Las pruebas con respecto a la eficiencia de las medidas de descarbonización de la economía mediante el desarrollo de las energías renovables no pueden ser más elocuentes: cada vez son más los países que se encuentran ante ganancias tangibles en su balanza de pagos derivadas de inversiones en la generación de energías renovables hechas a tiempo, cuyo rendimiento, además, se prolonga durante varias décadas sin apenas necesidad de mantenimiento. 

Portugal, durante el año 2023, fue capaz de generar nada menos que el 40% de todas sus necesidades de electricidad mediante energía solar y eólica, algo que supone una reducción importante en la importación de combustibles fósiles. En España, con mayor territorio, la generación renovable en ese mismo año superó por primera vez en la historia el 50%. Dado que ninguno de los dos países es productor de combustibles fósiles, el resultado de ese logro es evidente: menores emisiones, y una presión mucho menor sobre la balanza de pagos. 

En el Reino Unido, en los primeros cinco meses de 2024, las energías solar y eólica generaron por primera vez más que el gas, en franco retroceso desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania. El rendimiento de las instalaciones de energías renovables está tan probado, que los planes del nuevo gobierno laborista, con muy amplia mayoría en la Cámara, incluyen objetivos tan enormemente ambiciosos como duplicar las instalaciones de energía eólica en tierra, triplicar las de energía solar, y cuadruplicar las de eólica marina para el año 2030. 

En Alberta, la cuarta provincia más grande de Canada, acaban también por primera vez en ciento cincuenta años de prescindir del carbón para la generación de energía eléctrica, desconectando la última central de su tejido de generación que utilizaba este contaminante combustible. A principios de los 2000, el carbón era responsable del 80% de la generación de electricidad en ese territorio, y diez años después, en 2010, aún representaba el 60%. La eliminación del carbón responde sobre todo a la evolución de su precio, que convierte su uso en cada vez más absurdo, pero también, por supuesto, al desarrollo de las energías renovables, la forma más barata de producir electricidad.

En el mundo existen aún numerosos territorios con un gran potencial para la generación de energía solar (PVOUT), en los que aún no se han instalado las infraestructuras necesarias para que esa generación se materialice. Dado el coste de la energía solar, la más barata de la historia, esta disparidad tiene cada vez menos sentido. 

A principios de los 2000, el carbón era responsable del 80% de la generación de electricidad en ese territorio, y diez años después, en 2010, aún representaba el 60%

En el contexto global, grandes áreas de África, del Medio Oriente, de América y de Asia tienen potenciales muy elevados de los que aún no se extrae todo el partido que se podría obtener. En el contexto europeo, aunque Alemania es actualmente el principal productor de energía solar en Europa, España tiene la el potencial de generación más elevado de toda la región, gracias al sol durante todo el año y al espacio adecuado disponible para instalaciones de parques solares, muchos de los cuales  pueden además convivir con otros usos como la agricultura y la ganadería. 

La generación de energía representa, con mucho, el mayor consumo de combustibles fósiles del mundo, de ahí que acelerar su descarbonización sea enormemente importante. La segunda actividad que más combustibles fósiles demanda y, por tanto, más emisiones nocivas genera es el transporte, con los automóviles como principal exponente.

De todas las emisiones derivadas del transporte, los automóviles representan un 45.1%, lo que refleja también la enorme importancia de considerar a los vehículos de combustión como parte de nuestro pasado y evolucionar para electrificar el parque de manera completa, sin las trampas al solitario que la irresponsable industria juega con los vehículos híbridos, lo antes posible. 

La solución para el automóvil es solo una: las baterías. Ofrecen la energía que necesitamos, se pueden recargar con infraestructuras ya instaladas y que siguen en crecimiento, y su tecnología sigue en evolución ofreciendo cada vez mayor capacidad y menor coste, con las baterías de sodio y de estado sólido como principales protagonistas. Si te ponías excusas como esperar al desarrollo de los vehículos de hidrógeno, puedes esperar sentado: no va a ocurrir. 

Comprar un vehículo eléctrico es, sin duda, una inversión razonable: menor coste total, mucho menor mantenimiento, y mayor durabilidad. El 60% de las ventas de vehículos nuevos en todo el mundo será de eléctricos en 2030, incluyendo las ventas en países por los que pocos apostaban en su momento. En Etiopía, la importación de vehículos de combustión ya está completamente prohibida (y no existe producción local). La razón es evidente: buena parte del problema económico del país es pagar la factura de la importación de unos combustibles fósiles que no produce. 

La generación de energía representa, con mucho, el mayor consumo de combustibles fósiles del mundo

Después de los automóviles, el transporte de mercancías por carretera, los camiones, representan un 29.4% de las emisiones generadas, y evolucionarán también hacia las baterías, con algún fabricante aún apostando por un hidrógeno que tendrá que ser, necesariamente, proveniente de instalaciones de generación renovable, no un subproducto de los combustibles fósiles como pretende la industria petrolera. 

Finalmente, la aviación y el transporte marítimo, con un 11.6% y un 10.6% respectivamente, completan el cuadro del transporte, y suponen retos más importantes en su descarbonización, que implicarán posiblemente el uso de amoníaco o incluso de combustibles sintéticos, a la espera de que la evolución de las baterías logre completar el ciclo de eficiencia necesario para esos usos. 

Acelerar la descarbonización tiene una lógica inmediata de supervivencia, pero también tiene una potente lógica económica. Las renovables no son de derechas ni de izquierdas: son, simplemente, el único camino a seguir. Es el momento de dejarnos de mitos, de mentiras, de política y de ideas preconcebidas, y apostar por la lógica y la ciencia. Lo más rápido posible.   

***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.