Nadie confía. Parece que todo el mundo huye de la realidad. Me da que Israel no nos va a dar los votos en el festival de Eurovisión, una pena. Es un presentimiento. Somos conscientes de la gravedad y que se nos está metiendo en un charco muy profundo del que será difícil salir, pero parecemos conformes. Los que hemos estudiado la vida de Napoleón nos hemos desencantado con la película, es tan sólo un retrato de la época. El que sepa poco puede resultarle interesante. A ver cuando llega la versión extendida.
Es como la vida misma para el ignorante todo está bien, la vida es tan sólo un pasar. No sufre. La otra cara de la moneda sería McGregor postulándose para presidente de Irlanda, o los que salen a defender España cada día en Ferraz, o el nuevo presidente de Países Bajos. Es como si vas a Hacienda y sólo ves españoles y vas al médico o la seguridad social y solo ves inmigrantes. O como Bildu que exigirá reparar a cuatro mil víctimas del terrorismo de Estado. Tras el mitin socialista del domingo el suelo quedó lleno de banderas de España, será una premonición.
Cerca de 1.300 agricultores de La Palma tendrán que devolver tres millones y medio de euros de las ayudas por el volcán, otro bochorno. A los que todos los días podemos sumarle unos cuantos. En Doñana los agricultores recibirán cien mil euros si abandonan los cultivos para poner molinos para energía eólica, que mataran a los flamencos. Nos administra un delegado de clase de instituto y su pandilla. Ese es el nivel que nos toca aguantar. Los que tenemos memoria conocimos la tecnocracia que daba de comer. Con un sueldo se alimentaba una familia de cuatro hijos y daba para ahorrar para un piso en la playa. Ahora sólo da para un gato regalado. Saber envejecer sólo se convertirá en un arte. Cuando llegue el último suspiro de lo único que nos arrepentiremos en nuestra vida, probablemente sea de haber tenido miedo y de no haberlo intentado.
Por un módico precio alguien podría quemar los cayucos en el país de origen, por decirlo de alguna manera. Antes de que arriesguen sus vidas y su dinero los que quieren emigrar. Pero el negocio no es ese. Cada día hay más gente que al oírla hablar parecen acémilas de dos patas. Hay gente que se tilda de progresista o de no se sabe qué, que son lo más parecido a un muñeco de madera que ni siente ni padece. Siempre dispuesto a justificar a su amado líder sin pensar en las consecuencias, ni el futuro ni el presente o pasado importa. La eterna huida hacia adelante. Alguien lo arreglará o pagará, o cambiará de opinión.
En un Estado el gobierno debería funcionar sin bloqueos internos e incidir en la vida social con iniciativas, estímulos y prestaciones. Un Estado así, que sepa reducir los excesos de poder interior y exterior, afirmar la justicia social, y asegurar la continuidad cultural de la sociedad que lo sostiene, es el Estado que deberíamos reclamar para España. Un Estado que sepa portar con orgullo su bandera, además de defenderla.