En estos aciagos días en los que, una vez más, nuestra clase política ha demostrado su nivel, los "perritos sin alma" observamos que sólo nos tenemos a nosotros mismos; que, ante una catástrofe, una pandemia, una calamidad, sólo están nuestros prójimos para ayudarnos.
En cualquier empresa existe un protocolo o plan de prevención de riesgos laborales, que por no tenerlo son severamente sancionadas y, en caso de siniestro, el primero que resulta investigado es el gerente, que puede llegar a ser condenado también con máxima severidad. En el proceso, el primero en caer es el gerente, pero no nos equivoquemos, todos los demás con competencias para la prevención serán igualmente castigados.
En el ámbito político nadie se hace responsable, nadie es culpable, pero los que morimos somos los ciudadanos, que pagamos nuestros impuestos, nos sometemos a la ley y trabajamos para subsistir y que subsistan nuestras familias de forma honrada.
En la pandemia, cuando exigía el desarrollo de planes de prevención, de asunción de responsabilidades, de salvar nuestras vidas sin truncar nuestros derechos, mis amigos de la izquierda me insultaban, me deseaban la muerte y me llamaban canalla. Hoy, aún no existe un protocolo de acción ante una nueva pandemia y nadie ha asumido la responsabilidad de los familiares muertos en soledad, a los que no podíamos ni despedir.
Ahora, no tenemos una situación desconocida o imprevisible, todos los años han padecido en la zona de Valencia la famosa "gota fría" hoy redenominada "DANA", pero ha quedado demostrado que desde 1957 no se ha vuelto a tomar una sola medida de prevención e incluso las adoptadas han sido la destrucción de presas, embalses y construcciones que hubieran minorado los daños hoy sufridos.
Desde que Borrell comenzó el estudio detallado, serio y preventivo que se encontraba en el Plan Hidrológico Nacional que posteriormente fue desarrollado, terminado y presentado por Aznar, recogiendo todo lo bueno del anterior, no ha existido un proyecto de prevención, solución y búsqueda de alternativas a las catástrofes que la falta o el exceso de agua se producen de forma sistémica en nuestro país; pero, llegada la más siniestra, inconsistente, denigrante, vomitiva y repugnante nueva clase política que produjo Zapatero, sostuvo Rajoy y se desarrolla con Sánchez, lo importante son ellos y no los ciudadanos, sus lucros, sus filfas y farsas lucrativas carentes de solvencia intelectual. La primera defecación de esta repugnante clase dirigente fue la eliminación del Plan Hidrológico que hoy hubiera supuesto una balsa de solución.
El problema no es la inmunda clase dirigente construida desde Zapatero a nuestros días, lo grave es que los partidos políticos, todos, se han convertido en reuniones de sometidos mentalmente al soma de la orden diaria del líder, que ha perdido toda su masa crítica y que sólo berrean ante el líder o lideresa que les ofrece la droga que precisan, que se retratan en los insultos, las embestidas y la falta de sensibilidad cuando se toca su secta o al líder de la misma.
Hablando con profesionales de alto nivel dedicados a la prevención de grandes catástrofes y estudiosos de la Escuela Nacional de Protección Civil, me trasladan que ya en aquella época se afirmaba que parcelar las leyes y la protección era una barbaridad que sólo dirigía al desastre, que hoy se pone de relieve con la incapacidad de determinar la competencia o incompetencia para dirigir la crisis y la canallesca forma de actuar del "si no me lo pides" mientras ves morir a tus conciudadanos.
Las autonomías son un modelo constitucional que precisa una revisión, al menos en determinados sistemas de funcionamiento y, sobre todo, de asunción de competencias reales y efectivas, sin que en cualquier caso el Estado tenga que esperar nada para, ante la necesidad, intervenir. Las crisis no saben, ni conocen de autonomías, ni de políticos, pero sus consecuencias las padecemos todos por el sostén de dichas demarcaciones políticas al estilo de los Reinos de Taifas, que asesinan a sus ciudadanos ante la inacción del líder de uno u otro feudo.
Hemos de potenciar la Escuela Nacional de Protección Civil, la de Ingenieros de Caminos con personas preparadas técnicamente, cultas e integradas en la sociedad que permitan la resolución de los problemas, no debemos de reducir los niveles culturales, intelectuales, morales y éticos, así como la preparación técnica de nuestros profesionales de la sanidad, la Justicia, la Educación, etc., pues en cada uno de los campos precisamos regenerar la preparación y la exigencia intelectual que nos podrá salvar más pronto que tarde, olvidando los colores políticos que tanto daño nos están haciendo.
Que tengamos ciudadanos que no fueron avisados con tiempo suficiente, que no tenían las infraestructuras preparadas, que han perdido sus bienes, sus familiares, sus vidas, en unos minutos y estén pasando días y días sin agua, sin luz, sin alimentación y sin que nadie, absolutamente nadie que no sea su vecino, le preste la más mínima ayuda por incapacidad, por no haberlo pedido, por llevar militares a Marruecos y no a Valencia, por albergar a inmigrantes ilegales en hoteles, pero no ofrecer ni un chamizo al valenciano que pagaba sus impuestos y ha visto morir a su hijo, a su madre o a nadie, pero lo ha perdido todo y que ahora vea que si la competencia es tuya o mía, que si lo has pedido o no, que si eres zurdo o diestro... Es tan repugnante, tan sumamente vomitivo y denigrante que hace absolutamente imprescindible acabar con esta basura infecta y regenerar la política con la misma urgencia que apoyar y ayudar a nuestros vecinos Valencianos.
No, no nos representan y la prueba de ello son las mareas de ciudadanos ayudando a los valencianos, sin medios, sin dirección, sin más que sus manos y su corazón, desde todos los puntos de España, ante la inacción o la canallesca forma de actuar de nuestro políticos.