeto que copiaban".
Así, con inspiración de los juguetes que ya existían en el mercado alemán, fue posible una producción seriada "utilizando planchas muy sencillas". Nacía así el primer juguete de la industria de Ibi, una humilde tartana, a lo que se unirían juguetes de caballos, trenes, barcos...
Los datos de la época sitúan a 'Payá Hermanos' como la principal juguetera española en 1915. En esos años, al calor de la Gran Guerra que se libraba en Europa, esta mercantil logró enormes beneficios, pero no fabricando juguetes, sino cuchillos. La siguiente década tampoco fue fácil, con escasez de materias primas y con la crisis económica de 1929 como telón de fondo, cuyo crack bursátil estalló en Estados Unidos y se contagió al resto del mundo.
Por aquellos años, la competencia estaba servida. 'Rico S.A.' nacía de tres matriceros de Ibi (fabricantes de moldes en que se funden objetos de metal) que, sin embargo, "no controlaban la parte comercial del juguete", reconoce Santiago Gisbert en el documental. El sobrino de uno de los fundadores de la empresa establece como fundamental que su tío, entonces fabricante de muñecas en Onil, entrara en esta firma para, sumar al catálogo de las muñecas, el de los juguetes, un movimiento fundamental y que explica también el éxito de esta industria.
De juguetes a balas
Pero la expansión de la industria juguetera se topó con la Guerra Civil, lo que supondría el final "de la época dorada de la fabricación del juguete de hojalata", escribe Valero Escandell. 'Payá Hermanos' y 'Rico S. A.' se vieron obligados a ceder la propiedad de la empresa o directamente la incautación, a la causa republicana, bando que trataba de resistir al avance militar de Franco. Eso fue en un primer momento, porque después ambas, exponentes de la competencia, acabarían siendo fusionadas por orden ministerial.
Como con la contienda la sociedad no estaba para juegos, se aparcó la fabricación de juguetes, quedando en el almacén de Payá un millón de piezas, que se dice pronto, y se centraron en producir material bélico. Desde cantimploras para el frente hasta, sobre todo, balas, muchas balas. Algunas cifras hablan de 150.000 balas diarias, pero Raimundo Payá asegura que se fabricaban 600.000 al día, "en turnos de 24 horas sin parar".
Acabó la guerra y ambas firmas volvieron a separarse. Comenzaba entonces otra guerra para la sociedad española, contra el hambre, que se extendería hasta los años 50, cuando los escasos salarios y el alto coste de la vida relegaban a un segundo plano la necesidad de comprar juguetes. Pero aún así el sector de Ibi pudo capear el temporal y llegar con fuerzas a su época dorada.
El boom juguetero
Aunque fundada en 1925 de una escisión que hubo en Payá, 'Juguetes Picó' cogería carrerilla tras la contienda bélica. Cuando la caída demográfica empezaba a estabilizarse, en 1955 nacía 'Moltó', poco antes de lo que Pedro Moltó, uno de sus fundadores, calificó en el documental anteriormente citado como "la gran revolución: la llegada del plástico".
Era 1960 y en aquel momento, también se puede ver en el documental, "le dio la vuelta al sector" tan estacionalizado con la campaña de Navidad, su participación en la feria de muestras del juguete de Valencia. "Empezó a celebrarse en el mes de febrero y los fabricantes estábamos desconcertados, ‘cómo íbamos a tener las novedades en febrero, si normalmente es en junio cuando las presentamos para Navidad'", comentan los testimonios de la época. Con los años la feria pasaría a ser internacional y las empresas de Ibi llenaron de juguetes las casas de medio mundo.
Eran empresas competitivas porque, si bien en la segunda mitad del franquismo la calidad de vida había crecido, los salarios eran bastante más bajos que en el resto de Europa. Inmigrantes de toda España llegaban en los 60 y 70 a Ibi donde cada fábrica de juguetes contaba con centenares de trabajadores, una parte importante, mujeres. Nadie sospechaba que el juego se iba a ir acabando, precisamente porque desde China podían fabricar y exportar juguetes incluso más económicos que la ibense.
El ocaso se consumó con el cierre de las empresas de Payá y Rico, que tantas alegrías habían dado, en 1984. La globalización había entrado con fuerza y había arrasado la economía de un pueblo que había pasado de 3.000 a 20.000 habitantes. Desde entonces, esta singular industria sigue muy presente en el municipio, buscando su lugar en un mundo donde el juguete es cada vez menos cosa de niños ante el avance tecnológico.