En estos tiempos que nos está tocando vivir, hay mantras que se repiten continuamente y uno de ellos no es otro que el de que los políticos de ahora no tienen la talla de los de antes. ¿Cuántas veces habremos oído que hoy no hay líderes en España como los que hicieron posible la transición?
Ellos sabían llegar a acuerdos, pensaban en el interés general del país y no se dejaban llevar por consideraciones electorales de corto plazo. Esto es, que los de antes eran muy superiores a los de ahora. Sin embargo, en la etapa post franquista y más concretamente a los que hicieron o hicimos la transición, valga la inmodestia, puede parecer que tengan razón quienes así piensan, pero también hay que señalar que fueron momentos cruciales donde el más tonto hacia relojes.
Eran años en los que había que construir la joven democracia y aprobar una nueva Constitución, tarea tan atrayente como sugestiva y que sirvió para que, todos a una, metiéramos el hombro, dejando a un lado otras cuestiones que, aunque no lo fueran, parecían secundarias. Y donde salió de cada uno lo mejor que teníamos, superando viejos y no tan viejos rencores y profundas diferencias de una etapa dictatorial y no digamos de una cruenta guerra civil que todos queríamos superar.
Recuerdo a este respecto el ejemplo de nuestro vecino Portugal que, sin una gota de sangre, abolió la dictadura salazarista el 25 de abril de 1974. Allí estuvimos para celebrarlo muchos españoles y, en diciembre de dicho año, en el Congreso del Partido Socialista Portugués, coincidieron líderes europeos y españoles, que se estrenaban al frente de la oposición al moribundo franquismo como Santiago Carrillo, Felipe González y Alfonso Guerra, que comenzaban a salir de la clandestinidad.
Pues bien, en aquellos años, muchos jóvenes cursaban sus carreras y empezaban a afrontar con ilusión y esfuerzo la nueva etapa que se avecinaba. Uno de ellos fue Pío Garcia-Escudero Márquez, quien terminó sus estudios de arquitectura a finales de los años setenta, profesión que ha ejercido como funcionario por oposición, especialmente en Castilla y León, donde llegó a ser director general de Patrimonio.
Ahora, Pío nos ha anunciado su jubilación como funcionario, dando por terminada su carrera profesional, precisamente en Castilla y León. Sin embargo, su actividad política sigue viva. Y yo le auguro todavía una larga andadura, pues dotes no le faltan ya que, como senador, tiene todavía tela que cortar, no en balde ha sido el senador que más votos ha obtenido en democracia al ser elegido por Madrid.
Alguien dirá que a qué viene este exordio panegírico, pues todos los días se jubilan funcionarios. Sin embargo, el caso de Pío es especial, pues a su trayectoria, que no ha sido ni fácil ni siempre tranquila, constituye a mi juicio un ejemplo de serenidad y eficacia y, sobre todo, de modestia, pues jamás ha alardeado de nada ni ha sido presuntuoso en su quehacer.
Como buen aficionado a los toros sabe parar, templar y mandar, y como dijo Domingo Ortega, también cargar la suerte, sin estridencias ni alborotos tan al uso. Y, por ello, le deseamos que continúe así muchos años más.
Ayer, precisamente, en el restaurante Lar de Domingo, de El Pardo, nos reunimos un grupo de aficionados y amigos en torno a Pío que, de la mano de Miguel Angel Moncholi, nos dio una lección de saber taurino y más cosas, con la naturalidad y aplomo que le caracteriza.
Allí se recordó también la fundación de la Asociacion Taurina Parlamentaria, de la que tuve que explicar sus orígenes mano a mano con él, que ya lleva 17 años de andadura y de la que él es ya presidente de honor.
Se recordó también que la Fiesta de los toros no está prohibida en ninguna parte de España, incluida Canarias y que, pese a quien pese, sigue adelante con vigor, como se ha demostrado este año en la Maestranza de Sevilla y Las Ventas de Madrid, como una manifestación de nuestro patrimonio cultural de primer orden.
Y así, acabamos un acto tan grato y entrañable, de un político-arquitecto o arquitecto-político, que ha dejado su huella en Castilla y León, en monumentos tan especiales como la catedral de Burgos y muchos otros monumentos salmantinos como la Casa de Cultura de Ciudad Rodrigo y la iglesia del Convento Premostratense de la Caridad. Pío es un hombre tan teórico como práctico y como tal sigue dando lecciones en la vida. Que así sea.