El drama de la España inundable: cientos de miles de personas viven en zonas de riesgo en la costa mediterránea
- La urbanización de los márgenes de los ríos modifica la orografía y hace las poblaciones más vulnerables a las crecidas de agua.
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La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que asoló el pasado martes el este y el sur de España, pasará a la historia como uno de los peores temporales que ha sufrido el país. Hay al menos 158 fallecidos (155 en la Comunidad Valenciana y otros tres en Castilla-La Mancha y Andalucía) y los desaparecidos se cuentan por decenas. Las inundaciones son, después de las olas de calor, el segundo fenómeno natural que más muertes provoca. Nuestro país cuenta con 25.000 kilómetros de zonas inundables en las que viven 2,7 millones de personas, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO).
Las inundaciones son un fenómeno más o menos frecuente. Los datos que evalúan su riesgo lo hacen valorando una frecuencia de 10, 50, 100 y 500 años. Esos casi tres millones de personas viven en territorios que pueden inundarse cada medio milenio. Si se baja la estimación de tiempo, hay casi 500.000 ciudadanos establecidos en zonas que pueden sufrir esta situación cada década.
Estas cifras solo cubren las cuencas intercomunitarias, que son las que dependen del organismo. Si se añaden las demás, se estima que el número puede ascender a cerca de las 700.000 habitantes. Las cuencas intercomunitarias que tiene más kilómetros inundables son las del Ebro (más de 3.500 kilómetros), Júcar (más de 3.400), Duero (más de 3.200), Guadiana (1.800), Segura (1.800), Tajo (más de 1.600), Cantábrico occidental (1.200) y Guadalquivir (cerca de 1.200 kilómetros).
La empresa DOTGIS, dedicada al análisis geoespacial, publicó en 2021 un informe en el que calculaba los municipios españoles con mayor población en riesgo de sufrir una inundación. Cuatro de ellos estaban en la Comunitat Valenciana: Massalfassar (55,1%), Quartell (54,5%), Benavites (51,5%) y Alfara del Patriarca (49,1%).
Las otras localidades de la lista son Deltebre y Sant Jaume d’Enveja (ambas en Tarragona) con un 86,3% y un 64,8% de la población en riesgo respectivamente. Salamanca cuenta con Castraz y La Maya con un 69% y un 67% de sus habitantes. También se encuentran en ese decálogo Calatayud (Zaragoza) con el 57,7% y Betanzos (A Coruña) 51,8%.
En esta cuestión no se puede perder de vista el efecto de la expansión de las poblaciones a los márgenes de los cauces de ríos y ramblas. "Cada vez construimos más y si se hace de cualquier manera, en cualquier sitio, acabamos siendo más vulnerables", indica Nieves Sánchez, presidenta del Colegio Oficial de Geólogos. La científica también ha mencionado las inversiones que requieren estos sucesos. "La sociedad pierde mucho dinero por no hacer bien las cosas".
Andrés Díez, experto en inundaciones del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) explica que la urbanización de estos enclaves influye en la orografía y en la capacidad de infiltración. Para construir en estos entornos de estos cauces se suele allanar el terreno. Eso hace que estén las edificaciones en cotas más bajas respecto al río y sean más fácilmente inundables. Para ilustrarlo, el experto pone el ejemplo de Letur (Albacete), donde han muerto dos personas y hay cinco desaparecidos a causa de esta DANA.
El otro aspecto a valorar es la disminución de la infiltración del terreno. Esta urbanización suele ir acompañada del asfaltado de la superficie. De esta manera, el suelo pierde la capacidad de absorber el agua y, cuando llueve, "todo lo que cae va directamente al río", expone Díez.
Cuando ocurren estos fenómenos, el caudal líquido de los ríos no cabe en el cauce y utiliza estas zonas planas para desbordarse, explica el geólogo David Uribelarrea, profesor de Geología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Si la zona está ocupada, el agua puede llevárselo todo a su paso.
