Rut Carpintero, vallisoletana de 43 años que en el pasado mes de abril tuvieron que amputarle las cuatro extremidades

Rut Carpintero, vallisoletana de 43 años que en el pasado mes de abril tuvieron que amputarle las cuatro extremidades ICAL

Sanidad

Rut perdió sus cuatro extremidades y exige a Sacyl fisios y terapeutas especializados en amputaciones

La vallisoletana, ejemplo de superación, inicia una campaña en Change.org para reivindicar estos profesionales en los hospitales públicos de la Comunidad y evitar que pacientes como ella tengan que viajar a Madrid, a un precio de 600 euros semanales

28 enero, 2024 12:25

Rut Carpintero, una vallisoletana de 43 años, vio cómo en abril pasado tuvieron que amputarle las cuatro extremidades: los brazos a la altura de los antebrazos, la pierna izquierda a la altura del fémur y la derecha por la tibia. Todo provocado por una neumonía bilateral con origen desconocido que desembocó en un shock séptico y en isquemia en todos sus miembros, a causa de la gangrena. Desde entonces, comenzó una nueva vida para ella y su familia, llena de obstáculos, pero también sacó fuerzas para seguir adelante, hasta el punto que se ha convertido en un ejemplo de superación.

Mientras aprende a caminar con sus ‘nuevas’ y ‘modernas’ extremidades, en forma de prótesis, y trata de adaptarse emocionalmente al “trauma devastador” que supone perder algún miembro de su cuerpo, se ha embarcado en una campaña en Change.org para remover conciencias y exigir a la administración algo que considera justo como es que todos los hospitales públicos de la Comunidad y de España cuenten de profesionales como fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales, con formación específica para tratar pacientes con amputaciones y prótesis de miembros superiores e inferiores.

No en vano, Rut es uno de los castellanos y leoneses que se ha visto obligada a viajar a Madrid para recibir las sesiones de fisioterapia y terapia ocupacional para aprender a utilizar esos nuevos elementos ante la falta de profesionales especializados en la rehabilitación física de pacientes amputados o con prótesis muy tecnológicas.

Rut Carpintero

Rut Carpintero ICAL

Acude tres veces a la semana a una clínica de fisioterapia en la capital de España, a razón de 60 euros la sesión, con tres horas cada día, repartidas entre la mañana y la tarde. Por lo tanto, desembolsa unos 600 euros a la semana al incluir la atención del terapeuta, el fisio, la manutención y los viajes, ya que el alojamiento se produce en casa de unos familiares. Una factura que engorda cada mes, que no será reembolsada por Sacyl, que se suma a los casi 100.000 euros que ya ha adelantado para la compra de las prótesis en la ortopedia especializada Alcalá en Madrid, al ser un establecimiento de otra comunidad autónoma. Una cantidad que sí será pagada por la Junta, al estar prescritas y entrar en la cobertura pública, al igual que la silla de ruedas eléctrica.

Se trata de unas prótesis eléctricas, con un coste muy elevado (cada una de las manos ha costado 26.000 euros y una de las rodillas, 36.000 euros), pero que, además, requiere de muchas sesiones para aprender a usarlas. No en vano, Rut está aprendiendo a andar de nuevo, subir escaleras o utilizar sus ‘nuevas’ manos.

Explica que son prótesis que responden a impulsos musculares al tener unos electrodos. De esta manera, precisa, si contrae el músculo del antebrazo la pinza de la mano se cierra y cuando expande, se abre. En el caso de las piernas, corresponde a los glúteos. “Es cuestión de fuerza y práctica”, apunta. La fuerza trata de adquirirla tratando de ganar masa muscular por que cada prótesis de mano pesa 1,5 kilos y la práctica es lo que trata de obtener con las sesiones con el terapeuta y el fisioterapeuta. La adaptación a esos nuevos elementos se prolongará, al menos, un año y luego tendrá que realizar visita periódicas para ajustar las prótesis de por vida.

