Alicante

Ni el pésimo partido del Hércules en el campo del colista ni las protestas de un numeroso grupo de aficionados van a provocar cambios bruscos en el equipo alicantino. A falta de siete partidos, la cúpula deportiva del club entiende que dar ahora un volantazo en el banquillo podría traer aún peores consecuencias, por lo que prefiere apelar a la calma y a la normalidad a la espera de que la mala dinámica desaparezca por sí sola.

El técnico del equipo, Rubén Torrecilla, quedó muy tocado tras el partido ante La Nucía. No esperaba el extremeño, como reconoció en la rueda de prensa, que la afición pidiera su destitución de forma unánime, sobre todo porque hace apenas mes y medio era considerado casi un mesías por la afición blanquiazul.

Torrecilla cayó de pie en Alicante. Primero por aceptar enrolarse en un proyecto que se había quedado sin capitán tras la deserción de Lolo Escobar y, posteriormente, por la claridad y humildad de su discurso. Luego, los primeros resultados de la temporada le ayudaron a conquistar el corazón de la hinchada, pero todo el castillo de naipes se quebró, como casi siempre, tras el final de la primera vuelta.

[El Hércules no se acuerda de ganar en la provincia de Alicante]

Y es que lo que debería ser una bendición en el Hércules se empieza a convertir en una maldición. Al conjunto alicantino, que nunca ha ganado su liga en la extinta Segunda B o de Segunda Federación, le sienta como un tiro ser campeón de invierno. Pasó con Sergio Mora en el banquillo y la historia se repite sospechosamente dos años después.

Mora cruzó el ecuador de la Liga con el equipo como primer clasificado, con 34 puntos y con la sensación de que, tras seis victorias consecutivas, el equipo aún no había alcanzado su techo. Fue comenzar la segunda vuelta y el Hércules sólo fue capaz de sumar en los siguientes 10 partidos 11 puntos tras sufrir cinco derrotas, empatar dos partidos y ganar tres partidos.

El Hércules de Torrecilla se proclamó campeón de invierno con 36 puntos, pero desde que se subió a la cima de la clasificación solo ha sido capaz de sumar 10 más en otros 10 partidos. Cuatro derrotas, cuatro empates y dos victorias son su pobre bagaje desde aquella brillante victoria en Lleida.

Aquella mala dinámica primaveral del curso 2021-22 no se cortó a tiempo y el Hércules entró en la promoción, en su propia casa, de mala manera y con malas sensaciones. El cuerpo técnico confía en que aquello sirva de experiencia para el presente y que el equipo, tras una profunda reflexión y autocrítica, eleve su nivel de juego colectivo y recupere la mejor versión de sus futbolistas para llegar al playoff con un talante positivo y optimista.

Como dijo Kiko Lacasa, director deportivo y entrenador en funciones de La Nucía, “el objetivo es ascender, da igual el camino”. El valenciano vivió en sus carnes la decepción de quedarse a un paso del ascenso directo, por lo que incide en que es vital “levantar el ánimo, pesar que no hay nada perdido y estar juntos” para aprovechar la segunda bala, tal y como hizo su equipo. Por eso, en el caso del conjunto blanquiazul, y pensando en la promoción, importa más el cómo (las sensaciones) que la posición final en la tabla.

La quinta plaza, a siete partidos del final y con ocho puntos de ventaja, no debería correr peligro para el Hércules, por lo que, aunque existe preocupación y debate interno, el futuro del extremeño parece garantizado, salvo cataclismo.

Aquel ascenso a Primera

El secretario técnico del Hércules, Paco Peña, no estaba cuando el proyecto de Mora se hundió lentamente en el curso 2021-22, pero sí formó parte de la plantilla que supo escapar a una crisis para lograr el último ascenso a Primera en la temporada 2009-10. Aquel Hércules, dirigido por Esteban Vigo, también llegó al ecuador de la Liga como líder y cuando parecía que el ascenso estaba garantizado entró en barrena de forma incomprensible.

Enlazó siete jornadas consecutivas sin ganar –cinco derrotas y dos empates- y se cayó de la zona de ascenso. El club apeló a la paciencia y el Hércules poco a poco fue recuperando el pulso hasta que logró, aunque de forma agónica, dar el salto a Primera en Irún.