"Hay una voluntad de contar las cosas para desmitificar", cuenta Santiago de las Heras antes de encender la grabadora. El director del Centro Penitenciario de Alicante sonríe en su despacho al explicar el programa de visitas culturales en el que colabora con el Museo Arqueológico de Alicante. Y tiene muy clara la necesidad de llevar esta serie de actividades culturales a las prisiones.
¿Qué es lo que se quiere desmitificar, cómo y por qué?
La gente conoce las prisiones por las películas, en su mayoría extranjeras. E incluso las nacionales, no voy a decir nombres, no responden nada a la realidad. Cuando hablamos de desmitificar no es que queramos contar una nueva película o una extraña, sino que vengan y lo vean como has tenido la oportunidad.
El objetivo no es fácil.
Vienen muchas visitas de alumnos de la universidad y en general siempre hay mucho recelo: '¿Vamos a pasar dentro? ¿Y vamos a estar con ellos? ¿Y esa gente al otro lado son internos?'. Los internos evidentemente no llevan cuerno, rabo y tridente. Son personas indistinguibles de cualquier otra y que normalmente se comportan con la misma normalidad que nos comportamos todos.
¿Cómo se lo explica entonces?
Un ejemplo que les pongo es que imaginen al interno medio: podría ser un varón de 30 o 35 años que va a estar unos tres años en prisión y ha dedicado a cometer delitos, a lo mejor, cinco horas de su vida de 35 años. Eso quiere decir que la mayor parte de su tiempo es una persona normal que solo una pequeña parte de su vida ha cometido comportamientos antisociales, que son los que le llevan a estar en la prisión. Y dentro el comportamiento de la mayoría es excelente, no se puede decir de otra manera. Evidentemente, hay quien da problemas puntuales y quien los da con más frecuencia, pero no es lo normal.
¿Qué es lo normal?
Lo normal es que cualquier visita que transcurra en el centro penitenciario sea amable y cordial. Y los internos reciben con satisfacción y alegría a cualquiera que viene. Si algo tiene la prisión es que es aburrida porque siempre ves el mismo escenario, las cuatro paredes, por mucho que queramos variarlas. Una de las cosas que hacemos aquí es que cada vez que se pinta se hace con un color diferente aunque solo sea para variar el escenario. Las personas somos las que somos y son siempre las mismas caras. Reciben con alegría cualquier variación en la rutina que termina siendo aburrida con el tiempo.
Y en esto se incluye el programa de colaboración con el Museo Arqueológico de Alicante en el que traen a conferenciantes. ¿Es habitual?
Sí. Todos los centros —de los más de ochenta que hay— reciben en mayor o menor medida visitas del exterior. Precisamente para esas personas que están aquí dentro, que siguen siendo parte de la sociedad, y que tienen que volver necesariamente a ella.
¿Qué se le dice a quién no entiende este programa?
Si les apartamos completamente de lo que es la vida normal y pretendemos que cuando salgan se comporten con normalidad... Es complicado. Por eso hay que traer aquí todo lo posible. Y estamos abiertos —con las lógicas medidas de seguridad y que sea un contenido útil— a que cualquiera que quiera hacer algo dentro de prisión sea bienvenido.
¿Cómo surgió esta colaboración con el Marq?
Buscábamos un programa permanente. Y con el Marq que todos los años tengan un ciclo de conferencias con la actividad docente para la población libre que la pueda hacer también la internada. Y ese es el proyecto que desarrollamos.
¿Y cuáles son las primeras impresiones de este ciclo de charlas?
La actividad del Marq siempre la hemos valorado muy positivamente. La mayor parte de las actividades que traemos aquí son de formación profesional o enseñanzas regladas para que completen estudios —que todo eso hay que hacerlo—, pero uno de los problemas que presentan las personas que acaban en prisión es que no conocen formas saludables de ocio.
