"No es admisible afirmar que el regadío no es sostenible y no es un elemento clave en la lucha contra el cambio climático". Con esta sentencia, el doctor David B. López Lluch, Ingeniero Agrónomo del Centro de Investigación e Innovación Agroalimentaria y Agroambiental (CIAGRO-UMH), arremete contra los críticos con el trasvase Tajo-Segura.
López Lluch, que es vocal de la Cámara de Comercio de Orihuela, explica que en la Asociación España-FAO se valora que el efecto sumidero de CO2 "puede variar entre 5 a 10 toneladas por hectárea y año en cultivos de regadío, en comparación con 2 y 4 toneladas por hectárea en cereales de invierno en secano".
También expone que otro estudio realizado por la Consejería de Agricultura y Agua de la Región de Murcia (2010) señala que "una hectárea de cítricos en plena producción puede fijar cada año entre 13 y 30 toneladas por hectárea de CO2. Si se restan las emisiones derivadas de las prácticas agrícolas, el balance final positivo varía entre 9 y 25 toneladas de C02 por hectárea cada año".
Además, asegura López Lluch, "este mismo estudio señala que, en el caso de frutales el balance neto anual está entre 17 y 19 toneladas por hectárea.
Huella de carbono
El profesor también destaca en su informe el caso concreto del trasvase según el estudio “Balance de carbono de las Zonas Regables del Trasvase Tajo-Segura” de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), sobre los resultados globales de emisiones de gases de efecto invernadero, remoción de CO2 y balance de carbono para la superficie neta de regadío asociada al acueducto.
Según ese estudio "los regadíos del trasvase Tajo-Segura representan un importante sumidero de carbono, disminuyendo su capacidad como sumidero de carbono conforme se intensifica la energía específica del suministro de agua de riego, variando de -1.208.084 t CO2/año hasta -707.276 t CO2/año".
En este sentido, recuerda que "allí donde hay un agricultor en nuestro territorio, hay un bastión en la lucha contra el avance del desierto. En ese sentido, tal vez sería interesante valorar la posibilidad de poner en marcha, de una vez en este país, los pagos por servicios ambientales (ya mencionados) a los agricultores.
Escorrentías
Por otro lado, el investigador recuerda otros aspectos ambientales, ya que "el regadío, en nuestro territorio, es una herramienta fundamental para el control de la escorrentía superficial en episodios de lluvias torrenciales; así, contribuye a la conservación de suelos reduciendo la erosión superficial al mantener la superficie cultivada".
"El paisaje agrario derivado de la diversificación de cultivos inherente al regadío posibilita la conservación de una biodiversidad que desaparecería sin esa alternancia de cultivos junto a las especies que se desarrollan en los márgenes y riberas de los cursos de agua. Este paisaje contrasta con la degradación que se produce tras el abandono de tierras agrícolas en nuestro territorio", añade.
Además, señala que ha que tener en cuanta la importancia medioambiental favorable de "la captación de parte de los nutrientes presentes en el agua de riego por los cultivos de regadío".