El sevillano Pablo Emilio Pérez Mallaina entrará en la Real Academia de la Historia

El sevillano Pablo Emilio Pérez Mallaina entrará en la Real Academia de la Historia

Educación

Pablo Emilio Pérez Mallaina, historiador americanista: "Los descendientes de la conquista siguen en México"

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Pablo Emilio Pérez Mallaina (Sevilla, 1952), es un historiador especializado en la Historia de América y los viajes a las Indias. Su nombre proviene de un general romano -Emilio Paulo Escipión- que hace muchos siglos "transitó por España conquistando a los íberos". Sin embargo, asegura que no vive pensando en exigir una disculpa a sus descendientes italianos, a los que considera parte imprescindible de su propia cultura.

Con esta filosofía vive su profesión este catedrático emérito de la Universidad de Sevilla. Ahora acaba ser seleccionado para tomar el relevo de la medalla número 3 en la Real Academia de la Historia. Dicho puesto quedó vacante tras el fallecimiento de Francisco Rodríguez Adrados.

La americanista Enriqueta Vila Vilar fue quien impulsó su candidatura junto a otros dos académicos. Y sonó la flauta. Aunque la trayectoria de Mallaina ya juega, por sí sola, muy a su favor.

Doctor en Historia de América y catedrático desde el año 2000 en la hispalense, ha impartido conferencias y cursos en prestigiosas universidades europeas y americanas como la Sorbona, Harvard o la Nacional Autónoma de México. 

Además, ha publicado más de 20 libros y un centenar de artículos. Tampoco es nuevo en esto: ya formaba parte de la Real Academia Hispanoamericana de Artes Ciencias y Letras,y es también académico de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

¿Qué supone para usted entrar en la Real Academia de la Historia después de tantos años de investigación, reconocimientos y docencia?

Yo creo que es llegar a la cima de mi profesión. Estoy ahora contentísimo. Cuando le dije a mi padre que iba a dejar mi brillante carrera de ingeniero -cuando aún estaba en ciernes, porque sólo había hecho el COU-, me dijo que me iba a morir de hambre. Y lo único que he hecho es disfrutar muchísimo de una carrera preciosa.

Así que, llegar a la Real Academia de la Historia es la cumbre. Es estar en la institución máxima que regula la Historia en nuestro país. Son treinta y tantas las personas que tienen la suerte de estar ahí. Desgraciadamente, debe fallecer uno de ellos para entrar, pero estoy muy contento.

¿Qué labor se hace desde la Real Academia de Historia?

Cada academia tiene una labor distinta. Por ejemplo, la de las Buenas Letras de Sevilla concita a personas de distintas especialidades: poetas, literatos, también historiadores. Pero en la Real Academia de la Historia sólo hay historiadores, y por lo tanto hacemos trabajos específicos. 

Hace poco leí la Real Cédula de fundación, de tiempos de Felipe V -17 de junio de 1738-, y dice, textualmente, que la Real Academia de la Historia debe hacer un diccionario histórico "para determinar la realidad de los sucesos desterrando las fábulas introducidas por la ignorancia y la malicia". Hoy, que se habla tanto de bulos y relatos alternativos, es la Academia la que tiene esa tarea. Que no es poco.

Lo académico se considera algo antiguo, viejo, pero tiene una labor muy actual, moderna, interesantísima además. Porque la Historia se manipula muchas veces, lo vemos a diario. Por poner un ejemplo, los movimientos periféricos que desgraciadamente surgen en nuestro país, de nacionalismo, construyen una Historia muy particular.

¿Y cómo hace ahora la Academia para acercar esta labor a la gente común? ¿Cómo puede se puede acceder a ella?

La Academia de la Historia ha hecho un diccionario biográfico con más de 50.000 entradas donde uno puede, vía online, encontrar información de cualquier personaje histórico importante. 

Y últimamente ha creado una herramienta de trabajo importante, que es el Portal de Historia Hispánica. Ahí se han conectado esos miles de datos. De tal manera, que se accede a un gran mapa mundi con una serie de puntos, y cada uno de ellos son un personaje o un hecho histórico. Y se pueden enlazar unos con otros. Así, si distintos personajes se entrecruzan tienes una visión global de la Historia de España. 

