Excavados en la montaña de Alicante están los pozos de Garrigós, la sede del Museo de Aguas de Alicante. Esta semana el agua ha vuelto a ellos de la mano de Perceval Graells, que expone La remor de la mar. Gotas de cristal llenas del mar e hilos de pescar transforman este espacio en una de las propuestas más atractivas del verano.
"El espacio ya es mágico de por sí", valora tras su inauguración la artista mientras toma un café. Las peculiaridades del espacio, donde no se puede colgar nada de sus paredes, la empujaron a salir de su habitual obra en lienzo, "pensé que como público no me hubiera gustado ver pintura".
A partir de ahí, su reto era "hacer algo que conectara con mi obra y al mismo tiempo con el agua y con lo que hablo con mi obra normalmente". En ella, como enumera, aborda los recuerdos, la memoria y la fragilidad de la vida, el dolor y el feminismo desde la abstracción. Los trazos rojos, una de sus constantes desde hace seis años, los convertiría en hilo rojo que esta vez saldría de los lienzos.
Así que se puso a tejer redes de pesca siguiendo la técnica con que lo hacían las mujeres de los pescadores del Raval Roig para crear su concepto. "Es uno de los proyectos que más fáciles me ha salido porque fue inmediato. No tardé ni un mes porque sabía lo que quería, un homenaje a las aguas de Alicante, sobre todo donde más había vivido mis memorias, la Albufereta".
Las cápsulas donde las conserva son las gotas de cristal que ha ideado de la mano de los artesanos Ana Castelló y Luis Machí. Y en ellas se guarda el agua del mar que ha ido recogiendo de diferentes calas de la costa de la ciudad y la comarca.
Eso la ha llevado también a adentrarse en un territorio nuevo, el videoarte: "Esta era la primera vez que introducía el vídeo porque para explicar el proyecto necesitaba la parte visual de cómo se había hecho". Más allá de una entrevista grabada, que también usa para dar la bienvenida, se planteó hacer una pieza artística en ese formato.
"El cine siempre me ha gustado mucho, aunque nunca he hecho algo de esto", cuenta. El realizador Miguel Garví ha plasmado su proceso de recogida del agua, convertida en la concreción de sus recuerdos, en una pieza que se proyecta en la tercera sala del museo.
Las dos primeras las ocupan estas gotas, ¿o lágrimas?, que caen desde lo alto de los pozos. "Recuerdo cuando era muy pequeña que el mar estaba mucho más lejos de la costa, se ha comido casi toda la arena, eso lo puedes ver en la Albufereta. Y que había muchísimos erizos, con días que casi no podías entrar", cuenta.
"Y eso es salud del mar", prosigue, "porque las especies existen si el agua está buena, y ahora no ves ni uno". "Y he visto estrellas de mar en la Albufereta y ahora ya ni de broma, las nuevas generaciones no lo conocerán", concluye.