La primera pierna se colocó en octubre pasado y las manos, a principios de diciembre, y los avances son más que notables pero aún falta mucho. De momento, está satisfecha con lo conseguido y ya logra comer con un tenedor y escribir. “La adaptación con las manos es más fácil de lo que pensaba. Al principio, tenía que concentrarme para hacer el movimiento pero ahora es algo muy intuitivo”, confiesa. En todo caso, reconoce que ahora es casi como un bebé para cubrir sus necesidades, ya que necesita ayuda para ducharse, vestirse o colocar las prótesis. “Le digo a mi marido que me monte y tardo dos horas y media en prepararme”, añade. 

Su marido, Dani, explica a Ical que han dejado de ir a la consulta del médico rehabilitador y de fisioterapia del Hospital Clínico de Valladolid al ser “frustrante” y “descorazonador”, ya que los profesionales están sobrepasados y desconocen cómo atender a este tipo de pacientes. “La atención sanitaria pública llega hasta donde llega y, al final, te das cuenta que sabes más que ellos”, sentencia. 

Trauma “devastador”

De ahí, la campaña que han iniciado en la plataforma de activismo ‘on line’ por que ellos cuentan con ahorros pero ponen el foco en otras personas sin recursos económicos. Demandan fisios y terapeutas con formación específica en prótesis sofisticadas pero también otros profesionales para adaptarse emocionalmente tras el trauma “devastador” que supone perder una extremidad.

Rut considera que este tipo de formación es más un tema de voluntad al apuntar que su ortoprotesista de Madrid ofrece cursos durante un fin de semana con nociones básicas que pueden servir para los profesionales de los hospitales de Castilla y León. “Creo que la administración debería exigir a los fisios y terapeutas este tipo de conocimientos antes de contratar”, asevera. 

De momento, han logrado una cita el próximo lunes con un médico rehabilitador del Hospital La Paz de Madrid, un especialista en amputaciones. Pero lamenta que el sistema sanitario le haya abandonado: “Después de todo lo que han invertido en salvarme la vida y el tiempo que he pasado en varios hospitales, me dan el alta y ya no se preocupan de mí, pese a que necesito otros profesionales como fisioterapeutas, terapeutas, psicólogos y psiquiatras. Parece que me han soltado y, ahora, que me las apañe como pueda”. Hasta el punto, que no duda en hablar de sufrir “mucha soledad”.

Preguntada por su decisión de embarcarse en esta petición en Change.org, que ya acumula más de medio millar de firmas desde el pasado lunes, Rut subraya que lo que le ha pasado a ella es una “brutalidad”, de la que aún no se ha hecho idea. “Si consigo que otras personas que pasen por lo mismo tengan un camino diferente al mío, habrá sido un esfuerzo que ha merecido la pena”, sentencia.

No en vano, agradece haber tenido a su lado a Dani para buscar toda la información disponible en amputaciones y prótesis y encontrar los mejores profesionales en España pero apunta que hay personas mayores o con escasos recursos que no están familiarizadas con internet. La vallisoletana reclama una serie de servicios públicos, acordes al Estado del Bienestar existente en España. “No quiero pensar lo que me habría pasado si viviera en Estados Unidos y con mi sueldo de profesora de Secundaria. Estaría condenada a estar en una caja con ruedas”, declara.

A raíz de sus amputaciones, ha decidido también abrir una cuenta en la red social Instagram para mostrar y explicar cómo afronta esta nueva vida que le ha tocado afrontar. “Pienso que disfruto de una segunda oportunidad, después de sufrir un paro cardíaco. Mi posibilidad de utilizar la oratoria ya no estará en las aulas pero sí para explicar cómo me las apaño o ayudar a que la gente con amputaciones encuentre los profesionales necesarios”, expresó.

La factura a la que se enfrentan Rut y Dani va en aumento por que a las sesiones se suma las dos asistentes que tienen en casa y, tal vez, con el tiempo se tenga que limitar solo a la que se encarga de su aseo personal. También, han contratado a una chica que viene a limpiar a casa. Al menos, cuentan con la abuela para hacerse cargo de sus dos hijas, de tres y cuatro años, durante sus desplazamientos a Madrid.

Además, el matrimonio se ha visto obligado a acudir a consultas privadas con los psiquiatras para afrontar lo que les ha ocurrido. “Nuestra vida ha cambiado del todo y cuesta mucho asumirlo, además del agobio que tengo por el futuro de mis hijas”, concluye Rut.