Las 'madrinas', el color inconfundible de la raíz más ancestral del campo
Muchos son los pueblos de la provincia que a finales del ciclo de verano honran a la Virgen con rosarios, ofrendas, bailes y 'madrinas'. El ritual tiene sus orígenes en el culto celta por los frutos obtenidos, y se caracteriza por las ofrendas de la mujeres casaderas a la Virgen
10 septiembre, 2023 07:00Noticias relacionadas
La llegada del otoño invita a remansar toda la explosión festiva y la exaltación religiosa de las fiestas de verano. Aunque, la verdad, entra la estación con mucha carga festiva, con muchas tradiciones que, se puede decir, las fiestas no desaparecen sino que se amaina su llegada. Es tiempo, nuevamente, de dar gracias por las cosechas y, de paso, pedir bondad para los nuevos frutos que comienzan a germinar cuando pasen los fríos. Esa es la realidad de las 'madrinas'.
Pasados tres meses eminentemente festivos, con los cultivos recogidos, el 8 de septiembre (festividad de Nuestra Señora) es el día más festivo del año, posiblemente la fecha que mayor número de municipios ha elegido para celebrar sus fiestas y pasear por las calles a sus vírgenes, unas veces acompañadas de 'madrinas', otras en romerías con todo su esplendor y muchos bailes de la bandera.
El origen de la fiesta parece estar relacionado con viejos cultos celtas de agradecimiento a la naturaleza por los frutos recibidos en el verano. Los mayores aún hablan sobre el significado del ritual que cada año celebran, explicaciones que remiten a una voluntad, por parte del paisano, de dar gracias a Dios por las cosechas recién recogidas.
Pero el rito de las 'madrinas' está completamente ligado a la Virgen en todo su contenido. Acompasado al son de la gaita y el tamboril y con el pueblo como espectador, son varias las fechas a lo largo del año en las que se puede contemplar este ritual, especialmente extendido por las comarcas salmantinas de La Ribera, Tierras de Vitigudino, Tierras de Ledesma, Ramajería, el Abadengo, Campos de Argañán, El Rebollar y Sierra de Francia.
Las mozas casaderas de antaño
Se conoce como 'madrinas' a las mozas casaderas en el origen, en algunos lugares menores de veinte años, aunque en pueblos como Villasbuenas se recuerdan dos fiestas de madrinas, casadas y casaderas, perdiéndose en el tiempo ya la primera, que ofrecen los frutos de la tierra a la Virgen, generalmente del Rosario, aunque en otras zonas también se denominan ramajeras. Por la tarde, el rezo del Rosario y posterior procesión por las calles del pueblo, cantando el cuarto misterio hasta regresar al portalillo de la iglesia, donde se hace el ofertorio a la Virgen, resumen de lo que es este rito en el aspecto religioso.
Las mujeres juegan el papel principal en los ritos
Pero existe otro ritual más popular, en el cual, domo dijimos, las mujeres juegan el papel principal. Dependiendo del lugar y su tradición, las 'madrinas', antes del Rosario en unos, y después del rezo en otros, como Mieza, son acompañadas desde sus casas hasta el templo o la plaza, donde espera la Virgen.
Es el momento, cuando todas las mujeres, engalanadas para la ocasión con ropa especial, mantilla española y peineta, y acompañadas por las respectivas cuartilleras (sobre cuya cabeza van las cuartillas con los frutos), y los mayordomos al lado de las autoridades locales y familiares, salen de las casas para dirigirse al templo o la plaza. Primero las madrinas, después los familiares que habían llevado a la Virgen, pendones y estandarte y después los vecinos y forasteros. Tanto, niños o mayores, hombres o mujeres, acuden a honrar a la Virgen en este solemne acto como es el ofertorio con su correspondiente entrega de dádivas (flores, frutos o monetarias).
Es toda una estampa costumbrista, en el silencio de los pueblos en otoño, escuchar la gaita y el tamboril mientras repican las campanas y los cohetes espantan a las aves que aún pueblan los parajes, ver avanzar las comitivas engalanadas, con el olor a alcanfor y el perfume de las rosas tardías.
La bandera y la gastronomía
Echar, rutear, tremolar, bailar... El calendario festivo salmantino palpita a través de singulares ritos que, aunque de raíces profundas y diversas, encuentran en la bandera su denominador común. Ya sea como estandarte contra la tiranía feudal o pudoroso velo de santa Águeda, el sentimiento alza este símbolo para regocijo de un pueblo.
En el ámbito provincial existen tres modalidades de bailar la bandera, siendo la más generalizada aquella que muestra su presencia con ocasión del ofertorio en algunas fiestas locales, como son las madrinas en Mieza, Villasbuenas, Guadramiro, Vilvestre o Saucelle. Previa aportación económica, los hombres bailan la enseña en honor al santo o Virgen del lugar.
El danzante debe demostrar su buen bailar, sorteando la bandera en todas direcciones al son que le marca el tamborilero y demostrando su habilidad en el manejo de la misma, tremolándola con especial destreza en un juego que se conoce como ruciar o rutear la bandera, o en Hinojosa de Duero por San Juan 'echar' la bandera.
Cómo no, estos rituales tienen también un componente gastronómico, porque en casi todos los lugares donde se celebran una de las principales ofrendas son las roscas, en su mayoría de almendras, los bollos o los panes de atractivos adornos.
Y es que alrededor de la mesa de ofrendas se baila la rosca, con arte desigual los danzantes rodean las ofrendas al son de la gaita y el tamboril.
A estas alturas del año, tras la Exaltación de la Santa Cruz, el día 14 de septiembre, el calendario festivo va en detrimento de las labores agrícolas de final del estío, como la vendimia. Es el momento de abrir las puertas al otoño e invierno, al tiempo del silencio y el trabajo de arar, aricar y sembrar, del recogimiento y la espera de nuevos tiempos. Es, también, momento para reflexionar sobre unos ritos que caen como la hoja en otoño.