Una de las lecciones que debemos aprender de la catastrófica DANA que ha asolado la provincia de Valencia es que hemos llegado al límite en la polarización política en España. ¡Basta ya! Somos una nación incapaz de estar unida ni siquiera en momentos como tan tristes como el actual.

Todos sabemos cómo hemos llegado hasta aquí. Poniendo en cuestión desde múltiples frentes la Constitución de 1978, la de todos, la que acababa con los vencedores y vencidos y las dos Españas.

Somos conscientes de cómo se celebraron pactos como el del Tinell impidiendo que la España moderada pudiese llegar en adelante a acuerdos beneficiosos para todos. También cómo esos partidos moderados ya solo pueden mirar a sus propios extremos ideológicos como socios de gobierno, que en muchos de los casos les imponen políticas nefastas de minorías intransigentes.

O cómo el desarrollo del estado autonómico ha terminado convirtiéndose en un Reino de Taifas donde no nos ponemos de acuerdo ni siquiera en cómo distribuir de forma justa y solidaria el dinero que entre todos aportamos al Estado con nuestros impuestos. Dinero que podría estar invirtiéndose ya, ahora mismo, en paliar los daños de la DANA.

Y para terminar -harían falta cientos de páginas para poder explicar las claves de esta desafección entre españoles-, está el descrédito de una Monarquía que era la única institución que nos unía y representaba a todos, por sus propios escándalos y por el constante asedio ideológico de determinados segmentos políticos beneficiados en la polarización, como los nacionalismos y los radicales. 

En este contexto político, si todo el tiempo que se está dedicando al cálculo político y la construcción de "relatos" para acabar con el otro, el rival político, el adversario, se aprovechase en coordinar y gestionar la ayuda, nuestros vecinos valencianos tendrían más apoyo, oportunidades y esperanza. Pero lamentablemente no es así.

Oficialmente el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), y el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón (PP), se están comportando con cierta lealtad institucional. Hasta ayer, cuando el presidente del Gobierno cuatro días después de la catástrofe se lavó las manos diciendo "estamos aquí para lo que nos pidan". Buena forma de poner las responsabilidades en el tejado del adversario político. Cuatro días después...

Y lo peor, por debajo, en las alcantarillas, los analistas y agitadores de ambos "bandos" no dejan de echarse en cara las responsabilidades. Los de siempre. Basta mirar la red social X para comprobar como son siempre los mismos. La España moderada que debería estar colaborando, se dedica a intentar sacar rédito político de la catástrofe.

Leer los titulares (declarativos) de los diarios o asomarte por las redes sociales es descorazonador. Claro que es legítima la crítica política. Claro que todos deberán asumir sus responsabilidades sobre lo sucedido, tanto en la declaración de la emergencia como en la posterior gestión del desastre, cuando llegue el momento del análisis.

Pero con cientos de desaparecidos todavía por encontrar, con pueblos y ciudades incomunicados, con miles y miles de familias sin los recursos básicos, no es el momento. De verdad, preocupémonos de lo urgente, ya habrá tiempo para la política.

Durante estos días, leyendo y escuchando a unos y a otros a mí solo me viene a la mente los ocho versos de Antonio Machado: "Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, /entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón".

Y un rayo de esperanza, la sociedad civil que se ha movilizado con sus vecinos. A lo mejor no todo es la España "cainita" a la que tristemente nos hemos acostumbrado.