Es importante que las vean porque a lo mejor la primera oportunidad que han tenido es cuando viene el Marq y les habla aquí. Eso les da la oportunidad de ver que existen otras formas de divertirse distintas a las que nos pueden pasar por la imaginación y que con frecuencia conducen a comportamientos antisociales que acaban con la comisión de un delito y que esa persona tenga que venir a prisión. Esas otras formas saludables de ocio es importante que las conozcan. Alguna vez me han comentado si eso reinserta y sí, claro que sí porque conocer esas otras formas de ocio a menudo es muy útil, mucho más de lo que podría parecernos.
¿En qué se diferencia este proyecto didáctico con el Marq de otros que se pueden llevar a cabo en prisiones?
Otro lugar común es pensar que es gente a la que no le puede interesar eso y que mejor le vamos a traer un grupo de rock o flamenco —que también—, pero estas otras formas de entrenamiento más cultas y elaboradas que requieren más conocimiento y una mediación para traer a las personas a ese tipo de contenidos son también muy importantes. Y tenemos que tener actividades en todo el espectro. Y a menudo no lo tenemos de este nivel, que es lo que nos ofrece el Marq.
No es un cómico contando chistes, no es un grupo de baile, es una actividad cultural que tiene mucha aceptación y despierta interés. Siempre que traemos un conferenciante de nivel tiene mucha aceptación, para sorpresa del ponente porque piensa que aquí eso no puede interesar. Y claro que interesa.
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¿Cómo ha cambiado la perspectiva sobre esta línea de programación cultural?
Echemos la vista atrás quince años y pensemos cómo era la calle. A lo mejor no había smartphone. En su momento, estaba el impacto del teléfono móvil porque la gente salía y no sabía lo que era. Al desconectar a persona de la sociedad, que evoluciona tan rápidamente, la gente no está preparada para volver y genera vértigo y problemas psicológicos de adaptación porque vuelve a otro mundo, no el que dejó. Y el objetivo de la prisión es devolver a la persona en mejores condiciones para desenvolverse en el mundo con normalidad y dentro de los patrones que todos esperamos.
Si tiene que volver a la sociedad más tarde o más temprano, tiene que volver como mínimo en las mismas condiciones y el ideal es que sean mejores. Las condenas largas van en contra. Hay que tener cuidado con exagerar la duración de las condenas. Por eso nuestro régimen penitenciario es flexible.
Y eso no se puede conseguir desde dentro que un buen día te pongo en la calle sin más, sin una transición, y espero que te comportes. De entrada lo vas a pasar mal porque esa persona que sale sin preparar y ha estado unos años apartada se encuentra con un choque cultural que no reconoce las cosas que hay.
Incluso así, hay quien pide más dureza en la vida en la prisión.
Las personas están porque han cometido un error en sus vidas. Yo les diría que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra porque a lo largo de nuestra vida todos cometemos errores. Y creo que es bueno dar segundas, terceras o quintas oportunidades, porque siempre es bueno darlas, porque, además, no nos queda otro remedio: al final se tiene que reintegrar.
Esa visión de que ha hecho algo malo y que vaya a la prisión y que no tenga de nada... Si es que el castigo es estar aquí dentro.
En las visitas de los grupos de universidad siempre hay alguien en esa línea particularmente dura: '¿cómo es que tienen gimnasio o televisión? Encima que han hecho algo malo tienen todo eso'. Y cuando se les enseña una celda vacía, y avisando les decimos que vamos a cerrar la puerta, que noten que la puerta se cierre detrás de ti, y que a diferencia de la puerta de tu habitación que la abres cuando quieres, esa puerta te la tiene que abrir alguien.
Solo esa sensación a muchos les convence de que aunque tenga piscina o tele, esto es un castigo, no es un premio. Por mucho que tengas las tres comidas diarias y todas las medicinas que necesites. Faltaría más. Qué mínimo que tengas todas las necesidades cubiertas. El mero hecho de estar en prisión es un castigo terrible sin necesidad de añadir ni un maltrato más.
Y las cosas tienen que venir, porque muchos no pueden salir porque el esfuerzo de salir nos limita mucho. Una salida a ver el Marq de quince personas requeriría a cuatro funcionarios que dejan de trabajar con los otros doscientos que se quedan dentro. Siempre preferimos que sean actividades que vengan aquí.