La definición de soledad es “la carencia voluntaria de compañía”. La pregunta que me surge al respecto sería si es buena o mala aliada.
El dicho reza “nacemos solos y morimos solos”, pero la realidad es que esa palabra siempre ha llevado un estigma negativo.
Ya dictaba Marx que el ser humano es un ser social y que nuestra manera de ser, pensar y actuar está condicionada por la sociedad en la que vivimos.
Innumerables estudios que se han realizado utilizando a “conejillos de indias” para ver los efectos que provoca en el ser humano el sentirse solo, hablan de malestares físicos, alucinaciones, desarrollo anormal del cerebro, o incluso trastornos alimentarios o adicciones a cualquier tipo de sustancia como consecuencias que, según los expertos, puede generar la soledad.
¿La soledad depende de la persona y de por qué o cómo decida relacionarse?
Es decir, si la soledad es impuesta, no dudo de que alguno de los anteriores trastornos pueda aparecer, pero si es algo que la propia persona elige, ¿también pasaría?
Los expertos han realizado su trabajo y hablan de la soledad cual enemigo íntimo, aconsejando: habla con familiares y amigos, no abuses del mundo virtual ni de las aplicaciones para conocer gente, únete a un club donde haya personas con tus mismos gustos, practica un voluntariado y cómo no, cuida tu cuerpo y tu mente con una buena alimentación, ejercicio, lectura…
¿De verdad alguien cree que si tienes un sentimiento profundo de soledad vas a arreglarlo comiendo ensaladas o yendo a clases de pintura? O peor aún ayudar a los más necesitados, ¿saciará esa sensación de vacío?
La respuesta es un no rotundo, no hay que curarse de la “soledad”. Tal vez convenga aprender a vivir con ella y acariciarla.
Hay que disfrutarla porque puede llegar a ser muy placentera si tú la eliges y no es impuesta.
Cuando es una opción que solo tú has escogido, la soledad puede llegar a ser muy gratificante.
Gracias a ella serás capaz de realizar reflexiones profundas, conversando con tu yo interior. Conectarás con tus sentimientos, los podrás valorar y discernir mejor. Te ayudará a pensar con mucha más claridad además de aumentar tu resiliencia mental.
Tu rendimiento personal crecerá, aprenderás a conocerte y quererte y a disfrutar de viajes, momentos y lugares que habías evitado por no ir con ella.
Te hará ser más autocrítico y tu autoestima crecerá, además de enriquecer tus relaciones sociales.
No todo vale. No debes relacionarte con cualquiera que pretenda ser tu amigo, solo por el hecho de estar acompañado.
Aprende a disfrutar de ti sin dejar de lado la parte social. Claramente es necesario e innato en el ser humano relacionarse, aunque no a cualquier precio.
Si ya lo decía Calisto en el segundo acto de la Celestina “Valiera más solo que mal acompañado “.
Y si Fernando de Rojas lo dice, no seré yo quien le contradiga.