Uribelarrea, que también es experto en medios fluviales, habla también sobre el aumento de la urbanización en los últimos 60 años. En la fotografía aérea del año 1956 prácticamente no se ve en España ni una edificación en esas zonas inundables. "La gente sabía que solo servían para la agricultura y no en toda su extensión".
Díez coincide con su homólogo y señala que con esta extensión de la urbanización también se produce la paradoja de que los edificios más vulnerables (por valor personal) son los que están más en riesgo. "Donde antes tenías un pajar, que si se inundaba no pasaba nada, ahora tienes una residencia de ancianos". Al construir edificios permanentes, además del aumento de la inundabilidad por el cambio orográfico, también crece el riesgo.
Todo influye
Sánchez advierte de que cualquier obra afectará al terreno y a cómo fluirá el agua en casos extremos como este. "Desvía el curso y genera un cambio de situación", apunta. De manera natural, una vez que el cauce se desborda, sigue las vías de desagüe natural, indica el profesor de la UCM. En general, deja grandes zonas encharcadas con poca profundidad.
Sin embargo, si esa agua tiene que pasar por una zona urbanizada, el espacio de flujo puede verse reducido en un 80% o más. "El resultado es que el calado aumenta y, sobre todo, la velocidad a la que corre", dice Uribelarrea. La geóloga añade que, además, en situaciones como la del pasado martes, el agua no está limpia. La magnitud de la tormenta hace que haya una pérdida de suelo, arrastra más sedimentos y tiene más fuerza.
La presidenta del Colegio Oficial de Geólogos expone que, para poder conocer este tipo de información, existen la cartografía geológica. Sánchez hace hincapié, además, en que los proyectos también deberían ser revisados por estos expertos que pudieran valorar el riesgo de los proyectos urbanísticos. El MITECO dispone de mapas en los que se pueden consultar las zonas inundables en periodos de 10, 50,100 y 500 años en España, algo que el experto del IGME cree que debería tenerse en cuenta antes de planificar las obras.
Si la llanura de inundación ya está ocupada, los mapas de riesgo son los mejores aliados, comenta Uribelarrea. Sirven para planificar mejor las zonas de mayor peligrosidad, las vías de escape y acceso, así como las alarmas para la población, detalla.
¿Qué pasa con lo que ya está construido?
El profesor de la UCM es claro y manifiesta que, una vez que está urbanizado el terreno, es muy complicado. Lo que mejor puede funcionar es un buen sistema de alarma y un protocolo de evacuación. Sin embargo, lamenta que en España "no hay cultura en este sentido".
Díez sostiene que estos fenómenos naturales son inevitables, pero sí se pueden minimizar los daños. El experto del IGME cuenta algunas medidas que pueden tomarse para prevenir catástrofes como la del pasado martes por la noche. Existen medidas estructurales, como construir presas, diques o dragar (limpiar y ahondar) los ríos.
Por otro lado, hay otras opciones que pueden imitar a la naturaleza, agrega. Una de ellas, que ya se está empleando en Centroeuropa, es construir zonas de desbordamiento preferente. En las partes altas de los ríos se establecen terrenos (pueden ser de cultivo o prados) sin mucho valor en los que el agua se desborde ahí y llegué a los municipios con menos caudal, informa.
Sobre las presas, el geólogo advierte de que pueden causar una falsa sensación de seguridad. Estas construcciones absorben la mayoría de estos temporales y permiten que los ríos fluyan tranquilamente. Esto puede hacer que la población se confíe y comience a edificar cerca de los márgenes fluviales. "Al final llega una DANA como esta, supera su capacidad y produce más daños que si no estuviera la estructura".
En este sentido, Sánchez defiende que se deben mantener estas zonas "en permanente observación". La geóloga invita a valorar estos territorios en todo momento, y no solo cuando ocurren catástrofes como esta última DANA, para poder abordar esos riesgos. "Se podrían haber minimizado los daños con una política adecuada", sostiene.