La cirugía sigue siendo la herramienta principal para convertir el cáncer en una enfermedad curable. Pero extirpar un tumor maligno no es fácil. Muchas veces, el aspecto exterior no deja claro que se trata de cáncer y el cirujano se ve obligado a llevar la muestra dudosa al Departamento de Anatomía Patológica que, tras examinarlo al microscopio, dará su veredicto. El proceso lleva al menos media hora y eso si todo va bien. Si hay algún retraso o la anatomía no es todo lo precisa que se espera, el paciente puede volver a casa con el tumor extirpado... pero no del todo.
Por eso es una excelente noticia el estudio publicado esta semana en Science Translational Medicine, que demuestra la eficacia de una interesante innovación terapéutica: un artilugio en forma de lápiz que diferencia con un 96% de eficacia el tejido canceroso del sano. El problema: de momento, sólo lo hace en ratones y en muestras congeladas de tumores humanos.
Pero los autores de la herramienta, que han bautizado con el nombre de MassSpec, tienen mucha confianza en que vaya a funcionar también en el quirófano con pacientes reales. De hecho, pretenden probarlo en este marco en ensayos clínicos que empezarán a principios de 2018.
Cómo funciona
El mecanismo desarrollado por los investigadores de la Universidad de Texas analiza los metabolitos -pequeñas moléculas que produce cualquier célula, tanto sana como cancerígena-. Estos están desregulados en las células tumorales, que crecen fuera de control.
"Como son tan distintos en células normales y cancerosas, extraemos y analizamos los metabolistas con el lápiz MasSpec para obtener una huella molecular del tejido. Lo que es increíble es que a través de este proceso químico tan sencillo, el lápiz nos provee de una información diagnóstica molecular sin dañar el tejido", explica Livia Eberlin, la autora principal del estudio.
El funcionamiento es muy sencillo. El cirujano sujeta el lápiz sobre el tejido del paciente y pisa un pedal conectado al mismo y situado en el suelo, que pone en marcha el mecanismo. En ese momento, el lápiz deja caer una gota de agua en el tejido y las moléculas migran al agua, que vuelve a una parte del lápiz, un espectómetro de masas que analiza la huella molecular. A los diez segundos aparece en un ordenador conectado las palabras "normal" o "cáncer" y el cirujano sabe qué tiene qué hacer con ese tejido.
Si se confirma su utilidad en humanos, el beneficio del lápiz será doble: por una parte, permitirá que un cirujano extirpe por completo un tumor pero, por otra, evitará que -por exceso de precaución- se retire tejido sano, lo que también tiene consecuencias negativas para los pacientes.