Hacer eso, mantener esos datos es lo que hace la Academia, y es lo que Felipe V dijo que debía hacer. Aunque está adaptado a nuestros tiempos.

Su especialidad, la historia de la Conquista de América y los viajes a las Indias, está actualmente inmersa en distintas polémicas, incluso cuestionados algunos hechos, imbuidos de un nuevo revisionismo político. ¿Qué opina de todo ello?

Sí, hoy la Conquista tiene muy mala prensa por estos movimientos llamados woke. Se basan en algo que me parece equivocado: juzgar el pasado con los valores del presente. Eso siempre es un error. Se podría quitar mérito a la figura de Jesucristo porque nunca dijo nada contra la esclavitud. Pero en aquel tiempo, algo como la esclavitud, a todo el mundo le parecía absolutamente normal.

Del revisionismo no se libraría nadie, ni nada. Yo pretendo poner en valor lo positivo, lo que nos une. Ver la botella medio llena, no echarnos jarras de agua fría entre nosotros. 

En el presente, con los viajes espaciales, nos enfrentamos a retos parecidos a los de esos hombres que viajaban a las Indias, en un viaje a lo desconocido. Eso es lo interesante de la Historia, que se puede aprender de ella para encarar el presente. Yo estoy contento de que me hayan elegido, y si hay que luchar contra los criterios woke, se lucha. 

¿Cómo se planteó su candidatura a la Academia? 

Por tradición, entre los académicos suele haber siempre algún especialista en la Historia de América, porque tiene un gran peso en la Historia de España. Entonces, Enriqueta Vila, que es una gran americanista y amiga y que tiene casi 90 años, prevé que debe jubilarse. 

Así que ella es la que ha promovido mi candidatura junto con Pilar León Castro y Miguel Ángel Ladero. Han confiado en mí, en mi trabajo, y me propusieron. He tenido la suerte de que el resto de académicos me acepten.

¿Hay cantera en la Universidad para la especialidad de la Historia de América?

Pues en la Universidad de Sevilla tenemos un departamento de la Historia de América, sí. Desgraciadamente es el único. Porque precisamente, en estos últimos tiempos, estas campañas woke han surtido mucho efecto, están de moda. 

Por ejemplo, ha pasado completamente desapercibido el aniversario de la conquista de México, en 1519. Se considera que aquello fue un salvajismo, pero fue un hecho de una tremenda relevancia histórica. Hoy, México es el país con el mayor número de hispanohablantes, con una cultura riquísima. A pesar de todo, el inicio del México moderno no le ha llamado la atención a nadie. 

Ahora, la nueva presidenta, parece ser que quiere que pidamos perdón. Precisamente por eso no tiene un apoyo político importante. Nuestra Universidad siempre ha apoyado este departamento, que tiene su razón de ser en la existencia del Archivo de Indias, con cientos de miles de documentos aún por estudiar.

Hace unos días, Amparo Graciani, la catedrática elegida como delegada del centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929, dijo que intentarían que el evento fuese transversal, centrándose en lo que une y no en lo que separa. ¿Cree que eso es posible actualmente?

Ojalá se consiga. Esto de México es una cuestión de los políticos, que de alguna manera tienen que buscar chivos expiatorios, si es posible fuera. A mi me hace mucha gracia que su presidenta exija disculpas por los muertos indígenas de hace siglos, mientras tienen allí no sé cuántos miles de muertos por asesinatos y drogas. 

Es un país hermosísimo, con un potencial cultural tremendo, pero con unos problemas de drogas y violencia, con miles de asesinatos en el último sexenio. Esta polémica es típica para quitarse de encima un problema actual echándole la culpa a un fantasma antiguo. 

De modo que ojalá que haya un poco de sensatez y se piensa en lo que nos une, y no los que separó a los españoles con los aztecas del siglo XVI. Además, cabe recordar algo: los españoles que fueron a hacer la Conquista se quedaron allí. Sus descendientes están ahora en México. Se quedaban a allí porque no les había ido bien en la península.