Soldados del ejército de la República de Vietnam en una zona pantanosa del delta del río Mekong en una operación contra la guerrilla del Viet Cong. Foto: U.S. Information Agency

Soldados del ejército de la República de Vietnam en una zona pantanosa del delta del río Mekong en una operación contra la guerrilla del Viet Cong. Foto: U.S. Information Agency

Poesía

'Canción de napalm', los versos que nacieron de una vida arruinada por la guerra

La editorial Cántico publica el poemario con el que Bruce Weigl volvía al trauma de Vietnam, donde estuvo desplegado en 1968.

Publicada

La poesía estadounidense ha mirado de frente los horrores de la guerra al menos desde que Whitman registró en su diario sus visitas al frente y a los hospitales de campaña durante la Guerra de Secesión.

Canción de napalm

Bruce Weigl

Traducción de Lorea Uresberueta.
Cántico, 2024.
140 páginas. 17,90 €

Muchos poetas de la segunda mitad del siglo XX -Richard Wilbur, Richard Hugo- fueron soldados en la Segunda Guerra Mundial y convivieron toda su vida con las secuelas. Otros, como Philip Levine, han escrito sobre la fascinación que la Guerra Civil española despertó en su niñez y cómo la contienda determinó para siempre sus simpatías republicanas.

Canción de Napalm, de Bruce Weigl (Ohio, 1949), pertenece a esta venerable tradición pero remite a la guerra de Vietnam, en la que participó como soldado muy joven (estuvo alistado un año, en 1968). El libro vio la luz en 1988, justo cuando Hollywood producía algunas de las representaciones más célebres del conflicto.

Esta Canción de Napalm se mueve por un territorio familiar, que conocemos bien: no es solo un retrato más o menos veraz de la guerra, sino también de la pérdida de inocencia -el descenso a los infiernos, en realidad- que supone para su protagonista. Como el propio Weigl ha escrito: “La paradoja de mi vida como escritor es que la guerra arruinó mi vida y a cambio me dio mi voz”.

La escritura de Weigl enlaza sin fisuras con la tradición narrativa de la poesía angloamericana, en la que injerta un ojo de reportero entrenado, un gusto por el detalle significativo y un dolor macerado por los años, no siempre sereno ni ecuánime.

El libro no se queda en Vietnam -aunque sí su autor, que ha dedicado parte de su vida a traducir la literatura de aquel país-, sino que vuelve a Ohio y explora con sabiduría compasiva -Garza blanca- la violencia latente en la sociedad estadounidense. El resultado es un poliedro de muchas caras, y todas nos hieren con su brillo.