Mélenchon, el populista de la Izquierda radical que quiere evitar el duelo entre Macron y Le Pen
Un último mitin en Lille y en otras 11 ciudades a través de un holograma corona el sprint final en los sondeos, que le sitúa en tercera posición.
7 abril, 2022 03:00Noticias relacionadas
Un último mitin para cerrar campaña. Y, muy probablemente, una carrera política. Porque Jean Luc Mélenchon tiene 70 años y este tercer intento de llegar a la presidencia de la República Francesa puede ser el último. A no ser que su llamamiento “a cambiar el mundo” prenda y su sprint final en las encuestas (14/17%, en los cinco últimos sondeos) le permita superar a Marine Le Pen (20,5/23%) y pasar a segunda vuelta contra Emmanuel Macron (25/28%).
Inasequible al desaliento, Mélenchon cita el domingo 17 en el estadio de Charléty a sus seguidores. Para eso, los sondeos (todos) tendrían que haber estimado mal el nivel de abstención, lo que perjudicaría a Le Pen. El candidato de la izquierda radical, que se encuentra cómodo en el calificativo de populista, se esfuerza en confirmar su empuje en las rectas finales de las campañas electorales. Fue cuarto en 2012 (11%) y 2017 (19,6%). Este año es tercero y está dispuesto a pelear hasta el final.
Orador fuera de serie, Mélenchon hizo el martes, a la hora de la Champions League, el mejor mitin de su campaña, al decir de los periodistas que le siguen desde el comienzo. Hora y cuarto sin pronter, consultando de vez en cuando las notas que tenía en un pupitre, de pie, solo en un escenario.
Mélenchon hablaba en carne y hueso desde Lille. Y, simultáneamente, su holograma lo hacía en otras 11 ciudades francesas. De Le Havre, a Niza y de Pau a Metz, una proeza técnica que requirió la colaboración de mil personas, según su director de campaña. Un despliegue espectacular que concluyó, tras una cita de Albert Camus de 1940 sobre “la fuerza del carácter”, con una “Marsellesa” coral, “himno de la revolución inacabada”.
El candidato, cuyos partidarios comparten grupo en el Parlamento Europeo con los eurodiputados de Podemos, sabe dónde están los votos que le faltan. Son esos ciudadanos “cabreados pero no fachas” (“fâchés mais pas fachos”) que votan a Le Pen.
Voto obrero
El voto de las clases populares, obreros y empleados, antaño patrimonio del Partido Comunista, que se desconectó de la izquierda desde el fracaso del socialista Lionel Jospin, a cuyo gobierno perteneció Mélenchon como ministro de la Enseñanza Superior (2000–2002). En las últimas elecciones (europeas, 2019) la lista de Marine Le Pen sumó más del 40% del voto obrero frente al 11% que escogió la de Macron o el 7% la que apadrinaba Mélenchon (encuesta de Ipsos).
El líder despacha a Macron con un par de alusiones a la “alucinación neoliberal” y saca sus mejores acentos humanistas “para romper económicamente con este sistema loco que quiere transformar todo en mercancía”.
Y centra sus ataques en Le Pen. En dos líneas. Las renuncias programáticas de la candidata de extrema derecha en aras a su homologación dentro del sistema, como la jubilación a 60 años que ha retirado de su programa. Y sus ausencias. Y revela que en toda la tramitación de la reforma de las pensiones (luego abortada por el Covid) sólo intervino una vez según las actas de la Asamblea Nacional.
El programa de la Unión Popular de Mélenchon es cristalino sobre la jubilación: pide que se fije en 60 años (ahora está en 62). Y asegura que al día siguiente de su victoria aprobará por decreto la subida del salario mínimo a 1.400 € netos y el bloqueo de los precios, entre ellos la gasolina a 1,40€ el litro.
Cree que “la desmundialización ha comenzado”, y que se impone “renacionalizar la banca”. En definitiva que ha llegado su hora. Tiene 70 años pero “la radical novedad del momento histórico (me) hace sentirme como un joven de 20 que descubre el mundo”, nos dijo a un grupo de corresponsales extranjeros al poco de proclamarse candidato hace 16 meses.
“Ser presidente a los 70 aporta tres garantías: no voy a quedarme, no concurro para hacer carrera y no tengo otra cosa que hacer realidad mis ideas, lo demás lo tengo hecho en la vida” nos dijo entonces. La noche del martes, él y su holograma repitieron el argumento.
Sin candidatura única
Fue el primero en lanzarse al ruedo y resistió todos los llamamiento a formar una candidatura única de la izquierda. “La cuestión no es si la izquierda es capaz de unirse sino si es capaz de acercarse al pueblo”. Entonces veía “agonizante a la socialdemocracia europea, con el PSOE casi como única excepción” y esta campaña, con la candidata socialista, Anne Hidalgo, hundida en el 2% parece darle la razón.
Aunque ha limado sus expresiones más violentas, no hay mitin en el que no prometa la amnistía a todos los ‘chalecos amarillos’ condenados y la rehabilitación “de todas los amputados y de todos los tuertos cuyas vidas fueron rota por las violencias policiales”.
Mélenchon participó en varias manifestaciones de la mayor protesta social desde mayo del 68. También tomó parte en la mítica revuelta estudiantil cuando tenía 17 años. Y se hizo trotskista. Nacido en Tánger en 1951, dejó Marruecos a los 11 años para instalarse en Normandía tras el divorcio de sus padres, un empleado de correos y una maestra. Él es licenciado en Filosofía y diplomado en Letras modernas.
Defensor acérrimo de Putin durante años, la guerra en Ucrania le ha llevado a condenar la agresión rusa, más aún tras el descubrimiento de las masacres de esta semana. Sigue siendo, eso sí, crítico con la OTAN y se define como “no alineado pero no neutral”.
Afiliado a la logia masónica del Gran Oriente de Francia desde 1983, también parece haber templado su anticlericalismo. Durante el funeral de Estado de Mitterrand, celebrado en Notre Dame, no quiso entrar en el templo. Sin embargo, la semana pasada, durante una visita a los artesanos que restauran el templo incendiado confesó: “¿Ustedes lloraron cuando ardió? Yo también”.
Se afilió al PS en 1977 y desempeñó varios cargos en el partido y la administración. En 1986, a los 35 años, se convirtió en el senador más joven de Francia. Tras su paso por el Gobierno y la amarga derrota del 2002 en la que Jacques Chirac se impuso a Jean Marie Le Pen y en la que el candidato socialista, Jospin, no pasó a segunda vuelta, acabó rompiendo con el socialismo reformista.
“No se puede hacer botas nuevas con zapatillas viejas. Por eso abandoné el Partido Socialista y construí una nueva fuerza, La Francia Insumisa. Hay momentos en que hay que saber romper y comenzar desde cero”. Y en eso está Mélenchon. A los 70.