Un sacerdote ortodoxo bendice a los reclutas rusos llamados al servicio militar en Bataysk.

Un sacerdote ortodoxo bendice a los reclutas rusos llamados al servicio militar en Bataysk. Sergey Pivovarov

Europa

Rusia ha perdido 600.000 hombres en dos años y medio de guerra: por qué el estrés no recae sólo en el lado de Ucrania

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El mes de octubre ha acabado con el mayor avance de las tropas rusas en suelo ucraniano desde el principio del verano de 2022, es decir, cuando el ejército local consiguió detener la inercia de la invasión. Según la organización finlandesa Black Bird Group, el ejército de Valeri Gerasimov habría tomado un total de 414 kilómetros cuadrados en los últimos 31 días. Desde el 1 de agosto, Rusia ha conseguido avanzar lo mismo que en los siete meses anteriores, mostrando un preocupante cambio de dinámica en el frente.

A la caída de Vuhledar el 2 de octubre hay que sumarle la de Selidove en los últimos días. Ambas localidades tienen un alto valor simbólico y estratégico. La primera se había convertido en el ejemplo por antonomasia de la resistencia ucraniana durante estos dos años y medio de guerra, el lugar adonde iban a fracasar constantemente las ofensivas suicidas de los rusos, que han perdido miles de hombres intentando atravesar llanuras sin protección alguna. La segunda es clave para la protección de Pokrovsk y apenas ha podido defenderse. Las tropas ucranianas han preferido abandonar la ciudad para evitar ser embolsados.

Empujados hacia el norte y hacia el oeste, las tropas ucranianas ahora mismo tienen en su poder solo cuatro núcleos de población importantes en Donetsk: la mencionada Pokrovsk, nudo de comunicaciones de toda la región, Velyka Novosilka, casi en la frontera con Zaporiyia, y las importantes ciudades de Kramatorsk y Sloviansk, donde Ucrania tiene su centro de mando y donde aún llegan ferrocarriles desde el oeste con provisiones y tropas de reemplazo. Perder Pokrovsk, en riesgo desde el pasado verano, pero aún a cierta distancia del frente, sería un golpe durísimo que Ucrania debe evitar a toda costa.

600.000 bajas rusas en dos años y medio

Dicho esto, los avances rusos no han llegado a cambio de nada. Conscientes de la importancia de estos meses -el invierno se acerca, la comunidad internacional cada vez está más cansada y las elecciones en Estados Unidos pueden marcar definitivamente el conflicto si gana Donald Trump-, el Kremlin ha dado la orden de darlo absolutamente todo, incluso incorporando a diez mil soldados norcoreanos para ayudar a liberar la región de Kursk.

Eso ha tenido sus consecuencias: octubre también ha sido el mes con mayor número de bajas diarias y tanques perdidos. En total, serán en torno a 1.000 los blindados eliminados en un solo mes, un ritmo insostenible. En cuanto a las pérdidas humanas, el Ministerio de Defensa ucraniano las calcula en 1.680 diarias. Por supuesto, no hablamos de la fuente más fiable del mundo, pero esa misma fuente daba la mitad hace tan solo un año. En otras palabras, Rusia avanza en todos los frentes, sí, pero poniendo en marcha una máquina de triturar carne que no va a poder sostener en el tiempo si Putin no quiere tener serios problemas internos con más movilizaciones masivas.

El diario The Economist, citando fuentes de la inteligencia militar estadounidense, calcula en 600.000 los soldados rusos muertos y heridos en Ucrania desde el inicio de la invasión, con un total de 57.000 fallecidos solo en lo que va de 2024. Son cifras que se acercan bastante a las ofrecidas por el gobierno ucraniano, pese a los continuos desacuerdos entre ambas administraciones en todo lo demás: cómo llevar la guerra, dónde utilizar las armas o qué decisiones tácticas son las correctas. Recientemente, la Casa Blanca filtró al New York Times información reservada -en concreto, el pedido de misiles Tomahawk por parte de Volodimir Zelenski-, lo que provocó una honda indignación en Kiev.

Este número de víctimas se prolongará a lo largo de los próximos meses. Aunque ya ha quedado claro que Rusia ha conseguido avances en casi todas las direcciones, hay lugares como Chasiv Yar o Toretsk, en las cercanías de Bakhmut, que se le resisten y en cuyo asalto van a tener que dejarse muchas vidas. Pese a los retrocesos, las retiradas, el cansancio y la evidente inferioridad en número de soldados y municiones, la línea defensiva ucraniana no se rompe. Hay que recordar que el conflicto ya dura aproximadamente lo mismo que duró la guerra civil española y Rusia aún no ha terminado de conquistar siquiera las dos regiones vecinas que ya tenía bajo un control parcial desde 2014.

Una inflación disparada

Los problemas de Putin no acaban en lo militar. Según el propio The Economist, Rusia gastará el año que viene un tercio de su presupuesto en defensa, lo que tal vez provoque un crecimiento del PIB en términos totales, pero estrangulará aún más a una sociedad civil cada vez más empobrecida. Cada mes, Moscú recluta 30.000 nuevos jóvenes -y no tan jóvenes, siguen las ofertas especiales para presidiarios y otros colectivos similares-, lo que sirve para suplir las bajas en el frente, pero a la vez disminuye la mano de obra disponible dentro del país y supone un golpe moral enorme para muchísimas familias, sobre todo en las provincias más orientales.

La inflación sigue disparada, rozando el 10% de media mensual, lo que ha provocado que el Banco Central ruso haya subido los tipos de interés hasta el 21%, imposibilitando en la práctica el acceso a financiación para nuevos proyectos que no tengan que ver con la industria militar, algo que recuerda a los peores errores de la época soviética. La moneda, por su parte, sigue depreciándose: para conseguir un dólar hay que pagar 97 rublos. Hace un mes, bastaba con 92,59 y antes de la guerra el cambio estaba a 77. Eso permite aumentar las exportaciones, pero con una economía concentrada en el uso doméstico y tras la pérdida de tantísimos socios, no parece un gran consuelo.

La cuestión ahora mismo, más allá de la presión que se pueda ejercer desde EEUU, está en quién va a quebrarse primero. Las necesidades y las angustias son similares en ambos bandos, solo que las de un lado se publicitan mucho más. Es lo que tiene la prensa libre. Desde medios estadounidenses se especuló recientemente con que Zelenski estaría preparando a su pueblo para un acuerdo con Moscú cediendo territorio a cambio de paz y culpando de ello a Occidente por su falta de compromiso. Tendría sentido, pero lo cierto es que los medios estadounidenses llevan años menospreciando la capacidad ucraniana de resistencia.

Lo importante para Zelenski ahora mismo es abandonar este término medio: o se arma a su país lo suficiente como para que pueda plantar cara a Rusia e incluso ganar la guerra -Vietnam del Norte ganó al ejército estadounidense, los talibanes hicieron lo propio con el soviético- o se le dan las garantías de seguridad suficientes para que cualquier acuerdo se respete en el futuro. Obligar a Ucrania a rendir su territorio a cambio de una promesa vaga de Moscú y sin el compromiso de sus socios occidentales es un disparate. En cinco años, Rusia volverá a la carga y exigirá Járkov y Odesa. Como poco.