César Córdoba, el campeón mundial de kick boxing que entrena a los Mossos y a Antonio Orozco
El boxeador, también conocido como 'el cazador', ha entrenado esta semana a agentes de la policía catalana.
1 octubre, 2023 02:07Se vuelve a hablar de César Córdoba, el boxeador y dos veces campeón del mundo de kick boxing que llegó a ganar los más prestigiosos campeonatos internacionales de estas disciplinas. Y se vuelve a hablar de él porque esta semana ha impartido un curso de defensa personal a algunos agentes afiliados al Sindicato de Policías Locales y Cuerpo de Mossos d’Esquadra, como otras veces lo ha hecho con Antonio Orozco.
Pero su historia va más allá. Desde su llegada al olimpo y su primera retirada, que terminó siendo temporal, hasta su éxito final como entrenador en tres centros distribuidos por Barcelona es lo que aquí repasa esta leyenda de los deportes de contacto.
“El cazador”, tal y como apodaban a Córdoba durante su etapa encima del cuadrilátero, nació en Barcelona, en 1980, y pronto cumplirá 43 años. “De jovencito jugaba al fútbol, como todo hijo de vecino. Luego empecé con el kickboxing por un chaval del instituto, que él ya lo practicaba, y sentí que se me daba bien”, narra el protagonista de esta historia.
Se le daba tan bien que a los siete meses debutó. Todavía quedaban algunos años para llegar a vencer en los campeonatos españoles, europeos y mundiales que tiene en su haber. Ahora guarda con ahínco en su memoria los cuatro campeonatos del mundo de kickboxing y el campeonato de España de boxeo que ganó.
“Desde el principio tuve mucha repercusión en el mundillo. Me hice un nombre en este deporte de contacto, sobre todo porque ganaba muchos combates por KO”, añade. Y es cierto, Córdoba se ha subido al cuadrilátero en 101 ocasiones, ha salido victorioso 96 de ellas, 60 por KO. Sus combates eran muy explosivos, como si de un verdadero cazador se tratara. Pronto comenzó también con el boxeo. Su segunda pelea amateur fue en esta disciplina.
Un estigma
Córdoba no tenía ni 16 años cuando decidió orientar toda su vida hacia un deporte minoritario, pero también estigmatizado. “Está asociado al lumpen, a la clase baja. Yo creo que poco a poco hemos cambiado esa imagen. Ahora los boxeadores han estudiado carreras, son deportistas de élite y lo practica cualquier clase social”, describe. Desde su punto de vista, esto ocurre porque el boxeo es un deporte completo aplicable en el día a día y que ayuda a conocerse bien a un mismo, según el mismo Córdoba.
Él siempre ha intentado luchar contra ese estigma, aunque en otras tantas ocasiones tan solo le ha quedado aceptarlo. “Me centré en trazar mi camino e intentar huir de esos estereotipos. Tampoco llevo tatuajes, ni tengo una cara desagradable. Me he quitado muchos golpes, no está muy castigada”, desarrolla el boxeador.
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De todas formas, hubo un momento en la carrera de Córdoba en el que subirse a un ring ya no era lo mismo. Estaba luchando por clasificarse para los juegos olímpicos de Pekín cuando comenzó a tener la sensación de que boxeaba por obligación y no por convicción. Decidió retirarse, incluso tras sus últimos buenos resultados. “No fue tras ningún fracaso deportivo, sino con un fracaso conmigo mismo, que ya no veía esa chispa necesaria”, ilustra.
A partir de aquel 2007, Córdoba estuvo un año y medio apartado de los combates. Aprovechó la ocasión para formarse. Por ejemplo, se sacó el carné de barco. Más tarde aprobaría el acceso a la universidad para mayores de 35 años. También montó un pequeño negocio, una cafetería, que ya está cerrada. “Yo no dejaba de ir a los eventos y, entre mi sensación de querer volver y que la gente también me llevaba, volví al ring una segunda temporada que fue espectacular”, enuncia este barcelonés.
Córdoba, el profesor
Esta temporada terminó en noviembre de 2022, cuando Córdoba decidió despedirse por todo lo alto. Para entonces, ya había superado el traspiés que para todo el mundo supuso la pandemia: “Me fui focalizando en otras cosas. Ha sido todo tan paulatino y en paralelo que a nivel psicológico ha sido muy llevadera la situación”, comenta. Aquel último combate fue un premio para Córdoba, un regalo que se hizo a sí mismo por toda su carrera.
Ya sucedía antes, pero desde entonces está enfocado en la docencia por completo. En los tres gimnasios que gestiona imparte diferentes clases. “La docencia no está relacionada con el deportista, no todo el mundo vale para enseñar. No tanto por una cuestión de capacidades sino de inquietudes”, agrega.
En su caso, desde muy joven le gustó ir más allá, saber el porqué de las cosas. Para él, su entrenador era su máxima referencia. Es algo que se repite ahora con sus alumnos: “Algunos son muy buenos en el ring pero sabes que no servirían para entrenar porque no tienen esa capacidad de comunicar, se les ve introvertidos y reservados”.
En cambio, otros que no son de los que más destacan sí podrían acabarse haciendo un hueco en el mundo del entrenamiento. De hecho, muchos de sus alumnos también son entrenadores y a otros tantos Córdoba les intenta implicar en algún proyecto, siempre que puede.
Deporte reconvertido
Ahora se vuelve a hablar algo más de Córdoba porque ha impartido una formación a agentes policiales catalanes. “Vino uno de mis alumnos a decirme que un colega suyo estaba en un sindicato policial y que a ver si les podía dar una formación por el aumento de los casos de agresiones que han visto”, relata.
Él mismo es consciente que su perfil no se amolda demasiado a lo que se puede esperar de un policía: “Parece que no es idóneo por aquello de que ellos no pueden golpear y que les forme un especialista del golpeo no tiene mucho sentido”.
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En cambio, su formación se basó en aspectos aplicables a los agentes policiales tales como aprender a desplazarse, medir el tiempo de reacción, guardar la distancia de seguridad y las esquivas que existen.
“También tratamos la cuestión emocional a la hora de afrontar conflictos, que de eso los boxeadores sabemos un poco”, dice irónicamente. De hecho, este entrenador considera que la mayor virtud de un boxeador es el control de sus emociones, como la ira, pero también el cansancio, la presión y el dolor.
Preguntado por si se trata de un deporte masculinizado, este boxeador recuerda sus primeros combates: “En el gimnasio al que yo asistía no había diferencia por sexo. Mis primeros combates fueron contra chicas. Ellas eran mis compañeras igual que ellos mis compañeros. Hacíamos guantes juntos y las trataba igual”.
Más allá de eso, Córdoba piensa que el perfil de los deportistas que practican estas disciplinas de contacto se ha abierto mucho más. “Antes venía el chaval que tenía exceso de energía, al típico guerrerito, o alguna chavala algo más flojilla para empoderarse y coger confianza. Ahora yo tengo mayores y pequeños, y de todas las profesiones y clases sociales”, concluye.