Cuando Àngel Llàcer cantaba La vida empieza hoy "en los peores momentos del Covid, cuando no hacía nadie musicales, decidimos que fuera el único musical de Europa que siguiera". Y ahí vio que era el momento en que "la gente necesitaba el teatro. Y ahora también". Ese es el mensaje con el que llega a Alicante este fin de semana con seis intensas funciones del musical La jaula de las locas.
Una agenda apretadísima al combinar las grabaciones de Tu cara me suena con las representaciones le tienen agotado. Pero insiste en un mensaje, "lo hago porque quiero, porque La jaula de las locas ha hecho tan feliz a tanta gente". Y así ha sido desde que lo puso en marcha en 2018 en Barcelona donde ya se arrancó con éxito. Ahora lo mueve por toda España con el montaje completo, "una apuesta arriesgada".
"Esta es la razón por la que hago teatro, para emocionar a la gente, olvidarse de sus vidas o reflexionar", cuenta. "Hacer reír para luego pensar. Porque cuando una persona ríe, todo le entra mucho mejor. Y esa es lo que intento en la vida, que la gente esté de buen humor y hacer reír a la gente".
Todo eso lo consigue con esta versión del musical que dirige él mismo con Manu Guix y que también protagoniza, alternando con Iván Labanda el papel de Albin. En su argumento se aborda la historia de una pareja formada por dos hombres, en una de las primeras representaciones positivas de una relación explícitamente LGTBI cuando dio el salto al cine en los años 70.
Divertir y representar
"Si esta obra sigue siendo vigente y es actualísima es porque el ser humano no es una especie que evolucione mucho", razona, "Shakespeare funciona aún hoy porque los celos, el amor y el odio existen, no evolucionamos a ningún lado". Por eso cuando escucha ideas como 'Cada vez somos mejores', tiene clara la respuesta, "pues no, el ser humano no es una especie que vaya mejorando. Estamos igual que hace cuarenta o cuatrocientos años".
Pero a La jaula de las locas no se va a recibir un discurso sobre diversidad o representación LGTBI, se va para reír y mucho. "Yo no he venido aquí a enseñar nada a nadie. No es mi función. Mi función es divertir a la gente", recuerda. Otra cosa, añade, es lo que el espectador decida entender a partir de lo que aparece.
Y ahí pone el ejemplo de una clave del argumento, el hijo de la pareja protagonista se casa y los padres de ella, ultraconservadores, quieren conocer a la nueva familia. "La mujer del diputado conservador está muy sometida y hace todo lo que dice él", explica. Y pensaron que lo podían actualizar de manera que ella cogiera las riendas de la relación. Una propuesta que no convencía a Llàcer: "Tampoco ha cambiado todo tanto. Hay muchas señoras que aún no cogen las riendas".
Así se ve en un diálogo del musical cuando ella dice que le gustaría que se tuviera en cuenta su opinión y el marido le responde que no. "Ahí se escuchan 'oh' entre el público, otros ríen porque no saben cómo responder. Si pongo una mujer así no es porque digo que tengan que ser así, sino para que reflexionen".
Y ahí abre el debate más allá. "Muchas veces cuando planteamos en el teatro que una obra no se puede hacer porque el mundo va cambiando y hay que mirar adelante, pienso que eso no lo consigue nadie. Ahora hay cosas que no podríamos o no deberíamos representar, como el maltrato, o asuntos de razas. Pues sí. Puedes".
También para provocar. En la primera versión de su montaje, Llàcer recuerda que el equipo le propuso caracterizar al diputado para que se pareciera a Mariano Rajoy. "Y la gente se reía cuando entraba porque se parecía a Rajoy, pero cuando fuimos a Madrid con Rajoy para ellos es de izquierdas y no les hacía gracia". Así que el equipo le propuso cambiarlo a Santiago Abascal y a pesar de que inicialmente no lo veía necesario, "a los equipos siempre les doy alas porque me gusta que todos aporte y hace que el espectáculo funcione mejor. Pero no fue una cosa premeditada".